Domingo Batet Mestres era el 18 de julio de 1936 general en jefe de la VI División Orgánica de Burgos. Cuando desde África el general Franco dirigió la sublevación del ejército, Batet, que se había entrevistado un par de días antes con el general Emilio Mola, uno de los líderes del llamado alzamiento nacional y recibido la palabra de éste de que no se iba a sublevar, quiso mantener el orden constitucional y no accedió a la petición del coronel Moreno Calderón, su jefe de Estado Mayor, de ponerse al frente de la guarnición sedicente. Batet fue detenido por sus propios compañeros de armas, sometido a consejo de guerra y condenado a muerte, siendo fusilado el 18 de febrero de 1937, a pesar de las gestiones que, en su favor, llevaron a cabo algunos generales como Queipo de Llano y Cabanellas.
Con anterioridad a su último destino en Burgos, el general Batet fue capitán general de Cataluña y general en jefe de la IV División Orgánica. Durante su permanencia en esta zona se distinguió por su respeto a la autoridad civil y al régimen autonómico catalán y una llamativa prudencia al mediar en las tensiones surgidas entre algunos sectores militares y la nueva administración autonómica. El 6 de octubre de 1934, el presidente de la Generalitat Lluís Companys encabezó la insurrección de su gobierno y la decisión de proclamar la República catalana; Batet, catalán nacido en Tarragona desoyó los cantos de sirena de Companys, quien le conminó a ponerse al frente de un pretendido ejército de la Generalitat, y poniéndose a las órdenes de quien detentaba el legítimo poder, el presidente Lerroux, declaró el estado de guerra, tomó la Plaza de San Jaime y ante la violenta respuesta de los Mossos de Esquadra ordenó que se disparara contra el Palacio de la Generalitat y tras cinco horas consiguió la rendición de quienes allí se habían atrincherado.
En una y otra ocasión, Domingo Batet hizo lo que la legítima autoridad y su conciencia le dictaron, asumir su misión de hacer respetar el orden legal establecido, y en ambas ocasiones su rectitud le costó cara. En 1934 se convirtió en maldito para sus paisanos catalanes, pues cumpliendo su obligación cortó las alas del nacionalismo, que había violentado la legalidad constitucional; Batet pasó a ser como el hombre del saco para los catalanes. Casi dos años después, su fidelidad al juramento realizado en su día ya no sólo le supuso ser etiquetado por un sector, sino que le costó la vida.
Recuerdo que la primera vez que conocí la existencia y la historia del general Batet fue leyendo "Tres días de julio", un magnífico libro de Luis Romero, publicado hace más de 40 años y que relata en forma novelada lo sucedido el 18 de julio y los dos días posteriores. Imagino que la biografía y la personalidad de Batet tendrá sus claroscuros, como las de todo hombre y, en concreto, las de aquéllos que protagonizaron esa fase trágica y decisiva de nuestra reciente historia: Franco, Mola, Miaja, Prieto, Besteiro, Calvo Sotelo, Largo Caballero, Casares Quiroga, ... Pero en el caso de Batet, queda reflejada la honestidad de quien siempre intentó cumplir su obligación, aunque en este caso le fuera con ello primero la honra y luego la vida.
4 comentarios:
Gracias, Modestino. No conocía la historia de este paisano de Tarragona. Buscaré en la biblioteca de mi padre; igual encuentro algo.
Feliz viernes y fin de semana.
Ser coherente tiene un precio, en éste caso la vida.
Hubiera encontrado motivos para justificar cualquier otra decisión que hubiera tomado ante los demás, lo mismo que hicieron otros miembros del éjercito; el escollo más grande es ir contra la propia conciencia y poder seguir viviendo considerándose honesto con uno mismo.
He de reconocer que ahora me enterado de que nació en Tarragona, Sunsi.
La coherencia no es cosa frecuente, me temo.
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