8 de enero de 2012

Nostalgias a ritmo de música



En su columna del primer "Semanal" de 2012 Juan Manuel de Prada realiza una glosa laudatoria de un libro publicado por Antonio Sanjosé con el título "La felicidad de las pequeñas cosas"; los propios editores del suplemento citado destacan una frase que me ha inspirado el post de hoy: " ... calzarse unos zapatos viejos, saborear unos churros, visitar una tienda de ultramarinos, volver a escuchar una canción que remueve los cementerios de nuestra memoria ...", unos cuantos ejemplos que pone de Prada sobre lo que él mismo denomina "primores de lo vulgar", donde el tal Sanjosé nos descubre, al parecer, "nuestra más intima verdad, sepultada entre una hojarasca de vanos afanes, ambiciones desnortadas y confusas desazones". Me ha gustado la idea, y me ha servido como santo y seña para el sano ejercicio de aprender a desdramatizar las tragedias que con frecuencia me inventó y no hacer excesivo caso a quien me acusa de caer en la nostalgia como pretendida manifestación de estar haciéndome viejo.

Sin despreciar al calzado cómodo, los churros o lo que en Cataluña llaman "colmados", me he quedado con esas canciones que nos recuerdan a momentos concretos del pasado, pienso que porque en mi vida siempre ha estado viva la paradoja de compartir la realidad de una memoria amplia con la que recordar un número importante de canciones y un oído más bien negado para la música. Un viejo amigo me definía en tiempos como un personaje "lleno de letras de canciones", y es bien cierto que no limito mi tendencia al "tarareo" al momento de la ducha y que con demasiada frecuencia me descubro -y me temo que otros también me descubren- cantando por la calle -en voz baja, eso sí-.

Y el que determinadas canciones vayan unidas a épocas y sucesos concretos de mi vida no supone necesariamente que se trate de acontecimientos muy principales, y así, por ejemplo, no podría explicar porqué -o a lo mejor sí, ¿quién sabe?- el día del primer ascenso a primera división del Real Zaragoza que he vivido en vivo y en directo, allá por mayo de 1972, en mi interior repetía casi constantemente el gran éxito del malogrado Nino Bravo "Un beso y una flor", una canción que me identifica también con la excursión que con el colegio hice al día siguiente del ascenso al Castillo de Javier y el Monasterio de Leire: que en pleno 6º de bachiller, en medio de esas preocupaciones propias de la reválida que existía por aquélla época -junio de 1974- el menda no paraba de tararear "El Vendedor", una de esas joyas que elaboró Juan Carlos Calderón para Mocedades o que la única vez que he llegado a esquiar en mi vida -lejanísimo el mes de enero de 1972- mientras bajaba por las pistas más sencillas de Formigal, donde por cierto descubrí que ese deporte tampoco era lo mío, interpretaba en mi interior el célebre "Soldadito" de La Compañía. Y, como bien explican Sanjosé y de Prada, cada vez que escucho estas canciones revivo inevitablemente similares sentimientos, vivencias y paisajes que entonces.

Ya he hablado varias veces de mi servicio militar en tierras levantinas, y también ahí los recuerdos se agolpan al son de temas diversos, como "Un adiós a media voz", una canción bien poco conocida de Julio Iglesias que vete a saber porqué causa repetía en el CIR alicantino de Rabasa, o el "Oh qué será" de Ana Belén, "Menta y limón" de Rocky Narvaja o un movido "No me hables no me hables", de Juan Pardo que no paraban de sonar en el parque de Artillería de Valencia. De tiempos posteriores son "La playa" y "París" dos de los éxitos del "Viaje a Copperpot" de La Oreja de Van Gogh, que identifico con los tiempos de mi marcha a Huesca, sin olvidar "Déjame", todo un himno de Los Secretos que va intimamente unido a una inolvidable cena en un brasileño de Salou con un gran amigo cuya amistad acabaron cortando las circunstancias, y también de Salou queda grabada en mi retina la imagen de un buen número de ingleses borrachos, desnudos de cintura para arriba, bailando encima de las mesas de un pub mientras sonaba "Hey Jude".

Y podría seguir hablando de muchos otros temas que con solamente oírlos me hacen revivir momentos distintos, emotivos, vibrantes, importantes, divertidos, ... incluso alguno triste. Así "Amores", de Mari Trini, "Parábola", del disco que Serrat dedicó a Machado, "¿Y cómo es él?", una de esas exitosas canciones de "cuernecillos" de Perales que sonaba en el Talgo qué me llevaba al último examen de mi oposición, "Le llamaban piel", de Sergio y Estíbaliz, la versión que de "La barca de oro" cantaba Mocedades, "Hablame del mar marinero", de Marisol, "Lucía", de Sergio Dalma, "Señora", un tema de Pancho Céspedes que va unido a mi último año en la imperial Tarraco, "Salomé" un ritmo más bien hortera de Chayenne ... y, por supuesto, "My way", del gran Frankie, una canción mítica que me trae recuerdos muy especiales. Y rememorar tiempos pasados, sucesos inolvidables, sensaciones antiguas o la compañía de personas que tal vez ya no están entre nosotros nos hacen más humanos y nos ayudan a conservar lo bueno que hemos vivido.

7 comentarios:

Susana dijo...

Yo también tengo canciones que me transportan a otro lugar y otro tiempo. Es algo casi mágico. Pero no tengo tan buena memoria como tú para enumerarlas. Forman parte de nuestra vida. Un beso.

Modestino dijo...

Sí, forman parte de nuestra vida, sobre todo porque nos devuelven vivencias, recuerdos, personas, momentos, ...
Aunque hay quien cree que todo ésto es superficial, como si mirar al pasado fuera perder el tiempo. Yo no lo veo así.

tomae dijo...

...no suelo cantar en la ducha, si que tarareo algo en la calle. Pero cuando más disfruto trayendo viejos recuerdos es cuando voy en moto y canto al aire alguna otra canción; a todo volumen, sin que me importe que me oiga nadie porque canto y "esa melodía" la escucho, la disfruto y queda en el "aire"... y si alguien se vuelve, yo ya he pasado de largo.

Maireen dijo...

Uff, qué cantidad de canciones conocidas mencionas.

Hace unos tres años, aprovechando que me compré un iPod de 80 gigas donde caben unas 20.000 canciones, me dediqué a recopilar las canciones de toda mi vida, aunque muchas den ahora verguenza ajena, y ahí están. Me encanta ponerlo a reproducir en modo aleatorio y que vayan saliendo totalmente mezcladas.

Modestino dijo...

Lo de la moto, Tomae, debe de ser la caraba.
En cuanto a lo que dices, Maireen, hay canciones que envejecen mejor que otras. El modo aleatorio también lo uso con frecuencia, ¡viva el "shuffle"!!!

Alberto dijo...

Yo me quedo con "El ritmo de la noche", de Sonia y Selena, que estuvimos bailando todos las zaragocistas en el estadio de La Cartuja, el 30 de junio de 2011, tras ganar la Copa del Rey al Celta por 3-1.

Y también con el "We are the champions" de "Queen" y "Que viva España" de Manolo Escobar, que cantamos también todos los zaragocistas en el Parque de los Príncipes, el 10 de mayo de 1995.

Qué tiempos Modestino, qué tiempos...

Modestino dijo...

Y que lo digas, ...pèro tarde o temprano volverán, ya lo sabes :).