En los últimos tiempos ha arraigado en muchos el tic del "yalodecíayo"; desde que se acentuó la crisis dejamos de vivir en los mundos de yuppie y muchas mañanas nos despertamos con noticias tremendas que hablan de paro, déficits crecientes, corrupción a "tutiplén", trampas, abusos y demás. Parece que se nos han derrumbado los mitos, despertado la conciencia crítica -buena cosa sería si encaminaramos bien el tema y nos autoincluyéramos- y nos hemos apuntado a la fila de la indignación. Tengo bien claro que hay motivos para tanto enfado y desilusión, aunque en ocasiones no pueda evitar sorprenderme escuchando y leyendo según que cosas a según quienes.
Soy aficionado a escaparme en cuanto tengo un rato a las librerías locales y cercanas para dedicar un tiempo al cotilleo literario en torno a los últimos libros y publicaciones salidos al mercado, garbeo que también caigo en la tentación de efectuar vía internet: uno se sorprende comprobando la cantidad de blogs y páginas web dedicadas a hablar de libros y es buena tarea seleccionar los mejores. Me ha llamado la atención la gran cantidad de libros, generalmente bastante breves de extensión, escritos por literatos, sociólogos, politólogos, periodistas y demás dedicados al análisis de la actual crisis social, política y ecónomica; en ellos se realizan diagnósticos en plan "yo tenía la clave y no me hicieron caso", se critica sin piedad todo lo hecho hasta ahora -por supuesto sin distinciones ni matices- y se invita a la revolución, aunque no todos interpretan el término y la forma de realizarla de la misma manera. Por supuesto, habrá que aprender a separar el grano de la paja, no habremos de ser tan cazurros como para cerrar los ojos a lo que se ha hecho mal y podremos encontrar entre tanta publicación "indignada" autores que verdaderamente tienen cosas que decirnos y soluciones honestas e inteligentes que aportar. Pero no tengo ninguna duda de que estos tiempos, muy adecuados para innovar, proponer y promover cambios -a ser posible a mejor- y abrir los ojos a quienes han estado obnubilados por burbujas de todo tipo, también son propicios para que proliferen vendedores de humo, inventores de la historia y aprendices de jacobinos.
En todas las situaciones surgen los oportunistas, y de la misma manera que ante unos juegos olímpicos o un mundial de fútbol, baloncesto o hockey hierba unos cuantos caen en la tentación de endosarnos tratados sobre el olimpismo o los deportes colectivos escritos con tanta improvisación como falta de rigor y conocimientos, también en los tiempos convulsos aparecen aprendices de redentores que, en términos evangélicos, casi podemos definir como falsos profetas.
4 comentarios:
Yo lo que no entiendo es cómo publican tantos libros sin sustancia. Un beso.
Se sobrevalora la causalidad( yo fiel "austeriana" creo en el azar) y reconozco que esa sobrevaloracion viene de nuestra propia necesidad de sentirnos seguros.
Se ve que publicar un libro debe de ser asequible, Susana.
Un debate "austeriano" seguro que anima a unos vuantos visitantes habituales de este blog.
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