15 de agosto de 2013

Revel y el totalitarismo


Ando leyendo desde hace un par de semanas las memorias de Jean François Revel, un libro que el francés tituló "El ladrón en la casa vacía"; fue Revel un personaje peculiar y representó uno de los más valiosos testimonios que conozco de la vida intelectual y política del siglo XX. Estoy acercándome a la página 200 y el volumen supera las 660, así que todavía tengo para rato. En las últimas páginas del libro 5º de dichas "Memorias" Revel nos narra una anécdota que le sucedió mientras comía en un restaurante de lujo -el hombre era un sibarita y complementa su narración contando como se metía entre pecho y espalda "un honorable tartar de salmón con hierbas regado con un champán impecable de una extraordinaria cosecha"- cuando un ilustre biólogo norteamericano le pidió una definición del totalitarismo; ante semejante planteamiento el pensador galo contestó recurriendo a la fórmula escrita por Yuri Orlov en 1975: "monopolización global de la iniciativa económica, monopolización global de la oferta política y monopolización global de la oferta cultural". Y ante un diagnóstico tan preciso me vino a la cabeza lo que desde hace tiempo viene ocurriendo en nuestro país, donde es posible que hayamos comprobado que el totalitarismo no tiene necesariamente que reducirse a un "espadón" con estrellas de general que impone su autoridad y criterio impidiendo que nadie le tosa, sino que en no pocas ocasiones nos hemos visto sometidos a los criterios económicos -en uno y otro sentido- de unos pocos, a políticas frívolas, dominadas por el partidismo y el corto plazo y sin más fundamento que la iluminación personal o la esclavitud de lo políticamente correcto y al establecimiento de reductos culturales en los que se intuye el coto ideológico y el pesebre de la subvención. No se si hoy en día alguien podría afirmar que se ha sentido permanentemente libre en estos tres aspectos tan fundamentales.

Y lo que me parece más terrible es que ante las trapisondas protagonizadas por quienes han estado rigiendo nuestros destinos en las últimas décadas en España y sus "dependencias" autonómicas, las únicas reacciones que se pueden observar, enfado generalizado aparte, son el conformismo y la pasividad general, o en todo caso determinadas posturas que se airean, en ocasiones en tonos amenazantes y agresivos, desde posiciones de color determinado en las que se intuye precisamente el deseo de recuperar el control económico, político y cultural de la sociedad, narcotizando y enjaulando a la sociedad civil y anhelando un estado que sea cada vez más poderoso, que abarque y supervise toda actividad y cierre cualquier grifo a la iniciativa y el pluralismo ... es decir, que ante el fracaso y la estulticia de algunos se plantea como alternativa el totalitarismo más grande.

El propio Jean François Revel se lamenta de que muchos pensadores, filósofos e ideólogos "dejen en la puerta el espíritu científico, el escrúpulo elemental y el simple sentido común cuando penetran en un tema de sociología, historia o política", afirmando que "con frecuencia coexisten en los especialistas la inteligencia particular y la ceguera general", una frase que pienso viene bien a la realidad sociopolítica de nuestros tiempos. Así Revel defiende el valor de la reflexión filosófica y lo que el denomina "pensamiento polivalente", siempre y cuando, sigue diciendo, "todos los filósofos respetaran el rigor y la honradez intelectual a que en principio están obligados por lo que denomina el juramento de Sócrates", una idea peregrina de este hombre fallecido en 2006 que deberían aplicarse nuestros gobernantes, quienes aspiran a sustituirles y quienes pretenden cambiarlo todo, porque de nada servirá catarsis alguna sin eso: rigor científico y honradez intelectual.

9 comentarios:

Susana dijo...

Creo que la catarsis nunca llega a ninguna parte. Hay que saber reformar el sistema para mejorarlo, no derruirlo. Un beso.

Modestino dijo...

Sobre todo si ves las formas y las actitudes de quienes defienden la catarsis.

Anónimo dijo...

Hay un libro "La cultura del espectáculo" que reflexiona sobre la cultura actual trasnscribo
"El vacío dejado por la desaparición de la crítica ha permitido que, insensiblemente, lo haya llenado la publicidad, convirtiéndose ésta en
nuestros días no sólo en parte constitutiva de la vida cultural sino en su vector determinante. La publicidad ejerce un magisterio decisivo en los
gustos, la sensibilidad, la imaginación y las costumbres. La función que antes tenían, en este ámbito, los sistemas filosóficos, las creencias
religiosas, las ideologías y doctrinas y aquellos mentores que en Francia se conocía como los mandarines de una época, hoy la cumplen los
anónimos «creativos» de las agencias publicitarias."

Anónimo dijo...

"Porque un hecho singular de la sociedad contemporánea es el eclipse de un personaje que desde hace siglos y hasta hace relativamente
pocos años desempeñaba un papel importante en la vida de las naciones: el intelectual.(...) la participación de hombres de pensamiento y creación en la vida
pública, en los debates políticos, religiosos y de ideas, se remonta a los albores mismos de Occidente. Estuvo presente en la Grecia de Platón y
en la Roma de Cicerón, en el Renacimiento de Montaigne y Maquiavelo, en la Ilustración de Voltaire y Diderot, en el Romanticismo de Lamartine y
Victor Hugo y en todos los períodos históricos que condujeron a la modernidad. Paralelamente a su trabajo de investigación, académico o
creativo, buen número de escritores y pensadores destacados influyeron con sus escritos, pronunciamientos y tomas de posición en el acontecer
político y social, como ocurría cuando yo era joven, en Inglaterra con Bertrand Russell, en Francia con Sartre y Camus, en Italia con Moravia y
Vittorini, en Alemania con Günter Grass y Enzensberger, y lo mismo en casi todas las democracias europeas. Basta pensar, en España, en las
intervenciones en la vida pública de José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno. En nuestros días, el intelectual se ha esfumado de los debates
públicos, por lo menos de los que importan. Es verdad que algunos todavía firman manifiestos, envían cartas a los diarios y se enzarzan en
polémicas, pero nada de ello tiene repercusión seria en la marcha de la sociedad, cuyos asuntos económicos, institucionales e incluso culturales
se deciden por el poder político y administrativo y los llamados poderes fácticos, entre los cuales los intelectuales brillan por su ausencia.
Conscientes de la desairada situación a que han sido reducidos por la sociedad en la que viven, la mayoría ha optado por la discreción o la
abstención en el debate público. Confinados en su disciplina o quehacer particular, dan la espalda a lo que hace medio siglo se llamaba «el
compromiso» cívico o moral del escritor y el pensador con la sociedad. Hay excepciones, pero, entre ellas, las que suelen contar —porque llegan
a los medios— son las encaminadas más a la autopromoción y el exhibicionismo que a la defensa de un principio o un valor. Porque, en la
civilización del espectáculo, el intelectual sólo interesa si sigue el juego de moda y se vuelve un bufón.
¿Qué ha conducido al empequeñecimiento y volatilización del intelectual en nuestro tiempo?

Modestino dijo...

2 magnificas citas para leer despacio. De bufones -y "bufonas"- tenemos por aqui unos cuantos.

tintin dijo...


Tenemos una pasividad alarmante
Entre Egipto y España habra un punto medio ?

Modestino dijo...

Supongo que es la idiosincrasia propia, también cierto temor a segun qué compañeros de viaje y cierta propensión a no asimilar el pluralismo.
Saludos, Tintín.

interbar dijo...

Me gustó mucho "El Conocimiento Inútil" de este mismo autor.

Modestino dijo...

A mí me encantó "La gran mascarada".