27 de enero de 2010

Sin techo



Cuando voy al trabajo me encuentro a veces con un amigo con quien comparto buena parte del camino; como tiene una conversación fácil y grata y sus comentarios sobre temas varios suelen ser agudos y atinados el tramo que hacemos juntos, que suele ser el que va de la esquina de Juan XIII con la calle San Jorge al cruce del Coso Bajo con la Plaza Inmaculada, se hace bastante más ameno de lo habitual. Ayer, entre otros temas, hablamos del problema de quienes ahora denominamos "los sin techo", pues el lunes hubo un reportaje en televisión que al parecer fue estremecedor.

Llevamos varios días justificadísimamente impresionados con la tragedia de Haití, pero ésto es algo que no nos puede llevar a olvidar que muy cerca nos encontramos con dramas que, sin tener los caracteres de catástrofe global de lo ocurrido en el país centroamericano, son equiparables en lo personal. El mismo estremecimiento que sentimos ante las imágenes de horror y desolación que se ven en la pantalla y ante los desastres que se leen en los diarios, deberíamos sentir ante los panoramas que a diario observamos en la calle, de manera especial en las grandes ciudades. Lo que pasa es que posiblemente nos hemos acostumbrado a la situación y casi nos suena a realidad cotidiana, a "cosas de la vida".

Es curioso cómo se ha elevado el nivel de vida de la gente: España no es que haya dejado de ser el país desolado de la posguerra, sino que no tiene nada que ver con la realidad social que yo conocí cuando empecé a dar mis primeros pasos conscientes en la vida; pero junto a ello, siguen existiendo, paralelamente al resto del tejido social que prospera y se defiende, realidades de miseria extrema, algo que no ha llegado con la crisis -aunque ésta las agudicé-, sino que han existido siempre, muchas de ellas desarrolladas al hilo del mismo progreso.

No me veo capaz de hacer un análisis a fondo de cómo se puede llegar a vivir en condiciones infrahumanas, imagino que habrá causas variadas: las drogas, la enfermedad, la soledad, el alcohol, la demencia, ... pero lo cierto es que hay situaciones que, nos guste o no, han entrado a formar parte del paisaje, y no son ni gratas, ni buenas ni prescindibles, es decir, no podemos hacer como si no existieran. Y es que en ocasiones vamos por la calle, por la vida demasiado deprisa, sin mirar al lado o haciendo como si no vemos, metidos en nuestros problemas y atribuyendo a otros la función de arreglar los de los demás.

Con frecuencia se escucha que quien está en la calle es porque quiere o porque se lo ha buscado, pero no es excusa suficiente; por un lado, ¿quienes somos nosotros para juzgar quien se merece caer en desgracia y quien no?, por otro, a muchos nos consta que hay personas que solamente están en desamparo por la fatalidad y la desdicha. Muchos de los personajes sucios y desarrapados que contemplamos en calles, plazas y mercados son personas con enfermedades mentales cuya familia o no existe, o no les quiere cuidar, o no puede hacerlo pudiendo, es incapaz de controlarlos; son situaciones que ponen de manifiesto que en el mundo civilizado siguen existiendo lagunas, continúa habiendo vacíos legales y, sobre todo, ausencia de medios materiales adecuados para subsanar determinadas carencias.

Pero existen personas entregadas a la causa, reductos de bondad y generosidad capaces de hallar petróleo; y generalmente -es mi limitada experiencia e imagino que habrá otros- estas personas las encuentro entre quienes se trabajan con fundamento en el deseo de poner en práctica el mandato evangélico; me viene a la cabeza la célebre anécdota de la actriz que acudió a Calcuta a visitar a la Madre Teresa y al ver como ésta atendía a un moribundo lleno de llagas y suciedad le dijo que ella no haría eso ni por todo el oro del mundo, a lo que la monja contestó que ella tampoco. He comprobado el ejemplar y envidiable trabajo de los Hermanos de la Cruz Blanca, de determinados párrocos, de quienes dedican su tiempo a instituciones como "Cáritas" o "Manos Unidas" y tengo bien claro donde hay que buscar el ejemplo a seguir. Cuando vivía en Tarragona tuve ocasión de presentar una conferencia que dio una monja, creo que se llamaba Madre Angélica, que se dedicaba a atender a drogadictos y enfermos de SIDA en los lugares más marginales de Barcelona, fue una experiencia completamente aleccionadora.

Me parece que de vez en cuando necesitamos volver sobre nuestros pasos y mirar tanto a los demás como a nuestro interior, así descubriremos muchas cosas pendientes de hacer.


11 comentarios:

Máster en nubes dijo...

Y estos días con el frío... En fin. Pero sí, hay gente que ayuda y hay que ayudar. Los sin techo que llaman, los mendigos, son un mundo dentro de éste, en fin. Gracias por recordarlo.

Modestino dijo...

Tiene que ser tremendo dormir en la calle con los fríos polares de este invierno.

Mª Dolores dijo...

¡Cuánta razón hay en tus palabras! Muy interesante tu post. Con tu permiso voy a enlazarlo para poder seguirte.
No está de más que de vez en cuando alguien nos recuerde que ahí fuera, donde casi nunca miramos mucha gente duerme literalmente en la calle. Algunos lo quieren así. En mi barrio hay un hombre que para nada quiere ir al albergue municipal y le vemos donde puede envuelto con cuatro trozos de tela. La policía local más de una vez ha querido llevárselo, pero no quiere. No podemos obligarles a que cobijen, pero que no tengan un techo para dormir y un plato de comida caliente... en fin ...que todo es muy complicado.

sunsi dijo...

Cuando los veo paso vergüenza... de mí misma. Muchas veces pienso por qué no soy capaz de ver a una madre y a una criatura"sin techo" y decirles..."venid a casa; comeréis caliente..." Es cierto que son muchos y todo no caben. Pero 1 + 1 + 1... y entre todos...No se arregla la raíz del problema. No obstante, sí se aliviaría durante un espacio limitado de tiempo la falta de amor y de arropamiento.

Pasamos... de largo. Y no decimos nada.

Me da vergüenza.

Gracias por el post, Modestino

Modestino dijo...

Ante todo, Mª Dolores, un saludo de bienvenida a esta tu casa. Sí, todo es muy complicado y no hay solución fácil; pero tal vez ya empieza a ser algo el que no nos acostumbremos, el que seamos capaces de reaccionar con caridad, en el sentido más alto y profundo de la palabra.

Al primero al que intento recordar la situación es a mí mismo, porque estos post tienen muchas veces más de autocrítica que de llamada de atención.

Sunsi, no creo que se trate de llevarse a nadie a casa, no me parece que sea el sistema. Eso sí, conozco gente que echa una mano, de esos que no llaman la atención, y en concreto en Tarragona.

Brunetti dijo...

Cuánta razón tienes, Modestino: hay mucha gente (más de la que imaginamos) que se desvive por ayudar a los más desamparados y que lo hace de manera casi anónima, porque no les gusta que se entere nadie.

Tú sabes mucho más que yo de todo eso, amigo, pero a mí me encantó enterarme de la existencia de esas personas tan generosas que tienen rostro y que pululan cerca de nosotros porque son vecinos, conocidos, familiares, colegas.....

Mientras haya gente así, no todo estará perdido.

Mariapi dijo...

Gracias, por esta "colleja" en la conciencia.

Modestino dijo...

Por supuesto que no todo está perdido, al revés: el bien acaba triunfando, aunque a veces sea por caminos complicados.

Como ya he dicho, Mª Pi, la colleja es primero para mi propia conciencia.

ana dijo...

Conversación de la película El año que vivimos peligrosamente...

Billy _ S. Lucas, capítulo 3, versículo 10. ¿Qué debemos hacer?... Tolstoi preguntó exactamente lo mismo. Incluso escribió un libro con ese título. Estaba tan indignado por la pobreza que veía en Moscú que una noche fue a los sectores más pobres y repartió todo el dinero que tenía. Usted podría hacer eso ahora. Cinco dólares son una fortuna para cada una de estas personas.

Guy _ No serviría de nada, no sería más que una gota en el océano.

(...)

Billy _ Bueno, en mi opinión uno no deber ver los problemas de manera global, debe hacer lo que puede para aliviar las pequeñas miserias que se le presentan cotidianamente.

Billy tenía como obsesión una sola pregunta ¿Qué debemos hacer?... ahora, aquí y ahora.

Es todo un tipo, Billy, una inmensa sombra de oro. Las sombras de oro son las de aquellas que nos acercan a la esencia de las cosas y su reposo en el mundo. También nos hacen llegar a la esencia de cada persona, sea como sea.

Aquí en León, Billy, se llama Hermana Carmen. Gracias a ella, los demás sabemos dónde y cuándo podemos ayudar un poco en ese aquí y ahora. Y siempre, por desgracia, hay alguien que necesita algo no ya que nosotros tenemos, sino que encima nos sobra.

Así, desde mi unidad de trabajo, recogimos ropa nueva, de esa que los peques ya no ponen... y los níños de la hermana Carmen van guapísimos. Qué hacía esa ropa tan bonita en un cajón del trastero! Nada.

Otra persona inmensa; Montse. La señora que cuida a mi hija. Tiene por costumbre comer en Navidad lo que normalmente come durante todo el año, lentejicas, garbancillos... Calcula la diferencia en el gasto, lo que más o menos ha ahorrado por no comer ni lechazo, ni langostinos, ni "puturrúdefuá". Va donde la hermana Carmen y le preguntá qué familias necesitan una buena compra en el ultramarinos. La hermana Carmen hace el listado. Ella lo compra, lo deja en el supermercado a nombre de la hermana Carmen, ésta se encarga de dar la dirección de esas personas. Así, anónimamente, sin que tu mano derecha sepa lo que hace la izquierda, ni quién, ni dónde, ni cuándo ni por qué. Con silencio.

En fin... me han colocado al lado de personas que me han enseñando a ser más práctica, a no tener sólo conceptos en la cabeza. Hoy quería hablar de ellas... estoy convencida que no son dos ni tres. Gracias a Dios, algunas de ellas están a mi lado.

Modestino, emocionante post.


Y ya siento que este comentario sea así... tan extenso. No he podido menos...

Modestino dijo...

Billy, Hermana Carmen, Montse,... testimonios de que es posible hacer el bien, y sobre todo eso de la mano izquierda que ignora a la derecha.

Tu comentario no resulta largo, resulta animante.

sunsi dijo...

Modestino. Conozco a alguna persona que lo hace... Fathi, un subsahariano roto por el dolor y el hambre, comió en casa de mi amiga. Se pudo duchar. Se puso en contacto con gente que pudiera ayudarlo. Ella lo sacó de ese rincón cerca del Balcón donde estaba acurrucado llorando. Y supongo que muchas personas pasaron de largo. Es la gota en el Océano.

Ya sé que no es lo habitual. Que generalmente lo hacen personas con una dedicación específica. Pero... Ahí queda este pero que pincha un poco.

Un saludo