Crisis en el bus

Hace ya alguna semana me dirigía a Zaragoza en el autobús que sale de Huesca a las 16.45 y ocurrió un sucedido que, sin ser nada trascendente, tuvo su enjundia; como ya es conocido entre los seguidores frecuentes de este blog, el bus que recorre la autovía que va de la capital de Aragón a la del Altoaragón forma ya parte de mi vida frecuente. El de las cinco menos cuarto viene de Binéfar, es de los blanquirrojos de la vieja empresa ALARSA, ya fusionada con ALOSA, no se encuentra precisamente entre los más modernos -más bien empieza a parecer algo "carraca"- y últimamente lo suele conducir una joven conductora que luce una bonita melena rubia y es bien maja la moza.

En uno de los cuatro asientos delanteros, exactamente el que va detrás del chófer, se aposentó un joven y larguirucho moreno con aspecto de sudamericano: si tuviera que apostar diría que era dominicano; exhibía ciertos aires de "latin king", aunque llevaba una maleta de ordenador portátil, lo que aportaba trazas de estar al menos informatizado. El hombre iba perfectamente pertrechado, con los casi imprescindibles auriculares y más bien dormitando; cuando ya habíamos pasado los pinares de Zuera el tipo se levantó y se acercó a la conductora, quien conminándole a regresar a su puesto le espetó que de viaje había que ir "meado", respuesta que hizo comprender al resto del pasaje, al menos al "atento" y curioso, lo que le pasaba al individuo. He de reconocer que me admiró la audacia del sujeto, quien pretendía que el autobús parase en mitad de la autovía para hacer sus necesidades.

Pero nuestro hombre no era de los que se resignan a la primera y poco rato después realizó una segunda intentona que igualmente resultó infructuosa, notándose en nuestra buena "choferesa" cierta inquietud e impaciencia. Cuando ya habíamos pasado Villanueva de Gállego y el cercano Estadio "Enrique Porta", el protagonista de nuestra historia demostró ser de aquéllos que no se paran en barras, y no se si por cabezonería y amor propio o porque su situación era realmente desesperada reiteró su petición, y quedó demostrado eso de que quien la sigue la consigue, pues la rubia conductora arrimó el vehículo al arcén y detuvo su marcha, bajando el apurado pasajero y logrando éste su objetivo de miccionar en la carretera. El acontecimiento lo consumó justo delante de donde yo iba sentado, y puedo dar fe de que la operación fue larga -sin duda el hombre desahogo su contenido afán- y la descarga abundante, aunque no se si cerró lo que Alvaro de la Iglesia calificó como una "cálida meada", porque cualquiera le pregunta al volver a subir al bus que cómo le ha ido.

El tema de las urgencias de este tipo en los viajes en autobús ha sido siempre objeto de comentarios y bromas, pero nunca había sido testigo de una experiencia de este tipo, que demuestra la audacia y la constancia de un ciudadano, cierto descaro y buena dosis de comprensión por parte de la empleada de ALOSA; el resto de los viajeros permanecimos callados sin decir esta boca es mía, entre asombrados y pasivos, incluso puede que alguno ni se enterara, porque esas son horas propicias para el "sueñecito".