He seguido con especial atención el reciente viaje del Papa a Australia con motivo de la celebración de la XXIII Jornada Mundial de la Juventud. Todo lo que he visto no ha hecho más que renovar mi admiración y mi respeto por la figura del Romano Pontífice, .... y no digo el cariño porque éste ya lo tenía de manera incondicional.
Benedicto XVI llegó al Pontificado próximo a cumplir los 80 años, edad en la que cualquier ciudadano lleva mucho tiempo dusfrutando de la jubilación. Hay quienes entienden esto como un contrasentido, como aquéllos que reclamaban en su día la jubilación de Juan Pablo II, pero para quienes entonces y ahora pensamos que su reino no es de este mundo, su presencia al mando de la nave de Pedro nos suena a generosidad y entrega y nos lleva al agradecimiento y hasta un cierto orgullo filial.
Cuando Joseph Ratzinger se convirtió en Benedicto XVI, conocíamos a un cardenal serio, discreto, con pinta de aleman seco y sin demasiado sentido del humor y cierta fama de inquisidor; hoy en día llevamos ya más de tres años contemplando a un hombre abierto, sencillo, agradable y humilde.Benedicto XVI no es ni grandilocuente, ni arrollador ni polémico: se limita a ofrecer lo que tiene y a hablarnos de Dios. Sin tácticas ni estrategias se ha convertido, como ya lo fuera a lo largo de 28 años de pontificado Juan Pablo II, en el gobernante con mayor autoridad moral del mundo, en un referente indudable, algo para lo que no necesita ni vender humo, ni grandes campañas de márketing ni ser politicamente correcto, le basta la seguridad de la verdad.
Con la prudencia y discrección que le caracterizan, sin levantar la voz, ha sido firme y elocuente al afirmar ante los jóvenes del mundo algo que tantas veces hemos olvidado: la vida es mucho más importante que el éxito, que acumular riquezas; ha sido rotundo al condenar los efectos nocivos del relativismo, ofreciendo como única alternativa para la felicidad una fe que "madure en el trabajo, el estudio, el deporte, la música y el arte", todo un programa sugerente y ambicioso.
No me cabe ninguna duda de que una vez más el Papa, como los equipos cualificados y bien entrenados, venció y convenció; ya se lo dije el día de su eección a un buen amigo: a mí Ratzinger me ofrece toda la confianza, mucha más que Bardem, Zerolo o Lucía Echeverría.
Fotos: http://www.eluniversal.com/; http://www.elsiglodedurango.com.mx/.
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