He comenzado a leer "El imperio", un magnífico libro del periodista ya fallecido Ryszard Kapuściński en el que habla de distintos viajes por el territorio de la extinta Unión Soviética a lo largo de diversas épocas. Cuando lo termine -aún tardaré, pues se trata de uno de esos libros que es preciso leer despacio- daré cuenta de mis impresiones, que por lo que me han contado y lo que he leído hasta ahora intuyo serán muy positivas.
El segundo capítulo de la primera parte está dedicado a un viaje desde China a Moscú en el transiberiano, el ferrocarril que conecta la Rusia europea con las provincias del lejano oriente ruso, Mongolia y China, atravesando las enormes e inhóspitas tierras de Siberia. Su lectura es verdaderamente impactante y el autor polaco lo hace con tal maestría que uno se identifica tanto con lo leído que llega a sentir las mismas impresiones que describe el viajero. La realidad de Siberia, su enorme extensión, su desolación, el frío tremendo y el paisaje inhóspito aportan una idea estremecedora del viaje, algo que se agrava si pensamos en ese año 1958, con plena vigencia del telón de acero y con una Unión Soviética en plenitud de fuerza, con todo lo que Siberia significaba en la Rusia comunista.
Kapuściński habla en primer lugar de un viaje largo: aproximadamente una semana, y aquí ya empieza a intuirse cierto parecido con la vida misma, que no deja de ser una trayectoria larga, a la que nos enfrentamos como un camino cuyo fin tarda en llegar. Y es un viaje pesado, que no siempre apetece hacer, en el que el cansancio, a ratos el hastío parece apoderarse de tí.
Y cuando lees la experiencia del escritor como único pasajero de un departamento frío y silencioso, surge la idea de la soledad, esa compañera tan poco grata cuando no es buscada. Esa soledad de un rincón oscuro de un tren que atraviesa estepas infinitas de ambiente destemplado nos evoca esos momentos de nuestra vida en los que el aire nos ahoga, no vemos salida ni encontramos a nadie que acompañe nuestro caminar.
Y el autor sigue hablando de estaciones solitarias, de soldados que inspeccionan agresivamente los vagones, de perros feroces que olisquean cargas escondidas o personas ocultas, ... y aquí viene la idea del miedo, de la agresividad del ambiente y del resto de los humanos; ¡qué imagen tan triste la de una estación solitaria, fría, en pleno invierno! ... un invierno de nieve y muchos grados bajo cero, con la conciencia de que entre estación y estación hay kilómetros y kilómetros de nada, de paisajes desolados y rotos, de tierras abandonadas y oscuras.
Ryszard Kapuściński menciona también la insolidaridad de las gentes del lugar, de ese miedo que les lleva a callarse, a no contestar preguntas y comentarios, a mirar al extranjero con distancia inalcanzable; así uno se siente extraño, rechazado por el resto. No hay cosa peor que el desarraigo, esa clandestinidad del alma, de nuestra propia vida.
Siberia es un escenario terrorífico, y a la propia ausencia de belleza y alegría ambiental, se añade el drama del destierro, el castigo injusto, la violencia física y psíquica y la deshumanización que su nombre siempre ha llevado consigo. Es terreno propicio para la desesperanza, la angustia, el sufrimiento, y un viaje en tren tan largo puede equivaler a entrar en ese agujero profundo del que parece que no se va a salir, en un tunel permanente de aislamiento, frío y oscuridad.
Pero el viaje termina, y el llorado reportero polaco nos habla de la estación de Moscú, de la gente que pasea por los andenes, los vendedores que ofrecen su mercancía, las bienvenidas, los encuentros ... y el final del viaje es como un regreso a la vida, un reencuentro con la luz.
15 comentarios:
¡Oh! A mí me encantó "El Imperio" y aprendí muchísimo. Hay que leerlo con un mapa al lado que si no te pierdes.
Si tienes ganas de saber más del tema, hay otro libro de viajes estupendo sobre el Transiberiano " En Siberia" de Colin Thumborn, es complementario del de K.
Tomo nota del título y autor. Muchas gracias¡¡¡.
Leí el libro y me fascinó. No suelen gustarme los libros de viajes, pero este es magnífico.
Tiene razón "molino", es necesario un mapa, el sencillo esquema que contiene el libro(al menos en la edición que conozco) no es suficiente.
Mil gracias por tus sugerencias literarias, Modestino.
:) Cuando termine el libro ya no tendré que hablar de él ... hoy más bien reflexionaba que aconsejaba.
Gran post, gran libro, color fenomenal! En marea de sugerencias literarias, :)) hay una obra de Henri Troyat, "La luz de los justos", ambientada en gran parte en Siberia, tierra de destierro de revolucionarios y sus familias, en el siglo XIX, que es buenísima, una cosa inolvidable.
Hace casi dos años leí "La estepa infinita", de Esther Hautzig, el diario de una niña polaca que junto a su familia es deportada a Siberia. A mí me encantó e hice mi entrada en el blog:
http://modestino.blogspot.com/2009/01/la-estepa-infinita-esther-hautzig.html
Ah¡, Annemarie, a mí también me encanta el color de la foto: cuando la ví, tras poner en Google "Transiberiano", no tuve ninguna duda sobre la imagen a elegir elegir.
la expereiencia básica y universal de nuestra especie.
Un abrazo enorme. Con tu entrada me has dejado una estupenda sonrisa, a pesar de esa estampa tan invernal. Cuando alguien habla de mis escritores preferidos, me es inevitable no sonreír así:
:))))))))))))))))))))))))))))))))))
Ejem... yo no puedo compartir la hermosura de ese frío en la foto... ainsss.
ainssssssssssssssss
me falta la mitad del comentario!!!!
¿qué ha pasado?
No se que ha pasado Ana, .. aquí no se censura y menos a tí.
Comentaba que al ver la foto, se me heló el alma... qué frío. Pero luego leí el nombre de este autor polaco, y me sentí vivamente reconfortada. Hacía calor.
Te recomendaba un segundo libro de este autor... (rabia que se me haya ido el comentario... grrrr).
Encuentro con el Otro.
Comienza así:
Cuando me paro a reflexionar sobre mis viajes por el mundo, viajes que se han prolongado durante muchos, muchhos años, a veces tengo la impresión de que las fronteras y los frentes, así como las penalidades y los peligros propios de estos viajes, me han producido menos inquietud que la incógnita, siempre presente y renovada a cada momento, de cómo transcurriría cada nuevo encuentro con los Otros, con esas personas extrañas con las que me toparía mientras seguía mi camino. Pues siempre supe que de ese encuentro dependería mucho, muchísimo, si no todo. Cada uno de ellos era un incógnita; ¿cómo empezaría?, ¿cómo transcurriría?, ¿en qué acabaría?.
...
El encuentro con el Otro, con personas diferentes, desde siempre ha constituído la experiencia básica y universal de nuestra especie.
(esto era lo que había escrito...y ahora lo enganchas con el primero... ¿has visto que manera de comentar tan origina?... por cierto ¿te gustan los puzzles?... jajajaja)
Otro abrazo. Enorme también... jajajaja.
(mira... qué bien... dos abrazos)
;)
No pasaría nada Modestino, sé que no censuras nada... fuí yo... que soy un poco asín... a la carrera limpia y de batiburrillo... seguro que lo borré yo solita y ni me enteré... y salió sólo un cacho. Pero como puedes ver... vuelta otra vez la burra al trigo. Hasta que no lo consigo no paro... por mucha rabia que me dé... jajajaja
Gracias por la recomendación. Me apasionan los libros de viajes. Este pasado verano me zambullí en uno de Paul Theroux que concluía precisamente en el Transiberiano.
Lo que llamanos transiberiano es el tren Rossiya que circula diariamente, de Moscú a Vladivostok. Hay también dos trenes con una ruta parecida uno a Beijing: uno es el tren TransManchuriano (vía Harbin) de los ferrocarriles rusos y el otro el TransMongoliano, de los ferrocarriles chinos.
Como la vida no sólo es para leerla (si Dios quiere) tengo que viajar en tren Rossiya Moscú Vladivostok.
Un abrazo Modestino
escucha ésto y sonrie
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