21 de enero de 2012

Un toque humano entre tanto protocolo

Como cada año el pasado jueves viajé a Tarbes, donde asistí a un acto solemne, inundado de protocolos, discursos, vestimentas y personajes investidos de autoridad; si a eso añadimos que lo organizaban los franceses, amantes tanto por historia como por naturaleza de las formalidades y el boato, queda claro que todo fueron solemnidades y ceremonias, algo que lleva su parte de artificialidad y exceso. Ya confesé otras veces que mi dominio del francés es nulo, limitación que trae consigo el que en estas ocasiones ande medio perdido, en un mundo distinto al que estoy habituado a ver, rodeado de gente que o me sonríe con vete a saber qué pensamientos interiores o me mira cual elemento extravagante, ajeno a su ambiente y a su idiosincrasia. No quiero decir que observe hostilidad alguna, pues se trata de gente educada que procura ser amable y valorar que te has levantado a las seis de la mañana y has recorrido 300 km para acompañarles, pero no puedo evitar sentir estar siendo protagonista de un acontecimiento con ciertos toques teatraleso, casi de espectáculo, por mucho que todo ello sea llevadero y lo puedo vivir con tranquilidad y hasta satisfacción: al fin y al cabo sólo se trata de poner buena cara y sonreir cuando procede.

De cualquier manera, cuando el acto oficial se clausura y el personal sale al vestíbulo a disfrutar del cocktail, abundante y bien preparado por cierto, surge la ocasión de disfrutar de un espectáculo mucho más sencillo y natural; el aperitivo, regado con champagne francés -mucho mejor que el cava, no nos engañemos-, es servido por un grupo de jovencitos y jovencitas, aseguraría que ninguno rebasa los 16 años, que deben de pertenecer a algún tipo de Escuela de Hostelería y van ofreciendo canapés, delicatessen y pastelitos ataviados de unos elegantes uniformes de camisa blanca, pantalón o falda negra y chaleco y corbata granate. Ellos, evidentemente, también desempeñan su función, pero ésta tiene mucho menos de "papelón", carece de artificialidad, desenvolviendose en medio de unos adultos que se dan la mano, besuquean, conversan vete a saber de qué y se esfuerzan para no perder ripio ni bocado; este grupo de adolescentes sonríen con mucha más soltura, encaran sus bandejas con mayor o menor arte y facilitan que la cosa sea más llevadera a base de regatear entre los grupos para poder satisfacer a todos y cada uno de los asistentes. Este jueves, mientras observaba la jugada y oteaba las bandejas para ver si me interesaba más el canapé de salami, la salchicha hojaldrada o el mini tomate con jamón, me planteaba que todos estos muchachos -y muchachas-, con toda seguridad pululaban interiormente con planteamientos bien lejanos a las ambiciones, reservas mentales y pensamientos retorcidos de quienes eramos protagonistas más o menos principales del evento.

Al fin y al cabo ellos -y ellas- por mucho que su currículum andara tan lejano al de los mayores, son el futuro; yo los miraba y veía que los había gruesos y más estilizados, sueltos y con actitudes de inseguridad, rubios y morenos, ... pero todos y cada uno de ellos y ellas ofrecían una imagen mucho más oxigenante que la del resto de personas, en su rincón el aire era más puro y ese aire lo trasportaban al resto del lugar junto a las bandejas de viandas. Cada camarero y cada camarera serán, lógicamente, hijos de su padre y de su madre, vete a saber en que queda el futuro de cada uno, pero por ahora se encuentran en esa rampa de salida a la que aún no ha llegado ni la doblez ni la mala uva, y por ello, simplemente al contemplarles, ayudan a rejuvenecer el alma, a recuperar el deseo de mirar a alguien con ojos de cariño. Me encanta encontrar estas ocasiones para ubicarme en el observatorio de la vida y descubrir personajes anónimos, cuyo nombre completo desconozco -por mucho que llevaran el de pila grabado en el pectoral- y a quienes no veré nunca más, a quienes apreciar en silencio y desear sinceramente lo mejor.


Nota: Los dos de la foto son bastante mayores que los de Tarbes, que eran bastante más naturales, pero no ha habido forma de encontrar la foto adecuada en google.

12 comentarios:

opinadora dijo...

Pues yo cuando voy a una boda,etc y veo que la sobremesa o la velada se va retrasando,lLa cara de los camareros,por lo general,se les va avinagrando

paterfamilias dijo...

¿Son esos encuentros fruto del hermanamiento entre Tarbes y Huesca?

Brunetti dijo...

Como sabes, cada año procuro ir a Lourdes, que está muy cerquita de Tarbes (son pueblos casi vecinos).

Hace un par de años, camino de la bellísima y monumental y muy recomendable ciudad de Pau (también muy cercana a ambas), nos equivocamos de carretera y acabamos en Tarbes.

Lógicamente, me acordé mucho de ti y pensé en lo extraña y azarosa que a veces es esta vida porque, en verdad y a priori, no tenía yo ninguna razón para acabar en esa ciudad (por cierto, con escaso encanto, según me pareció) que tú visitas cada año con tanta ilusión.

P.D. Coincido contigo en que no hay comparación entre el champán y el cava. Le pese a quien le pese.

El Consejo Regulador dijo...

Señores Modestino y Brunetti, por la presente les anunciamos que han causado baja con efecto inmediato en La Sociedad de amigos del CAVA...

PD. Sabemos que se planea un asesinato. Antes de escuchar el "chin" de su próximo brindis,le recomendamos que vigile si hay partículas de cicuta flotando en ese espumoso francés.

Modestino dijo...

Los avinagrados, opinadora, son los que andan ya entrados en años, éstos eran jóvenes y animosos.

Sí, pater, es una manifestación más del hermanamiento Huesca-Tarbes, ... también lo hay entre Jaca y Olorón, Barbastro y Saint Gaudens, Monzón y Muret ...

Brunetti: a Tarbes iba con ganas antes, cada año me cuesta más, pero la obligación es la obligación.

No somos enemigos del cava, sólo nos gusta más el champagne ... ;)

El tintin de toda la vida dijo...

L'observateur !!

Te imagino, sino más, tan pendiente de los camareros y, sobre todo, camareras, que de los aperitivos...

Un big hug mon ami !!

El tintin de toda la vida dijo...

Los de la foto me los imagino en el ballet Zoom de Giorgo Aresu, quitándose el uniforme de camarero de uno solo golpe de mano y quedándose en mallas.

Perdóname Modestino, no debí volver.....

Modestino dijo...

Siempre eres bien recibido!, y lo del ballet es bien cierto.
Un abrazo!.

Susana dijo...

Espero que tu impresión sobre los camareros fuera real y no sólo un fruto del uniforme y la educación recibida. Un beso.

Modestino dijo...

Creo que fue real, yo vi gente maja, con ojos que denotaban ganas de agradar. Aunque, evidentemente, los habría más y menos entusiastas.

sunsi dijo...

Pues a mí me pesa que seas (seáis)"fans" del espumoso francés:-( Claro que... a ti ahora te cae más cerca la vecina France que Cataluña.

Decepciones aparte;-) ... yo creo que los chicos que se estrenan en eventos de este estilo lo suelen hacer con ilusión. Y se les nota.

Buen final de domingo, jurisconsulto.

Modestino dijo...

El cava está muy bien, y los hay excelentes -no necesariamente los famosos-, pero creo que no supera al champagne.