No se porqué me ha dado por ponerme a elucubrar; tengo un amigo que me dice que Dios que nos ha hecho imperfectos el día que nos toque rendirle cuentas no nos va a exigir perfecciones; pero también tengo otro que considera que esas imperfecciones vienen de nuestra propia maldad y que el juicio final será severo y se nos pedirá cuentas del esfuerzo puesto en mejorar nuestras prestaciones. Salta a la vista que no es bueno conformarse con lo que hay, que para llegar al cielo hay que hacer méritos y que incluso en esta tierra si quieres hacer el bien habrás de empezar intentando ser mejor. Nada más lejos de mi intención que alterar dogma alguno, aunque en ocasiones uno siente la necesidad de plantearse que tampoco se trata de crearlos nuevos.
No se si son los años los que me han convertido en personaje repetitivo, o es algo que me viene de naturaleza, pero ya he consignado en otras ocasiones mis reticencias ante la vehemencia a la hora de hablar de la perfección la excelencia, la virtud suprema, ... y no porque repudie las ganas de superarse y hacer las cosas bien, que es la actitud que tendríamos que tener todos, sino porque me producen cada vez más desconfianza los que salen a la calle con la etiqueta puesta. Hay "perfecciones" que terminan resultando insoportables, posiblemente porque tienen más de exhibición que de realidad, mientras que no debe de ser una barbaridad considerar que la imperfección es el estado con el que habitualmente funciona el ser humano; pongamos buena voluntad, pero que los años nos ayuden a contemplar cada vez con más comprensión e indulgencia las miserias ajenas ... que las propias ya nos encargaremos nosotros de superarlas, o cuando menos llevarlas con dignidad.
8 comentarios:
Ese Dios severo ha hecho tanto daño a la Iglesia...
Pero a muchos les ha convenido que así sea.
Allá cada cual.
Estoy por pasarle el post a mi jefe :-)
Buen post.
Que conste Brunetti que no me refería en exclusiva ni a Dios ni a la Iglesia sino también algunas "perfecciones" no espirituales.
Antes de eso piensa bien de qué pie cojea jefe, Carmen.
La perfección enfocada hacia uno mismo, el afán de mejorarse, no deja de ser un modo de enroscarse, de darse vueltas, y no lleva más que a la imperfección total. Además es irreal. Somos imperfectos, vulnerables, y en esa "debilidad" está nuestra grandeza, la que nos permite crecer y crecer. Solo creo en la perfección del que no la busca para sí, del que no se adorna con ella. ..buena reflexión . Gracias Modestino.
Sutil y acertada distinción¡¡¡. Un saludo Mariapi.
Hola, somos imperfectos, por eso eso es bonito superarse uno mismo, sin la obsesión y sin prisas que a fuego lento se cocina mejor.
si Dios es perfecto por qué no has creado imperfectos?
Me ha gustado eso de a fuego lento, excelente alegoría.
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