13 de febrero de 2012

Al final la vida te pone en tu sitio

El gran actor británico Alec Guinness cuenta en sus memorias una anécdota personal ocurrida en Londres en tiempos de la 2ª Guerra Mundial. Guiness se había incorporado como marinero a la armada británica y al poco tiempo fue ascendido a oficial. El actor reconoce que nunca se consideró una persona especialmente capacitada para la milicia, aunque al parecer el hombre tenía sus debilidades y en algún momento se le subieron los galones a la cabeza. De esta manera, en una ocasión en la que acudió vestido con su flamante uniforme a una sesión de la ópera, al ver un buen número de damas de todas las edades que iban ocupando sus asientos, le dio por pensar que en ese momento él debía, a la fuerza, llamar la atención y ser la envidia de madres e hijas en cuanto unas desearían  casar a sus primogénitas con un joven como él y otras ser galanteadas por un oficial de marina. Metido de lleno en estas disquisiciones vio como una señora de edad se dirigía a él y enseñándole su entrada le solicitaba que le indicara donde se encontraba su asiento y le acompañara hasta él. Con este sencillo error de la mujer -una auténtica "plancha"- Alec Guinness se cayó del "guindo", aterrizó en el suelo y comprendió que de vez en cuando la providencia te ayuda a despejar vanidades: la buena mujer le había puesto, inocentemente, en su sitio.

A las personas nos pasa en ocasiones lo mismo que al oscarizado protagonista de "El puente sobre el río Kwai" y "El quinteto de la muerte", entre muchos otros films, que nos creemos importantes, nos deslumbramos a nosotros mismos por unos méritos, prebendas o títulos que seguramente hemos magnificado y acabamos cayendo en la cuenta de que lo que hagamos, pensemos o aparentemos importa bastante poco a la mayoría de mortales que nos rodean y, en cualquier caso, lo valoran de manera bien distinta a la nuestra. No obstante frente a estas ridículas actitudes existen dos peligros: por un lado la ceguera que nos puede llevar a no ser conscientes de nuestra fatuidad y, por otro, el que, precisamente por caer en aquélla, vivamos en un mundo aislado y ajeno a la realidad que nos hemos creado y que viaja en dirección distinta y distante al de los otros humanos, tanto que no se cruzan nunca.

En cualquier caso, al final siempre es la vida la que nos acaba poniendo en nuestro sitio, conforme pasan los años, si no te has convertido en una especie de monstruito ególatra -hay que ser muy tonto para esto, pero a veces ocurre- acabas comprobando que los uniformes, las medallas, las pompas y los tratamientos son efímeros, temporales de escaso peso, ... pura chatarra ... y terminas siendo consciente de tu verdadero papel en la vida y en la tierra, cuya relevancia no depende de los galones que ostentes o hayas ostentado.

13 comentarios:

Susana dijo...

Muy cierto. Me gusta la anécdota. Un beso.

Anónimo dijo...

Si,es mas facil subir ,que bajar,aunque para ambas cosas hay que tener la misma dignidad y sabiduria (cosa que no todo el mundo tiene,o tenemos).

Modestino dijo...

Efectivamente es así, y hayan quienes demuestran mayor madurez para asumir subidas y bajadas, aunque la vanidad es bastante innata al hombre y creo que la inteligencia unida a la humildad es la que nos ayuda a darnos cuenta de cual es nuestro papel.

paterfamilias dijo...

Muy buena entrada y muy cierto lo que cuentas.

Enhoeabuena por la victoria del Zaragoza

Modestino dijo...

La victoria del Zaragoza no sirve para mucho, pero devuelve algo de dignidad ... no hemos hablado del cese de Marcelino, creo que ha demostrado que no es mister para equipos como el Sevilla, lo suyo son los modestos... y Michel, de entrada, no me gusta, a ver ...

Brunetti dijo...

Ese tipo de personas que mencionas en tu post de hoy son las que, sin rubor, serían capaces de afirmar aquello de "No me gustan los elogios porque siempre se quedan cortos".

Salud!

Modestino dijo...

Vaya frase!, lo que hay es demasiado tipo encantado de conocerse.

Driver dijo...

Parece imposible pero a veces ocurre al revés.
Un mindungui, vestido de mindungui y con un claro comportamiento de mindungui, es confundido con una alta personalidad.
...
Fui invitado en el Palacio Real a la toma de posesión de España como presidencia de la Unión Europea.
Alguien se equivocó y yo estaba allí.
Yo era el mindungui.
...
Tras una larga ceremonia protocolaria, se terminó el evento con el himno nacional interpretado por la banda de la Guardia Real.
Una veintena de adolescentes que interpretaron el himno con énfasis y profesionalidad.

Los invitados, altas personalidades en su mayoría, pasaron a atacar los canapés y aprovecharon el momento para hacer relaciones públicas.

Como no conocía a nadie personalmente, me lancé a saludar a la banda y a "en nombre del gobierno", felicitarles personalmente tras pedirle permiso al director de la misma.

"Ha interperetado usted el himno nacional con gran sentimiento. Le felicito de veras".

Creo que me salté varios protocolos, pero como los músicoe eran veinteañeros, nadie protestó.

Todos me dieron las gracias afablemente, y me miraron de esa manera que se mira a un embajador que se salta las normas.

Fue un gran momento para mí, no porque me sintiera importante, sino porque me dí cuenta que nadie solía felicitar personalmente a todos los miembros de una banda.

Me sentí feliz.
Bastante feliz, enmedio de aquella barbarie, donde lo único auténtico eran dos decenas de adolescentes tocando el himno de mi pais.
...
Tan feliz como un mindungui.

Modestino dijo...

Habría que profundizar en el concepto de mindungui .... Tienes razón, frecuentemente lo verdaderamente auténtico de estos acontecimientos suele pasar desapercibido a la mayoría, que suele andar pendiente de los boatos y baratijas que brillan.

Driver dijo...

Fíjate que ha pasado el tiempo y todavía recuerdo el pelo blanquecino de la cocorota del Sr. Zapatero, como de envejecimiento prematuro.
Y la mirada cansada del Rey, como la de un padre con problemas.
Y los arrestos que le echó el presidente de Suecia (salía del cargo), diciendo que no se había cumplido casi nada de lo prometido.

A veces me acuerdo de los rostros de estas personas, y cuando veo lo que les ha pasado con el tiempo, me encajan sus caras en sus circunstancias.

Veo que tienes razón, al final la vida nos pone en nuestros sitio, a todos, embajadores, presidente o Reyes.

Modestino dijo...

Y a algunos más ... me parece.

veronicia dijo...

No creo que la vida nos ponga en nuestro sitio, seria tener la visión de que la vida es justa; y no creo que la vida sea justa y dé a cada uno siempre lo que merece.
Dicen que una cosa es lo que eres, otra la que los demás creen que eres y otra lo que tu crees que eres; y que la visión que tienen los demás de ti se acerca más a la realidad que tu propia percepción.
Aunque supongo que a todos nos guste el reconocimiento, ése depende de los demás; yo viviré feliz sabiendo que lo hice siempre lo mejor que supe y no hay medallas para la gente corriente.

Modestino dijo...

La vida no suele ser justa pero frecuentemente sí que te pone en su sitio, otra cosa es que haya quien no se de cuenta ... o no quiera darse cuenta.
A casi todos se nos puede aplicar lo que se dice de los argentinos: que el gran negocio es comprarles por lo que valen y venderlos por lo que se creen que valen.