12 de septiembre de 2012

El Señor es mi pastor

Hace unos años falleció prematuramente un colega de profesión; le diagnosticaron un cáncer en una pierna y desgraciadamente el tratamiento médico no llegó a tiempo en esta ocasión de evitar su muerte. Fue mi profesor de prácticas en mis primeros pasos de iniciación en Madrid, allá por los primeros meses de 1985, y le guardo un especial cariño derivado del agradecimiento por la seriedad y cordialidad que siempre mostró. A raíz de su desaparición alguien, no recuerdo quien, me contó una anécdota que me pareció muy bonita y reconfortante; cuando se reincorporó a su despacho tras un primer diagnóstico tan tremendo, otro compañero quien tiempo antes había enfermado del mismo mal y seguía en tratamiento, se le acercó y cogiéndolo cariñosamente de los hombros le recitó, de principio a fin, el Salmo 23. No deja de ser una reacción tan original como audaz, pero el escucharla me hizo pensar mucho en la amistad, en la fe, en el cariño, ... no me cabe duda que en su caso me gustaría encontrar alguien que fuera capaz de aparcar temores y timideces para ofrecerme uno de esos detalles que hace cruzar la frontera del compañerismo a la amistad: la capacidad de consuelo, el apoyo en el momento difícil, el cariño materializado en hechos. Es verdad, ante el dolor, la enfermedad y la muerte lo único que puede convertir la desazón en paz, el hundimiento en esperanza es recordar que Dios nos lo ha prometido, saber que hay algo que da sentido a todo. Ni uno ni otro sobrevivieron al cáncer, pero sin duda hace ya tiempo comprobaron directamente que lo que dice el Salmo es verdad.


El Señor es mi pastor, nada me falta.

En prados de hierba fresca me hace reposar,

me conduce junto a fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas.


Me guía por el camino justo,

haciendo honor a su Nombre.

Aunque pase por un valle tenebroso,

ningún mal temeré,

porque Tú estás conmigo.

Tu vara y tu cayado me dan seguridad.


Me preparas un banquete

en frente de mis enemigos,

perfumas con ungüento mi cabeza

y mi copa rebosa.


Tu amor y tu bondad me acompañan

todos los días de mi vida;

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término.


Psalmo 23


8 comentarios:

Mariapi dijo...

Gracias por recordarme hoy este salmo.
La primera vez que lo "escuché", aunque lo hubiese oído muchas, fué en la película "el hombre elefante"...recitado por aquella figura monstruosa rezumando amor y paz, me impresionó tanto que suelo leerlo a menudo.
Mil gracias Modestino.

Modestino dijo...

Gracias a tí por aparecer por aquí, unas cuantas veces necesitamos recordar este Salmo ... y no pocas nos olvidamos que está ahí puesto.

Un saludo¡¡¡¡

Susana dijo...

Me encanta ese salmo. Yo no podría ya vivir sin Fe. Un beso.

Modestino dijo...

Otro beso, Susana.

Driver dijo...

El Salmo rebosa poesía y esperanza.
Gracias por recordárnoslo.
...
Existe ciertos escritos sagrados a los que soy especialmente receptivo; es el caso de S. Juan, representado en la iconografía cristiana por un águila, pues su lenguaje poético se eleva sobre la humanidad.
Es éste un don de determinados textos, que se imponen al paso del tiempo, de las costumbres y de las diversidades culturales.
Auténticas joyas, que leídas con entusiasmo y escuchadas con solemnidad, llevan a los cerebros cansados hacia los remansos de paz, donde sin duda fueron escritas.

Todo un don.

Modestino dijo...

Remansos de paz ... buena falta nos hacen.

Gina dijo...

Bellísimo!...en momentos de aflicción devuelve la calma y la esperanza. Gracias, no pude evitar emocionarme. Besos

Modestino dijo...

Bienvenida por estos pagos, Gina.