Hace ya unos cuantos años escuché a alguien una cita que me hizo pensar: "en la sociedad actual, quien tiene la información, tiene el poder". La afirmación quedó anotada en mi interior, pues desde el primer momento lo que en ella se decía me pareció totalmente cierto y real; incluso recuerdo perfectamente el lugar concreto donde escuché la cita: un excelente restaurante ubicado en un precioso enclave de Cubellas, el primero de los pueblos que encuentras en la provincia de Barcelona si subes por la costa, el establecimiento se llama "La cucaña" y me gustaría saber si ahí sigue firme o se lo ha llevado por delante el temporal de la crisis.
Hace mucho tiempo que comprobamos cómo la prensa hace y deshace héroes, mártires y villanos, de qué manera están muchas veces condicionados los comportamientos de unas cuantas personas por lo que se dice en los medios, cuáles son los criterios políticamente correctos del momento o las repercusiones de palabras, actos o decisiones. Dicen que la prensa es el cuarto poder, aunque con la crisis en que metieron hace ya mucho tiempo al bueno de Montesquieu, da la impresión de que hoy por hoy poderes reales quedan algunos menos, y no es el de la prensa precisamente el que ostenta menos influencia. Si a ésto añadimos la relevancia que han adquirido las famosas redes sociales, con un Twitter y un Facebook en el que se pregonan, en ocasiones con una alegría, frivolidad y absoluta carencia de rigor sorprendentes, la vida y milagros de medio mundo, habrá que concluir que corren tiempos en los que andamos prácticamente esclavos de la información que facilitan los demás, algunos de ellos desde la comodidad, y a veces la cobardía, del anonimato. Y como aquí nadie contrasta ni matiza, no solamente cabe hablar del poder de la información, sino también del de la "desinformación".
Pero al hablar de información, no cabe tan sólo buscar la que pueda obtenerse desde los medios de comunicación y las redes sociales, pues en nuestras relaciones personales y sociales también podemos conceder el poder a muchos, de la misma manera que otros nos pueden buscar para que se lo demos. No deben de ser buenos los secretos, pero tampoco lo es el que nuestra intimidad vaya de boca en boca; por eso es tan difícil tener amigos de verdad, porque no todos saben guardar los secretos, comprender lo que les contamos, tener la prudencia de saber escuchar, de darse cuenta que a veces solamente queremos compartir dolores, problemas y errores, sin que se tengan que sentir obligados -porque no pretendemos que sea así- a solucionarnos las cosas ni organizarnos la vida. ¡Qué difícil puede ser dominar nuestra privacidad!, ¡cuánto redentor aficionado corre por calles, despachos y pasillos! ... Intuyo que la verdadera caridad no está tanto en conocer como en compartir, incluso a veces no es preciso estar al día de los secretos del amigo, basta que vea que ahí estamos ... que se trata de eso, de estar ahí, no de agobiar.
10 comentarios:
Es difícil acompañar y mantenerse al margen. El poder de la prensa y televisión a mí me asusta bastante. Un beso.
Es un poder amplísimo que puede crear mitos y destruir famas. Y hay personas que disfrutan también enterándose de lo que hacen y dicen los demás.
A mi lo que más me impresiona es que personas públicas tengan una cuenta de twiter o faceboock y sin meditar ni reflexionar en absoluto lo que escriben hagan publica cualquier declaración (llevados por la pasion del momento y por una absoluta falta de prudencia) que como consecuencia les cuesta el trabajo.
Ya no es que te traicionen tus amigos es que lo privado es publico; pero porque queremos.
Ya lo decía Orwell, "quien controla el pasado controla el presente, quien controla el presente controla el futuro".
Veronicia, es cierto, con frecuencia falta discreción y saber estar en su sitio. no se miden las consecuencias de las palabras.
Orwell fue profético en muchas cosas.
En efecto, Modestino, a pesar de los años ahí sigue el restaurante "La Cucaña", en Cubelles.
Estuve allí no hace mucho tiempo. La ubicación, sobre el mar, es inmejorable, así como el jardín.
Lo que resulta mejorable es la comida, pero ya sabes que no se puede tenerlo todo en esta vida.
Salud!
Este tipo de establecimientos no siempre consigue mantener el nivel. Estuve dos veces y de la primera, una cena, recuerdo mas la excelente compañía que la gastronomía, eso sí me quedó grabada la imagen del carrito de los postres un auténtico muestrario de dulces caprichos.
El carrito de los postres sigue existiendo: un paraíso para los lamineros como tú y yo.
No sé cómo, pero se hicieron con mi dirección y cada año, en primavera, me envían un pasquín o prospecto recordándome que siguen allí y que estarían "encantados de volver a recibirme". Pero la verdad es que me pilla algo a desmano y, como antes te decía, la cocina no está a la altura de su maravilloso enclave.
Tambien recuerdo una excelente comida en "Ceferino", en Vilanova i Geltru.
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