El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define la melancolía como "Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada"; si atendemos a este concepto oficial es evidente que la melancolía no puede ser nada bueno: ¿cómo vamos a desear a nadie que esté melancólico?, y ¿en que medida vamos a considerar que nos convenga ese estado del alma?. Pero, paradójicamente, la melancolía ha sido siempre musa de inspiración para poetas, escritores, pintores, músicos, ... detrás de muchas poesías, bastantes cuadros y un buen número de piezas musicales se esconde la tristeza de su autor, que ha encontrado una válvula de escape en un arte que quién sabe si hubiera aflorado al exterior de no haber sido precisamente por ese estado de melancolía.
Ayer alguien colgó en facebook una foto de Francoise Hardy, la bellísima francesa que conquistó el mundo con su maravilloso "Tous les garçons et les filles", un tema delicioso que no es más que una de las muchas canciones llenas de sensibilidad y buen gusto de esta auténtica musa de la música moderna de los años 60 y 70; al comentar sobre la belleza de una mujer que ha envejecido tan maravillosamente, la misma persona que había puesto la imagen hablaba de una belleza con un "aire de melancolía", y es verdad, ¿qué sería del encanto de la Hardy sin esos ojos más bien tristes y esa expresión entre tímida y taciturna?. Es posible que muchas de estas imágenes de artistas y demás famosos tengan su buena parte de pose e intereses varios, pero no por ello dejan de resultar gratas en cuanto aportan ternura y sensibilidad.
De la misma manera que algo en principio tan nocivo como la soledad puede convertirse en reconfortante si se trata de una soledad temporal y buscada, la melancolía, que en términos generales no debe de desearse a nadie, nos puede venir bien en momentos concretos, cuando necesitamos compartir con nosotros mismos el desahogo de una pena, de una añoranza, de una ausencia, ... en ocasiones es bueno y sanativo mirar al horizonte, relajar las tensiones y sentirnos vulnerables. ¿Quién no ha aventado alguna vez sus fantasmas escuchando una canción de amor o una balada tierna, o no se ha ido en alguna ocasión a la cama tras sentir esa mezcla de pena y serenidad que provoca una película con final agridulce, o simplemente, se ha dejado llevar por recuerdos y nostalgias?. Claro, que la melancolía no puede desembocar en desesperanza, porque ese tiempo melancólico nos tiene que hacer más humildes y aprender que hay Alguien que consuela y acompaña siempre.
16 comentarios:
...yo creo que la tristeza, y por ende el estado de melancolía es personal e intransferible; en ese sentido cuando nos acompaña vale la pena que ambos estemos en soledad.
Personalmente cuando viene a mi, lo que menos me apetece es que venga alguien a exhortarme "¡no estés triste!" porque por muy amigo que sea si *"tristeza" y yo estamos juntos, al otro-a podemos llegar a tratarlo (y allí está el peligro) como un verdadero intruso.
Siempre tiene algo de bella esa *compañera...
Me alegra ver que me has entendido perfectamente. Feliz fin de semana, Tomae.
No sé si ha sido la cantante u otro asunto lo que te ha inspirado para tratar este tema con tanta delicadeza y acierto. Sea lo que sea... enhorabuena, Modestino. Firmo la aportación de Tomae y quisiera destacar también un aspecto poco corriente de este post: la indulgencia. Muchas veces la incomprensión lleva a la persona que pasa por estos trances a sentirse con la obligación de pedir disculpas... a justificarse.
A menudo la melancolía no va acompañada de motivos. Y si existen, se agradece ese respeto que solo ofrece en su justa medida quien conoce los cimientos quebradizos del ser humano.
Un afectuoso saludo y buen fin de semana, jurisconsulto.
:-)
La melancolía suele aparecer en mi vida como la amiga que te hace una visita sin avisar.
Acude de forma puntual, y si bien es cierto que miro el reloj impaciente deseando que termine la visita, alguna veces la miro con deseo, desnudándole el alma, intentando aprovechar su presencia para aprender algo de su inexorable compañía.
A veces me libro de su presencia escribiendo o viviendo.
Y otras me toca dar largos paseos en su compañía, intentando agotarla a base de observar la obra de Dios.
Entonces, cuando se marcha, me deja un extraño regusto.
Como si en el fondo la necesitara para apreciar ciertos dones recibidos.
Extraña amiga.
Sin su existencia sé que los ratos de baile bajo las estrellas no serían tan apreciados.
Y cuando me despido de ella, tengo la seguridad de que volverá.
Tal vez, porque con el tiempo tuve que aprender a convivir con su descarada presencia.
Tu entrada de hoy me ha traído a la memoria una anécdota que le oí contar al escritor peruano Alfredo Bryce Echenique (un día que no estaba del todo ebrio, aunque le estaba dando lingotazos al whisky, como siempre). Genial tipo, este Bryce ("La vida exagerada de Martín Romaña", "Un mundo para Julius", entre otras obras).
Contaba que en uno de sus últimos viajes al Perú fue a visitar a su antigua aya, muy anciada.
Cuando le preguntó que cómo se encontraba, la buena mujer le contestó: "Pues ya ves, aquí estoy, dándole pena a la tristeza".
Es una de las frases más desgarradoras que he escuchado jamás. Tanto, que no la he olvidado.
Sí, ya sé que la tristeza a la que te refieres en tu 'post' no es la que sentía el aya de Bryce. Pero me ha apetecido traerla aquí a colación.
¡Viva el frío! (al fin).
Despertar la melancolia en mi es como despertar el perro que permanantemente duerme a mis pies; si lo hago va a querer salir a pasear hasta abismo.
La melancolía es un compañero peligroso, porque sabes cuando llega pero nunca sabes cuándo querrá marcharse. Si se puede controlar, entonces es más llevadera. Un beso.
Buen fin de semana!, sí, hay quienes van de duros y son incapaces de comprender las tristezas ajenas, pero a veces también les llega a ellos.
La melancolía no es buena compañera de viaje, salvo que puedas y estés dispuesto a apearla de tu coche en la siguiente curva que te encuentres, y que ella se baje. Si no lo hace y no encuentras manera de que se vaya, entonces es que ha llegado el momento de pedir ayuda.
La melancolía es una especie de pereza, si no la vence la diligencia, es que ha llegado el momento de pedir ayuda. Ojito con ella. Que no es ni tan creativa, ni tan modosa como a veces la pintan.
Un abrazo, Modestino.
Hay que saber convivir con ella ... y controlarla, lo que no es tan fácil.
Eso se llama redundancia, no?
A los perros hay que educarlos bien, que sí no ...
Es cierto que hay visitas que uno quiere que se vayan y parece que se empeñan en seguir.
Un abrazo Ana ... la realidad suele ser más dura que la poesía.
Mira qué canción de Joan Baptista Humet descubrí ayer.
Magnífica canción, no la conocía.
Gracias Sunsi.
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