7 de agosto de 2013

Descubrir el románico

No soy, ni de lejos, un experto en arte: me temo que he desaprovechado bastantes ocasiones tanto de aprender como de contemplar tantas y tantas obras de arte que se elevan por la geografía española y extranjera; he disfrutado en el Museo del Prado, conozco las más representativas catedrales góticas de nuestro país, me he quedado obnubilado con maravillas como Santa María del Mar de Barcelona, el Duomo de Florencia o los tapices de La Seo de Zaragoza, pero me temo que mi personal peculio artístico se haya quedado en un simple gusto meramente intuitivo, en la buena costumbre de contemplar con agrado lo que es bello, armonioso y elegante. Por eso, al hablar del románico no puedo entrar en detalles ni en enumeraciones exhaustivas, esa especial inclinación a este arte que predominó en Europa en los siglos X. XI y XII es algo que ha nacido en mi interior hace poco tiempo y que se manifiesta en la sensación de paz y sosiego que me transmiten las construcciones levantadas con la inspiración de este estilo sobrio y majestuoso a la vez. Tal vez se deba a que con los años uno va perdiendo el gusto por lo brillante, untuoso y recargado para disfrutar más con lo que ofrece sencillez y austeridad, o quizá a que siendo también el gótico y el barroco artes con un fondo notoriamente cristiano, nunca puedan alcanzar esa espiritualidad tan especial que brota de la contemplación serena y silenciosa de una catedral, una iglesia o una ermita románica.
 
El románico da paz interior, al entrar en la Catedral de Jaca, en el Monasterio de San Juan de la Peña o en los de Ripoll y Sant Joan de las Abadesas o en San Isidoro de León, el alma se regenera en la serenidad y el descanso espiritual, uno no puede evitar sentir algo especial en su interior, y desear que el tiempo se detenga, casi volver sobre los pasos del tiempo y recuperar los sentimientos, las ideas, el espíritu de aquellos que de una manera u otra tuvieron que ver en la construcción de esos edificios que ya no rozan la perfección, porque la alcanzan. El románico ayuda a rezar, casi se diría que obliga a ello, pero no como exigencia brusca y forzada, sino como impulso interior irresistible.
 
El románico me sugiere también otra idea llamativa: la perfección de lo que hace tantos siglos se construyó; la austeridad que caracteriza este estilo no nos puede impedir descubrir la belleza y, muy especialmente, el enorme mérito y el perfecto trabajo de quienes levantaron iglesias, puentes, catedrales, ... Y es que a veces los hombres caemos en el error de pensar que  traspasados los límites del siglo XX andamos años luz por encima de nuestros ancestros, y vemos a quienes corrían por los mismos terrenos que ahora pisamos en la edad media como una especie de seres incivilizados, incapaces de crear cultura y progreso, cuando en realidad fueron capaces de hacer con menos medios edificios y construcciones de belleza y perfección inimitables. Nos podemos preguntar hasta que punto hemos llegado más lejos que ellos y si, en algún sentido, hasta hemos sido capaces de retroceder en la sinrazón y en la barbarie.
 
Y es que el románico es también el testimonio de la grandeza de otros tiempos y de otras personas, que no hicieron más que buscar, en su momento, lo mejor para ofrecer a Dios y a los hombres algo tan hermoso.

2 comentarios:

Ramón dijo...

Felipe, te aconsejo mires y consultes www.romanicoaragones.com te sorprenderá todo lo que te queda por ver...

Modestino dijo...

Tomo nota, me queda muchisimo.