17 de diciembre de 2012

¡Menuda trompa!


Andaba yo el pasado viernes pasando un buen rato con los amigos en un conocido y prestigioso establecimiento hostelero de Huesca; la última hora de la tarde de los viernes es un momento adecuado para gozar del placer de los vinos y las tapas y de la compañía de las buenas amistades. Ya se ha abierto la veda de las llamadas "cenas de empresa" y por lo que se contaba por ahí no quedaban prácticamente huecos para cenar en la ciudad, ya se ve que la crisis no consigue cargarse los viejos hábitos. En una esquina del bar en cuestión se agolpaba un grupo de siete u ocho personas que intuyo agotaban los últimos coletazos de una comida "pre-navideña", la mayoría de ellos arrastrando una "cogorza" de "mil pares de narices". No soy quien para juzgar la corrección de andar por la vida ebrio, pero entiendo que cuando uno se pasa de copas debería tener la capacidad de encajarlo sin que su comportamiento se convierta en algo molesto y desagradable para el resto del mundo. Desde que entramos en el local el protagonismo lo tuvieron ellos: gritos, tono de voz tremendo, vasos derramados, caídas al suelo, empujones y descontrol, toda una amplia gama de excesos por parte de ese sector de "pueblo soberano"; tal vez será que me hago mayor pero consiguieron que no estuviera a gusto.

Entre mis colegas de "tapeo" alguno se mostraba comprensivo, alegando que cuando uno anda "colocado" no deja de encontrase en estado de enajenación, y en consecuencia carece de la consciencia de lo que hace ... es posible, pero me inclino más a pensar que en el fondo late un problema de educación, algo que viene a ser como una migraña, un apendicitis o un dolor de muelas: "cuando se tiene, se nota", y quien no respeta al resto del mundo en estado de sobriedad, tampoco lo sabe respetar cuando anda borracho. Y una prueba tangible de lo que digo es que en el mismo establecimiento revolucionado por estos "desgarramantas" tomaban sus "libaciones" un grupo más pequeño de hombres ya maduros a los que también se les veía notablemente "achispados", algo que llevaban con mínima elegancia y discreción. Me parece que el señorío y la buena educación se pone de manifiesto hasta en la proximidad del delirio alcohólico.


5 comentarios:

paterfamilias dijo...

Aunque suene a tópico, los excesos (casi) siempre son malos.

Susana dijo...

Supongo que el alcohol saca la verdadera naturaleza de las personas, para bien o para mal. Un beso.

Modestino dijo...

Hay como una filosofía de que una "kurda" de vez en cuando no es mala; se es tremendamente crítico con algunops comportamientos y, por el contrario, se abre la mano con otros.
Y, sobre todo, es como si hubiera un derecho a divertirse de cualquier manera y que el resto del mundo se aguante.

veronicia dijo...

Soy comprensiva con los de la cogorza...no es lo mismo una kurda a los 25 que a los 50; yo diría que a los 25 cree que conoce los límites de su cuerpo (así le va...) no teme al sentido del ridículo y la necesidad de sentirse dentro del grupo es mayor; 25 años después la persona si conoce los límites, tiene experiencia, ha pasado por eso y ha visto pasar sufiecientes personas como para medir las consecuencias.

Modestino dijo...

Los había de todas las edades, y todos cutres, cutres, ...