El otro día un buen amigo me manifestaba su preocupación ante situaciones en las que intuía que alguien parecía, consciente o inconscientemente, pretender que tuviera la permanente sensación de no estar a la altura. El planteamiento me parece interesante: ¿por qué a veces nos sentimos presionados ante las órdenes del jefe, las aspiraciones de quien tenemos cerca, los consejos de los expertos, los favores que nos piden, las metas que nos plantean? ... Es evidente que para que las cosas salgan bien es preciso esforzarse, que en principio no es bueno el conformismo, que en el trabajo, en el cumplimiento de las obligaciones de cada uno cuanto más nos acerquemos a la perfección, mejor ... pero tampoco está mal preguntarse el límite, hasta donde hay que llegar, a costa de qué ... y por supuesto, y excluyendo las situaciones de dependencia profesional, donde también habría algo que decir, ¿quién está habilitado para entrar en exigencias de alturas determinadas?.
Hay dos palabras que me dan pánico: "exigencia" y "excelencia", y no porque entienda que no sea bueno exigirse o exigir a quien se está legitimado a hacerlo, ni porque considere reprochable buscar la excelencia, sino porque la experiencia me ha llevado a comprender que pretendidas virtudes puestas en manos -y en boca- de gente obsesiva, fanática o con tendencia a la egolatría pueden equivaler a pistolas cargadas en manos de niños o incapaces. Dios nos libre de perfeccionismos, obsesiones de cualquier tipo y búsquedas insaciables de mejorar matices y detalles ... y ya no digo esa especie de afán de exprimir, de sacar a la luz pretendidos valores ocultos que pueden terminar haciendo reventar al sujeto pasivo.
La altura nos la debemos poner en primer lugar nosotros, y por supuesto que habrá quien nos pueda aconsejar, animar e incentivar, pero que sea porque nos quiere ... y porque nos quiere como somos, no porque aspire a convertirnos en alguien a su medida.
Terminado el post compruebo que hace 17 días hice otro similar, con título casi idéntico: ya he dicho otras veces que me hago viejo, pero me he quedado desahogado y aquí dejo esta reiteración ... pido disculpas.
8 comentarios:
Me sonaba la idea del post. En esta entrada has escrito un segundo párrafo para enmarcar, Modestino. Cuando se habla de exigencia... el problema o el acierto depende de quien exija. Demasiadas veces sale perdiendo la libertad del "pupilo". En cuanto a la excelencia... pfffff. Me tapo los oídos para no acabar de los nervios. Lo mejor es enemigo de lo bueno cuando para alcanzarlo vale el egoísmo, el perfeccionismo, el sectarismo...
Gran post, amigo jurisconsulto. Feliz entrada de semana.
Lo mejor es enemigo de lo bueno, cuantos problemas nos evitaríamos entendiéndolo bien¡¡¡.
Ultimamente me he tenido que enfrentar a serios problemas familiares, profesionales y de salud.
La edad, supongo.
Pero hete aquí que a diferencia de otras épocas, opté por el diálogo, el análisis, la síntesis y la comunicación humana.
Sorpresa sorpresiva.
Encontré que frente a mí tenía profesionales, amigos, familiares, desconocidos e incluso extranjeros, en situaciones más o menos parecidas, con retos semejantes y con dudas comunes.
Y por alguna razón compleja de entender y ardua de explicar, irracional en suma y en apariencia, empezaron a fluir nuevas perspectivas, una recolocación de las prioridades, e incluso un rápido y eficaz método de evitar circunloquios y pérdidas inútiles de energía.
Entonces me di cuenta.
Viene de serie.
El hecho de estar vivo conlleva la herencia congénita de enfrentarse a nuevas situaciones.
Y mira tú por dónde, tal vez no se me resuelvan mis numerosas cuitas, seguramente algunas de las cuestiones vienen determinadas por circunstancias inevitables y lo más seguro sea que el destino me depare alguna que otra costalada en grado sumo.
Pero me muevo.
Tan rápido como me es posible.
Y con la menor carga de miedo.
Y eso, es un buen comienzo.
Común para todos los millones de habitantes de esta enorme bola que gira alrededor del Sol.
Cada día.
Buenas consideraciones Driver: ánimo y gracias¡¡¡¡
Estuve durante tanto tiempo intentando estar a la altura de las expectativas de "el otro" que sentía que me dejaba la vida -mi vida, la unica que tengo- sin vivir.
Nadie tiene derecho a vivir la vida de otro.
Cada día que pasa me fío menos de quien se pone la etiqueta de exigente.
Leer este post ha sido como un "déjà vu", amigo Modestino.
Aunque bien es cierto que lo que abunda nunca daña.
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