14 de junio de 2012

Nando Molinos vuelve a casa



Fernando Molinos Granada es ya el próximo presidente ejecutivo del Real Zaragoza; sobre el papel su llegada a la máxima jerarquía del equipo aragonés equivale a que el polémico dueño del club Agapito Iglesias se aparte de la dirección y deje las riendas ejecutivas y administrativas del mismo a un hombre del fútbol, alguien cuya vida ha estado siempre ligada al deporte del balón redondo. Eso sí, como toda decisión del soriano suele ser tomada, con motivos bien justificados, con recelo, los aficionados zaragocistas estamos a la expectativa de comprobar si este hombre próximo a cumplir los 62 años, que curiosamente también nació en Soria aunque sus primeros veinticuatro años los pasó casi íntegramente en Zaragoza y que es toda una institución en un club de la solera del R.C.D. Español, va a poder desarrollar su función con mando y sin interferencias. De cualquier manera, a mí me ilusiona esta contratación, pues Molinos es hombre de fútbol, es zaragocista y, cuando yo era un chaval asiduo de la equina de infantil -¡inolvidable puerta 9!- era la gran esperanza de la cantera aragonesa.

Molinos llegó jovencísimo al primer equipo del Zaragoza, debutando con 20 años en 1ª División durante la temporada 1970-71, circunstancia que tiene especial mérito si consideramos lo difícil que históricamente ha costado llegar a jugar con el Zaragoza a los de la casa y la poca paciencia que se suele tener con los mismos. Molinos pertenece a una generación de canteranos que no tuvo la misma suerte que él: el meta Alonso, el lateral izquierdo Eusebio, los centrocampistas Fabra y Salvatierra, el extremo Padilla y el ariete Galdós, entre otros eran también jugadores con condiciones y aunque Galdós y Salvatierra jugaron algún año en el primer equipo ninguno cuajó en primera como Molinos. La temporada fue nefasta para el equipo, que bajó a segunda con números sonrojantes, pero Molinos demostró cualidades y en segunda división se convirtió en uno de los jugadores básicos para conseguir un ascenso que llegó por los pelos junto a veteranos como Violeta, Rico, Ocampos y Luis Costa, Molinos era un jugador de raza, con una condición física increíble, capaz de pasarse los 90 minutos corriendo y con un especial don para marcar a la figura del equipo contrario, a quien conseguía aburrir: entre sus víctimas están los mejores cerebros de la época, como Johan Cruyf, Marcial, Manolo Velázquez, Netzer, Luis Aragonés, Villar, ... Molinos se asentó en el centro del campo del Zaragoza y ya de nuevo en 1ª división formó una media sólida y compensada con dos mitos del zaragocismo: Javier Planas y Pablo García Castany, siendo fundamental para que ese año de regreso a la élite el Zaragoza se convirtiera en un equipo eficaz fuera de casa, donde logró nueve empates y una victoria, consiguiendo la igualada nada más y nada menos que en el Bernabeu, Camp Nou, Mestalla y Calderón.

Pero Molinos tuvo tres grandes inconvenientes: en primer lugar, era hijo de Antonio Molinos, entrenador y periodista y una de las figuras más importantes del fútbol aragonés de la época, lo que dio lugar a injustas e infundadas acusaciones de enchufismo, en segundo lugar, la afición zaragocista solía por entonces ser muy exigente y dura con los de la cantera, mucho más que con cualquier "tuercebotas" llegado de Sudamérica, y un sector de ella le hizo la vida imposible por entender que carecía de técnica, cuando no se daban cuenta que un hombre como él era necesario en cualquier equipo. Su tercer problema fue la llegada de Nino Arrúa, el eje del famoso equipo de los "Zaraguayos", quien se incorporó al Real Zaragoza en octubre de 1973 y formó con los mencionados Planas y García Castany un centro del campo de ensueño; Molinos pasó al banquillo y jugó muchos menos partidos. Con la referida media el Zaragoza hizo dos temporadas espectaculares, quedando los terceros en la primera y siendo subcampeones en la siguiente, si bien no estaría de más puntualizar que tales logros los cimentó en su estadio, donde era intratable y cedió tan sólo siete empates en dos años, mientras a domicilio el equipo bajaba muchísimo, consiguiendo en ese mismo tiempo tan sólo 9 empates -los mismos que el año anterior- y 4 victorias, algo en lo que posiblemente tuvo que ver la ausencia de Nando Molinos. El presidente del Español Manuel Meler -un aragonés de Borja que dirigía a los periquitos con maestría y elegancia- hizo una oferta a Zalba por Molinos, que se marchó por unos 4 millones de pesetas al equipo del hoy demolido estadio de Sarriá en el verano de 1974. En Barcelona Molinos triunfó por todo lo alto, estuvo diez años y cuajó como un hombre de club, primero como futbolista y luego como directivo.

Fernando Molinos no es precisamente un desertor del arado, sino un hombre con dos carreras, Derecho y Ciencias Sociales, cultivado, elegante y respetuoso. Ahora tiene desde luego un papel dificilísimo, porque llega a un club en quiebra, se va a mirar con lupa todo lo que haga y se enfrenta a un entorno dominado por el oscurantismo de unos y la desconfianza de otros. Los nombres de Molinos y Jiménez hacen, a pesar de todo, soñar con que las cosas pueden estar comenzando a cambiar a orillas del Ebro: ¡que así sea!.












4 comentarios:

paterfamilias dijo...

A ver si hay suerte (de momento esperanza, sí)

Modestino dijo...

Lo que hay son muchas dudas: no se si Agapito querrá seguir moviendo los hilos desde Madrid y mosquea que Molinos diga que en principio viene por un año ... a ver ...

veronicia dijo...

Torres acaba de fallar un gol por pensar que había fuera de juego...
Agapito se ha apartado; veremos cuanto... lo bueno es el caracter de Molinos que no es un muñeco que se va a dejar manejar :)

Modestino dijo...

Ojalá no se deje manejar, ... con 300.000 € de ficha ya puede dar de sí...