21 de mayo de 2013

La solidaridad discreta


"Porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra; (Mt. 26.11; Mr. 14.7; Jn. 12.8) por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra." (Deuteronomio, 15.11).

Son tiempos difíciles y hay mucha gente que lo pasa mal; no obstante siempre hemos tenido cerca a gente necesitada, lo dijo Jesucristo y consta en los cuatro Evangelios (Mt. 26.11; Mr. 14.7; Lc. 22.1; Jn. 12.8). Es posible que la prosperidad económica nos cegara e incluso que alguno pensara que el que no tiene dinero es porque no quiere, así de necios somos a veces los hombres. De cualquier manera, ante la necesidad ajena, y con la obligación de cada cual de buscar una sociedad más justa y una distribución más equitativa de los bienes, surge ese fondo bueno que siempre hay en las gentes y brotan iniciativas solidarias, se consolidan las que siempre ha habido y quien más quien menos se plantea cómo puede echar una mano. También, todo hay que decirlo, es el tiempo de algún que otro "figurón" que busca la foto en el diario, de quien se pone sus medallas en las redes sociales oreando ante la mirada del resto de la gente sus buenos sentimientos e incluso de algún predicador contemporáneo que echa broncas en la cola del super a quien no echa una mano al pedigüeño.

Siempre he conocido personas ejemplares en esta cuestión; gente que ha dedicado buena parte su tiempo -de algunos podría decir que su vida entera- a echar una mano a quien lo necesita, a volcarse con los pobres, los inmigrantes, los presos, los enfermos solitarios, ... con todos los que forman esa parte maltratada de la sociedad, ese sector que no ha tenido suerte, que ha quedado arrinconado en el agujero de la miseria y la marginación. Se trata de personas a las que he admirado, y buena parte de esa admiración tiene su causa en dos razones: la convicción y el cariño con el que realizaban su labor y el hecho de hacerlo calladamente, sin relumbrón, sin pregonarlo con trompetas y tambores, sin lucir estandartes que anuncian su filantropía, sin echar en cara a nadie sobre lo que hacen o dejan de hacer.

Yo pienso que la clave son las convicciones, basta con tener bien claro que el otro es igual que tú, que cambian las circunstancias, pero la dignidad personal es la misma. Recuerdo a una persona que conocí en Tarragona -comienzo a repetirme mucho y ya la he citado en otras ocasiones-, ella veía a Jesucristo en los pobres, en los presos ... y le daba igual cualquier otra circunstancia, para mí es un buen ejemplo, cuando empiezas a hacer distinciones se acabó lo que se daba. Puede haber muchos otros motivos ideológicos que muevan a la solidaridad, algunos, sinceramente, me dan cierto miedo, porque me suenan a odio, a revancha, pero cada cual se mueve por convicciones respetables. Eso sí, insisto en que no es siempre más solidario quien más se exhibe.

11 comentarios:

Driver dijo...

Ciertamente el grado de necedad no tiene límite superior, siendo yo el primero en tenerlo y elevarlo a la categoría de costumbre.
...
Hace un par de meses acompañé a mi hermana para buscar el colegio de monjas donde estudió de pequeña en Madrid.
Nos dimos un paseo por el barrio de Chamberí, en Madrid; tratando de localizar el edificio educativo.
Preguntamos a varios vecinos, pero el tiempo transcurrido era tal (cincuenta años), que no acabábamos de dar con el edificio.
A las once de la noche, con un frío glaciar, vi sali a tres monjitas de avanzada edad de un zaguán.
Tras saludarlas les pregunté por el edificio escolar; no lo sabían localizar, pues ellas, en los últimos cincuenta años habían rodado por numerosas poblaciones de España.
Tenían prisa, iban a visitar enfermos, y por lo intespestino de la hora supongo que a pasar la noche con ellos.

Y entonces fue cuando recordé, sentí, la amplitud de mi infinita necedad.

Me dio qué pensar.
Me dio motivos para actuar.

Susana dijo...

Suele ocurrir que los que más hacen son los que menos dicen. Precisamente forma parte del mérito de su obra, como la viejecita del óvalo del templo. Un beso.

Modestino dijo...

Si, Driver, de monjas ejemplares se puede hablar mucho, pero ellas no suelen tener un spray para difundir sus acciones, en cambio vende mucho difundir errores aislados,

Modestino dijo...

Obolo, Susana .., una parabola ilustrativa.

Anónimo dijo...

Empecemos por ser justos, y despues de haberlo sido seamos caritativos si es preciso, pero que contribuir con nuestros actos a una sociedad injusta no sea lo que nos permita hacer caridad y presumir de ella.
"La justicia es la primera vía de la caridad o, como dijo Pablo VI, su «medida mínima», parte integrante de ese amor «con obras y según la verdad» (1 Jn 3,18), al que nos exhorta el apóstol Juan. Por un lado, la caridad exige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de las personas y los pueblos."

que dificil la vida sin ti dijo...

¡¡Hola Modestino, perdona mi ausencia! tengo la vista un poco chunga y me la estoy cuidando lo que puedo.
Pero este post era obligatorio leerlo, decir "me ha encantado" me parece frívolo, pero tú ya me entiendes ¿verdad?.
Muchas gracias amigo mío.
Un fuerte abrazo
Asun

Modestino dijo...

Gran cita. No obstante no creo que hacer el bien -al menos intentarlo- obstaculice la justicia social. Es un tema profundo, desde luego ... y tambien habra que tener en consideracion lo que se entiende por ese logro, mas en concreto la forma de conseguirlo.

Modestino dijo...

Te entiendo y te agradezco Asun, otro abrazo para ti.

Anónimo dijo...

Se que no es el tema de la entrada pero me ha dado por reflexionar en ese sentido; quienes presumen en mi profesion de llevar un asunto pro bono mientras se ganan la vida día si y día también defendiendo causas mezquinas por todos los medios al alcance.
Y no pienso que quieran lavar su mala conciencia es que no tienen conciencia y si un sentido muy agudo de la conveniencia.

Anónimo dijo...

No se si hay mas hambre física en el mundo o mas soledad,frialdad y falta de empatia con el próximo

Modestino dijo...

Desde luego hay mucho de lo segundo.