7 de febrero de 2012

La decadencia y los temores

Estoy terminando de leer "La marcha Radetzky", la ópera prima de Joseph Roth y un magnífico y demoledor dibujo de la decadencia del Imperio Austro-húngaro; en dicha novela, de la que no tardaré en hablar extensamente, se nos muestra a unos personajes que sobreviven en medio de ese declive, inconscientes del mismo y aferrados a una vida y unos usos caducos e insalvables, erradamente convencidos de que nunca pasa nada y ajenos al drama que se les viene encima. A mí esa situación me ha recordado a la Europa actual y, más en concreto, en cuanto es algo que contemplo en vivo y en directo, a nuestro país. Cada vez estoy más seguro de que estamos viviendo el final de una época, de que muchas de las cosas que hasta ahora nos parecían intocables no sólo han comenzado a desestabilizarse, sino que están muy cerca de derrumbarse definitivamente. Hasta hace bien poco instituciones como la Monarquía, la democracia parlamentaria o el sistema financiero las considerábamos indiscutibles, andábamos por la vida seguros de vivir en el lugar ideal y de estar firmes y arraigados en la zona próspera del planeta. Ha bastado una crisis económica de dimensiones llamativas para que todo haya entrado en zozobra, la duda se haya instalado en el ambiente y seamos cada vez más conscientes de que la tierra que pisamos no es firme sino inclinada y pantanosa. Y pienso que el gran problema no es precisamente tal crisis, sino la ausencia de soportes morales que nos hace incapaces de reaccionar y nos somete frecuentemente a un miedo al futuro derivado de la contemplación de la fragilidad de lo que entendíamos sólido.

Mi generación, como las posteriores, ha vivido siempre envuelta en la comodidad y la ausencia de problemas importantes; las guerras las hemos vivido de lejos y, con mayor o menor holgura, la inmensa mayoría hemos tenido siempre las judías en el plato, la enseñanza accesible, la playa cercana y la televisión puesta. Quienes como yo nacimos avanzada la década de los 50 vivimos casi todos una infancia feliz, ajenos primero a las veleidades políticas y expectantes e interesados después en los sucesivos eventos que trajeron consigo la transición democrática y tantos acontecimientos de todo tipo ocurridos en nuestra historia reciente. Por eso nos puede suceder que empiecen a flaquearnos las piernas cuando llegan los tiempos de la inquietud y los sudores fríos, y es que en el fondo nos entra el miedo a perder privilegios, a que la vida ya no sea tan cómoda y a que lo que hasta ahora parecían argumentos demoledores e irrefutables ya no lo sean tanto. Pero me temo que estamos ya en el punto de no retorno y ya no cabe recurrir a nuestra posición, a nuestros logros y a nuestros derechos adquiridos, porque cada vez se cuestiona más casi todo y nos acercamos a una época nueva, radicalmente distinta a la vivida hasta ahora, esa forma de vida que nos parecía la única válida. El problema está, desde mi punto de vista, en el peligro de que el cambio llegue con la fuerza de una riada que asola por donde pasa mientras se han evaporado los principios morales sólidos y no aparecen líderes válidos y creíbles para enarbolar su bandera.

Yo soy más bien cobarde y poco amigo de que cambien las cosas, pero no puedo negar que detrás de eso se esconde ese egoísmo tan propio de la naturaleza humana; por eso me voy haciendo a la idea de que muy posiblemente nos toque comenzar a vivir de maneras muy distintas a las que hemos conocido hasta ahora y que más vale agarrarse a la fe, que en el fondo es lo que nos tiene que sostener pues no se si Dios andará contento de nosotros, pero más vale que contemos con El, que vienen curvas.

21 comentarios:

Driver dijo...

No creo que seas cobarde.
De momento ser cronista de la realidad que nos rodea y contarlo, me parece un acto de valentía.
Relatarlo sin demasiada acritud, es un segundo paso positivo, pues no veo que te dejes llevar por la asidua costumbre de arremeter contra nadie, pecado tan propio de los paises latinos.
Y en tercer lugar,
veo que tu capacidad de análisis pervive intacta, habiendo localizado algunos puntos que son determinantes para cambiar.
...
Concluyo con que tú serás de los primeros en adaptarse a los nuevos tiempos, pues has dado ya tres pasos muy importantes.

Es posible que nos haya tocado vivir tiempos fáciles, y que lo que viene por delante es impredecible, confuso e incierto.

Pero de cobardía, nada de nada.
Tal vez nos de un poquito de pereza pagar los platos que otros han roto, y al no sentirnos culpables del cataclismo que la visión de la vajilla destrozada nos causa, nos sumamos a un desconcierto amplio.

Pero ante la visión de un futuro desesperanzador, tenemos la posibilidad de ver de qué pasta estamos hechos, qué principios gobiernan nuestro quehacer, y sobre todo, exprimir nuestra imaginación al máximo.

Retos que sin la crisis, nunca habríamos enfrentado.

¿Despistados?, posiblemente.
¿Mal dirigidos?, seguramente.
¿Un poco deprimidos?, lo admito.

¿Cobardes?, ni de coña.

¿Acaso no nos levantamos cada día e intentamos hacer un trabajo digno, sin deber nada a nadie, rezando nuestra oraciones y propagando los principios en los que creemos?

Como en el ciclismo, el fútbol y las carreras de fondo, lo importante es mantener el ritmo; y no dejarse llevar por el fatalismo de una caída de bruces en la subida al puerto de primera categoría.

Somos atletas, no nos dopamos y contamos con una trayectoria digna.

Pedaleemos pues.

Con una figura digna, ascendiendo la rampa, tenemos ejemplos que imitar.

Aunque tengamos que poner la pegatina de nuestro Cristo en la bicicleta, para no desfallecer.
Y para no olvidarnos de lo que nos enseñaron.
...
Aunque te parezca raro, no soy especialmente optimista; trato de no olvidar quién nos ha invitado a esta fiesta.
Y me cuesta mucho, la verdad.
Como todo lo que perece la pena.

Modestino dijo...

Te agradezco tus palabras, Driver, pero algo de cobardía tengo respecto al futuro; lo que pasa es que es bien cierto que al final uno se pone el traje de "superviviente" y se acaba adaptando a lo que viene.
Por otra parte, sigo convencido de eso de que Dios aprieta pero no ahoga, y trarto de ser providencialista.
Eso sí, conforme cumples años, a la vez que adquieres cierta serenidad y madurez ante estas cosas, también te puede pillar más cansado.
Y, sobre todo, no hay que volverse egoísta y no olvidarse nunca que hay otros que lo pasan peor.

Driver dijo...

Convencido estoy que la providencia se basa en algo tan sencillo como la anticipación.
Si somos capaces de dar el primer paso en actitudes desprendidas, solidarias y llenas de sentido común, al final cabecearemos el córner, zafándonos de la presión de la defensa.
Observando a los defensas del Barsa, metiendo goles al Real Madrid, también se aprende.
De vez en cuando, hay que perder un partido para poder ganar una Liga. ;)

ana dijo...

Que hayamos tenido una vida fácil no nos ha de convertir en ilusos. Tampoco en almas soberbias que crean que tienen lo que se merecen. La vida es cruel en la mayoría de los escenarios del mundo. Y en el mundo, hay demasiadas personas inocentes que sufren lo que jamás merecerían.

No tenemos más que asomarnos a un telediario... y verlo. La mirada de los seres humanos en cualquier lugar difícil del planeta no tiene nada que ver con nuestros ojos. Su escenario en nada se parece al nuestro. Y son inocentes.

Acercarse al mundo, a la experiencia de los otros, de quienes vivieron antes, es una manera de aprehender el mundo, la vida, los puntos cardinales básicos para que el alma no se atrofie.

Joseph Roth desde luego es una opción fantástica. Me fascinó La Marcha Radeztky, pero no menos La Cripta de los Capuchinos. Soberbias las dos.

Tampoco te dejes en el tintero La leyenda del Santo Bebedor... en fin. Que hoy has escrito sobre uno de mis autores de cabecera.

Observar el mundo desde las palabras de mentes tan excepcionales como Joseph Roth, Stefan Zweig, Hanna Arendt, María Zambrano... Gracias por traer a uno de mis preferidos a tu casa.

Saludos.

Modestino dijo...

De "La marcha Radetzky" hablaré en exclusiva en breve, aunque ayer cuando tenía casi hecho el post se me borró todo ...

paterfamilias dijo...

Me ha encantado esta entrada. Aunque quede muy pretencioso por mi parte, pienso lo mismo, pero no soy capaz de explicarlo tan bien.

Es cierto que se tambalean muchas cosas que hasta ahora eran (o nos parecían) inamovibles. También somos conscientes de que todo nuestro mundo se puede venir abajo. Ya no vemos tan lejos aquellas terribles imàgenes de cualquier punto del mundo que aparecen en un noticiero.

Recuerdo que cuando éramos niños mi padre siempre decía "sois hijos de la abundancia"

Modestino dijo...

Cuando ves las miserias del tercer mundo, las guerras, el hambre ... siempre piensas ¿por qué a mi no?, es toda una pregunta.
Y aquí nos quejamos de vicio.

Susana dijo...

Nos hemos malacostumbrado a la comodidad, pero eso no significa que haya que romper con todo. Dios nos libre de los que quieren empezar de cero. Un beso.

Modestino dijo...

A mí tampoco me inspiran confianza quienes quieren cambiarlo todo ... pero a veces no es que queramos o no, es que lo vemos venir.
Un saludo¡¡¡

sunsi dijo...

Te he leído despacio y te iba contestando. Ahora no sé si voy a saber escribirlo. De entrada, estoy con Driver. De cobarde nada...

Esa realidad que ya venimos constatando desde hace un tiempo y que tú denominas decadencia - creo que con mucho acierto- ya se ha instalado en nuestra sociedad y no hay camino de vuelta. Es la constatación de que no existe suelo firme. O aprendemos a caminar pegando saltos o caput.

No sé si sabré expresarlo con la exactitud del pensamiento -"intelijencia dame el nombre exacto de las cosas..."-. Diría que llevan mucho camino recorrido los que en la llamada sociedad de bienestar no lo han tenido aunque aparentemente no se ha notado; los que han convivido junto al dolor en cualquiera de sus manifestaciones y han buscado dentro de sí mismos el puntal que jamás se mueve aunque llegue un "tsunami"... Me parece que habrá que hacer un repaso a la historia de nuestros antepasados, más sabios que nosotros, que supieron adaptarse a los cambios en condiciones mucho peores que las nuestras. Igual habrá que desgranar todo lo que conforma la existencia y separar y asumir lo importante de lo innecesario.

Gracias por este post, jurisconsulto.

Modestino dijo...

No se sí las nuevas generaciones saben distinguir claramente lo importante de lo innecesario.

tomae dijo...

...pues me has recordado los tiempos de Sisí emperatriz y de su historia de amor con el bueno de Francisco José y como aquella bella emperatriz sentía aprecio por su pueblo, que tenía hambre y les faltaban tierras, y como la inocente Sisí quería establecer los principios del estado del bienestar en aquel imperio ...

Tintin dijo...

Apocalíptico.Cíclico.Inevitable.

Las democracias deben ser defendidas y valoradas a pesar de los muchísimos defectos que tienen.

Ánimo!No hay mal que - en nuestro caso ya - 50 años dure.

Modestino dijo...

Sisí emperatriz no era la mujer del Archiduque Francisco Fernando, heredero de Francisco José y asesinada con éste en Sarajevo?.

Modestino dijo...

Yo también pienso que la democracia es el menos imperfecto de los sistemas, aunque ahora lo cuestionan algunos que antes aseguraban luchar por ella.

Anónimo dijo...

Francisco Fernando, Archiduque de Austria-Este _18 de diciembre de 1863/28 de junio de 1914_,era el heredero al trono austrohúngaro. Su asesinato en Sarajevo precipitó la declaración de guerra de Austria contra Serbia que desencadenó la Primera Guerra Mundial.

Francisco José I de Habsburgo-Lorena _Viena, 18 de agosto de 1830/Ibidem 21 de noviembre de 1916_ Emperador de Austria, este es el esposo de Sissi.

Modestino dijo...

Muchas gracias por la aclaración, andaba despistado.

Brunetti dijo...

Veo que hoy estáis todos muy sesudos. Y pesimistas. Y, como dice Tintín, apocalípticos.

Tengo muy claro que en un futuro muy próximo se van a producir cambios esenciales en nuestra sociedad. Lo que no tengo tan diáfano es que nosotros vayamos a presenciarlos porque, en realidad, ¿cuántos años nos quedan de vida digamos 'útil' a los que pululamos por tu blog? ¿15, 20, 25 años a lo sumo?

En ese tiempo dudo que la mayoría de nosotros asistamos en carne propia a lo que me temo que será el futuro de nuestra querida Europa. No me refiero ya a los cambios en los sistemas financieros o de concepción del Estado o de la democracia, que también; me refiero a la hegemonía que ya empieza a atisbarse en el horizonte del pueblo y de la raza chinas.

Llámame racista, o agorero, o loco. Pero créeme que no me apetecería nada, pero es que absolutamente nada, vivir en una sociedad gobernada o dirigida por esa gente.

Antes muerto que `achinado`.

P.D. Qué grande, Joseph Roth.

Modestino dijo...

Yo, amigo Brunetti, intuyo acontecimientos a menos plazo que el que indicas, aunque es bien cierto que conforme cumples años debes relativizar cualquier expectativa de futuro. Nosotros somos cada vez más el ayer.
En cuanto a los chinos, a mí tampoco me entusiasma nada que crezca tanto su influencia.

ana dijo...

Lo dijo Riszard Kapuscinski en una entrevista, que el siglo XXI iba a ser asiático.... así que será mejor ir haciéndose a la idea.

Brunetti, tú que te quieres bajar del carro ... y no sé en verdad la suerte que correremos cada uno, pero tener 75 años, a día de hoy, es ser una persona joven desde el punto de vista de la salud. Hay personas con 75 años que están muy bien. En fin, que lo asiático nos puede dar de lleno, y será sin duda, un encontronazo, porque aquí, de chinos, tenemos nada... y si tenemos que competir con ellos, entonces sí... ya nos morimos, por mucha salud que llevemos en la chepa. ¡¡¡Trabajar como un chino en España!!!, ¡¡¡dónde se habrá visto!!! Y bueno, si la que tienen que competir es la generación que hemos educado nosotros... ahí, ya, río y lloro a la vez, ya ves... ufff... ¡¡qué negatividad de futuro tengo!!

Saludines!!!!

Modestino dijo...

Claro que sí, Ana ... 75 años no son nada y hay que aspirar a llegar a ellos y traspasarlos.

Y respecto a esa nueva generación que se enfrente a los "orientales" ... vete a saber si a lo mejor espabilan y nos dan una sorpresa positiva.