Recuerdo perfectamente que el primer partido televisado del que fui consciente enfrentaba al Elche y al Pontevedra, lo vi en la televisión "Iberia" de casa de mi abuela y ante mis ojos aparecía un equipo, el gallego, que vestía íntegramente de oscuro y otro, el alicantino, cuya indumentaria era blanca con una franja horizontal negra en el pecho: el blanco y negro me impedía comprobar el granate de unos y el verde de la raya de otros. Ambos equipos eran entonces inquilinos habituales de la 1ª división y rivales complicados para cualquiera de los clásicos de la categoría. El Pontevedra C.F., en concreto, era un conjunto rocoso y peleón, tanto que en su campo inmortalizó el lema "Hay que roelo", indicativo de que quien quisiera imponerse a los granates habría de sudar duramente la camiseta desde el primero hasta el último minuto, descuento incluido. Hace unos años desarrollé un extenso post en torno al club pontevedrés y a esos míticos jugadores que los niños de la época conocíamos al dedillo: Irulegui, Batalla, Calleja, Martín Esperanza, Neme, Odriozola, ... Pero no pretendo hoy centrarme en el equipo gallego, sino, partiendo de la peculiar figura de su capitán, el lateral zurdo Cholo, homenajear a ese fútbol que conocí de pequeño y que, poco a poco, fue cambiando hasta convertirse en el negocio deshumanizado que contemplamos ahora.
Eduardo Dapena Lis era el nombre real de Cholo, un personaje de aspecto rudo y de lealtad y entrega permanente a los colores del club; fue propietario del número 3 del equipo y del brazalete de capitán durante las seis inolvidables temporadas que el equipo alternó con Real Madrid, F.C. Barcelona, Valencia, Athletic, etc y, como no eran tiempos de grandes fichas y primas, compartía partidos y entrenamientos con su trabajo como conductor en la empresa local de Trolebuses, donde se levantaba a las 5:45 de la mañana. El defensa había jugado antes en el San Lorenzo juvenil, el Nodales y el Vilagarcía y se retiró en 1972, siendo al cabo de casi 40 años homenajeado con el nombramiento de presidente de honor del Pontevedra. Cholo tuvo que marcar a extremos de la talla de Amancio, Ufarte, Argoitia, Canario, Zaballa, ... El legendario jugador contaba en una entrevista como en su primera temporada en Pontevedra su ficha era de 10.000 pesetas anuales, el segundo año subieron a 30.000, después a 50.000, «y lo máximo que llegué a ganar en Primera División fueron 220.000 pesetas al año». Por esta razón Cholo no le perdió la cara al trabajo fijo y siguió haciendo la ruta del trolebus Marín-Pontevedra. Cholo también hablaba de los desplazamientos, recordando que eran interminables: «Cuando íbamos a jugar contra el Barcelona, salíamos en autobús el jueves después de comer, llegábamos el sábado para entrenar; tras jugar el partido del domingo, parábamos a dormir en Lérida, después en Valladolid o Puebla de Sanabria, y estábamos en Pontevedra el martes hacia la noche». A Cristiano Ronaldo y alguno más me hubiera gustado verlos con estos planes.
Pasados 46 años desde que terminé mi primera colección de cromos, me pregunto qué habrá sido de tantos jugadores modestos que en aquella época saltaban los domingos al Bernabeu, Nou Camp, Mestalla, Sánchez Pizjuan, San Mamés, ... sin fichas millonarias ni representantes de lujo, sin usar colonias exclusivas ni mantener contratos con Armani, Nike o Ferragamo, ni ligar con las top-model más actuales ni conducir Ferraris o Masseratis. ¿Qué habrá sido de Juanin, ariete del Córdoba, con una alopecia tan prematura como notable y que se hinchaba de marcar goles domingo tras domingo?; viene a mi cabeza la anécdota de Carlos Lapetra, un niño bien de Huesca que en su primera concentración con la selección B de España se encontró en la habitación del Hotel a un gitano de 1,90 que le decía: "¡Hola!, zoy Mingorance!; me acuerdo del central y capitán del Elche Iborra, un hombre con aspecto de huertano que jugó siempre con los franjiverdes, sin olvidar a Romero, un portero paraguayo que jugó en Español y Sporting y que terminó repartiendo bombonas de Butano a domicilio, nunca más se supo de jugadores que fueron "Pichichi", como el también ilicitano Vavá o el ovetense Marianín, o de Ramón, un extremo que maravilló a mediados de los sesenta en el Hércules y se tuvo que retirar por problemas cardíacos, ... aún recuerdo los nombres que costaba encontrar en aquella colección de la temporada 1966-67: Datzira del Granada, Víctor, Rebellón y Román del Sevilla, Ribada y Joanet del Coruña, Cerezuela, Vallejo y José Jorge del Pontevedrá, Verdú, Casco y Romero del Elche, Sertucha y Pedreño del Sabadell, Ramoní, Miralles y Martínez del Español, Martínez Jayo y Colo del Atlético de Madrid, Lavín y Zorriqueta del Athletic, Encontra del Zaragoza, ... seguramente usaban todo el año las mismas botas, alguno tendría la camiseta desgastada y más de uno acudiría a entrenar en medios públicos.
Ahora los tiempos han cambiado, andamos eufóricos por lo éxitos de la absurdamente llamada "roja", blaugranas y merengues se hinchan de meter goles y dicen, aunque no me lo crea, que la española es la mejor liga del mundo; afloran periodistas que cargan las tintas, pretenden ser imaginativos y crear escuela, les gusta liar las cosas y han perdido la pasión y bonhomía de Matías Prats -abuelo-, la elegancia de Fernández Abajo, el estilo de José Félix Pons y la sabiduría de Enrique Mariñas. Ahora el negocio preside los fichajes del verano, donde ya no es suficiente con el apretón de manos de caballeros del deporte como Luis de Carlos, Nicolau Casaus, Vicente Calderón o Vicente Peris, el premio "fair play" que en su día recibió el extremo Zaballa por echar fuera un balón con el meta rival en el suelo hace tiempo que no cae por estos pagos, ... ahora importan los derechos de televisión, el mercandishing y las comisiones pertinentes, se ponen partidos a las 11.00 de la noche y les importa una higa los niños, los currantes y la paz familiar ... y unos cuantos echamos mucho de menos esos tiempos de los calzones ridículos, los árbitros sólo de negro, los ídolos con un par, la furia española y los cromos de las editoriales Este y FHER.
5 comentarios:
Querido amigo Modestino: entro un momentito a saludar y dejar constancia de mi cariño y admiración ahora que hace un tiempo que no me pasaba por tu casa...ya sabes que yo de fútbol solo sé que me alegro muchísimo cuando gana la Selección y gracias a ti, pues algo más aprendo...
Hasta siempre Jurisconsulto entrañable y compañía muy grata siempre
Asun
Qué hermoso post el de hoy, Modestino.
Para los futboleros de entonces y de siempre.
Recuerdo que, en aquellos tiempos, el cromo que más "valía" entre la chavalería era el de Martín Esperanza.
Y no porque el hombre fuera un superdotado del balón o un ídolo de masas, sino porque su nombre era el más largo.
En cambio, siguiendo el mismo baremo, el que menos "valía" era el del paraguayo Ré, jugador que creo fue del Español (tú me corregirás si no).
Ya ves con qué nimiedades nos entreteníamos entonces, a falta de nintendos y play-estations.
Salud y suerte, amigo.
Bienvenida a ti casa, Asun. Qué alegría saber de ti!
Cayetano Re jugó en el Español y antes lo había hecho en el Barça, con quien ganó el Trofeo Pichichi. En el Las.Palmas jugaban Niz y Lo.
Por cierto que Martín Esperanza hizo sus pinitos como entrenador, llegando a 2ª B: Algeciras, Hospitalet y Lleida. También lo hicieron otros dos miembros del mítico Pontevedra: Irulegui, que estuvo en 1ª con Real Sociedad, Español, Murcia y Villarreal, y Neme, quien entrenó al Salamanca también en 1ª, aunque creo recordar que duró poco.
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