21 de diciembre de 2012

Los dilemas de Epulón

En esa primaria y ese bachillerato "como Dios manda" que hicimos los de mi generación -y "aledaños"- se estudiaba la asignatura de religión: cada cual se ha formado en un ambiente y en una época y entonces el tema nos parecía normal ... incluso a algunos nos los sigue pareciendo; recuerdo que en el colegio de monjas donde dí mis primeros pasos nos enseñaban la historia sagrada utilizando unas grandes láminas de colores en las que aparecían las escenas más llamativas de los Evangelios y otras alusivas a los principales enseñanzas del Magisterio de la Iglesia. Entre éstas se encontraba la explicativa de la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro; en la misma se nos hablaba de "un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y cada día celebraba espléndidos banquetes" y otro "pobre que yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico"; al final de la historia ambos morían y mientras el rico Epulón se iba de cabeza al infierno, Lázaro terminaba conducido por los ángeles "al seno de Abraham". En su cruel destino Epulón suspiraba porque Dios permitiera a Lázaro mojar la punta de su dedo en agua y con ella refrescar su lengua, pero nio siquiera eso le era permitido. También entonces aprendí esa otra enseñanza que aparece en San Mateo y pone los pelos de punta: "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de los Cielos". Parece pues que la frontera del paraíso ha de pasarse más bien ligero de equipaje.

Ahora que andamos en época de quebranto económico no resulta precisamente infrecuente escuchar el antiguo planteamiento acerca de si es posible hacerse rico sin trampas, si uno puede acumular riquezas honradamente, sin utilizar para ello mecanismos poco éticos o legales. No es fácil la respuesta, pero pienso que no deberíamos caer en esa especie de fatalismo que supondría asociar la riqueza a la ausencia de honestidad; en cualquier caso sí que sería conveniente analizar el cómo se ha conseguido esa riqueza, en qué se ha convertido quien la ha asumido y cómo utiliza éste el dinero que acumula. Corren tiempos en que el ciudadano medio ha puesto en la picota al banquero, al gran empresario, ... y se habla de los "ricos" con recelo, sino con manifiesta virulencia y encono. Claro, que también habrá que considerar qué entiende el personal por "rico", ya que a veces la tendencia a la simplificación se extiende más de la cuenta.

No creo que el hecho de estar en la cresta de la ola económica haya de convertir necesariamente al interesado en peor persona, pero es indudable que tener mucho dinero, poseer bienes en cantidad nos puede, en cuanto nos descuidamos, derivar irremediable y compulsivamente hacia el camino de la codicia, la ceguera por el poder, la permanente insatisfacción a la hora de gastar, la necesidad de estar siempre al día, ... en definitiva, nos puede convertir en personajes ciegos e insaciables para los que el dinero acaba siendo una droga que termina haciéndonos irremediablemente daño y nos lleva a hacérselo a los demás. Además, el dinero lleva anejo poder, algo que no sólo se puede utilizar mal, sino que también puede transformar a quien lo tiene en un ser aislado, insensible ante el dolor y los problemas de los demás, encerrado en una torre de marfil que le impide darse cuenta de la situación de miseria y desesperación a la que puede haber llegado quien está insuficientemente servido de aquello que a él le sobra.

Por eso la riqueza es algo que tanto puede llevar a la injusticia y a la perdición, como convertir a quien lo tiene en un genuino benefactor de la sociedad; lo que pasa es que a priori parece que el pecado original nos arrastra más a lo primero que a lo segundo.

10 comentarios:

dolega dijo...

Una sociedad que demoniza a quién genera riqueza está condenada a ser esclava.
Otra cosa es legislar para que el que más tiene pague más ó invierta en generar más riqueza.
Besazo y ¡Feliz Navidad!

Modestino dijo...

Buena reflexión ... un tema delicado, susceptible de provocar envidias y demagogias, pero con muchas aristas también.

Susana dijo...

La riqueza no es un delito, si se ha obtenido por medios lícitos. Culpar a los ricos no deja de ser un ejercicio de envidia malsana. Un beso.

Modestino dijo...

Dicen que la envidia es un vicio nacional en España. No obstante también lo es el egoísmo ... nacional o internacional¡¡¡, y es un tema a profundizar.

tomae dijo...

"Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de los Cielos"... Me contaron que esa frase aparecía enmarcada en un lugar bien visible de una importante escuela de negocios de esas de M.B.A.

Suerte con el Gordo de Mañana Modestino¡¡¡ Me alegraría que te tocara "ese número" :))))

opinadora dijo...

En primer lugar lo del ojo de la aguja me dijeron que no se trata de las agujas de coser actuales,sino al parecer aL hueco de los puentes.
Y respeto al tema que planteas hoy pienso que el tener riquezas no es malo si se han conseguido licitamente, el problema es estar apegado a la riqueza y eso lo puede estar un pobre y un rico.Hacer del dinero tu credo y tu religión ,el becerro de oro que todo lo puede.
Los bienes no son nuestros sólo los administralos.El cómo lo hagamos es nuestra responsabilidad.

Modestino dijo...

A ver si mañana nos convertimos en epulones.;).

Modestino dijo...

No se, ... hay prejuicios ....

veronicia dijo...

El otro día escuche en una serie de TV que los ricos piensan que si uno es pobre lo es porque es demasiado vago o demasiado tonto para ser rico (esto me hizo pensar porque claro yo no soy rica...)
Y bueno, está esa frase de Balzac que detrás de toda gran fortuna hay un delito...
Pero tengo claro que a los ricos del mundo les preocupa más su dinero que las personas; sino como se explica esa la brecha entre ricos y pobres.

Modestino dijo...

La brecha viene de la codicia de unos pocos, de siglos de injusticias, de egoísmo, ... De muchas cosas.