14 de diciembre de 2013

Amabilidad albaceteña


Nunca había estado en Albacete; en torno a la capital manchega no había escuchado excesivos comentarios halagüeños, más bien referencias a a que se trata de una ciudad más bien gris y sin grandes bellezas naturales ni artificiales. Si buscas en la tradición, el nombre de Albacete parece unido a los molinos de Don Quijote, al queso manchego y, sobre todo, a las navajas, un tipo de objeto que trae más a la cabeza las peleas tribales y los coetáneos de Curro Jiménez. Por eso, cuando al mediodía del pasado jueves llegué a Albacete, no esperé que la visita fuera más lejos de los más o menos provechosos frutos de una reunión estrictamente profesional. A la hora de la verdad, los tiempos de trabajo fueron largos y poco tiempo hubo de callejear por allí, además de que la estancia duró poco más de un día. Eso sí, tuve tiempo suficiente para descubrir dos cosas: que la ciudad no es tan fea como la pintan, pues tiene su encanto y su limpieza, y que en todos y cada uno de los albaceteños con los que me relacioné había un denominador común: el de la amabilidad.

En los tiempos que corren, cuando abunda el desengaño, la falta de optimismo y hasta una especie de tendencia inevitable a la crispación y la mala baba, es de agradecer que una serie de personas dediquen todos sus esfuerzos a hacerte grata tu visita a su ciudad. Toda impresión puede tener algo de circunstancial y subjetivo, a la vez que toda actitud puede ser interpretable y la sinceridad de la intención, siempre valorable, pero me parece que no me engaño si considero haber recibido un trato exquisito en las formas y cariñoso, mucho, en el fondo y debo de sentirme obligado al agradecimiento por esto. Tuvimos tiempo de realizar una interesante visita al Museo de la cuchillería de la localidad, donde también fuimos objeto de una atención francamente esmerada y una actitud notablemente simpática por parte de quien nos lo enseñó.

Por eso, puedo decir que el viaje a Albacete, que me dejó por cierto bastante cansado, fue una ocasión para que me reconciliara con la humanidad y supiera valorar la bondad de una tierra y, por encima de todo, de sus gentes.

5 comentarios:

Camisas dijo...

Saludos!!
Os invito a leer en mi blog el relato El Sueño Español, una pequeña visión de la realidad laboral y sindical española.

Gracias.

Hasta la próxima!

Brunetti dijo...

Albacete tiene una especie de "mala fama", totalmente inmerecida e injusta.

Las tres o cuatro veces que la he visitado siempre me ha parecido una ciudad de una dimensión casi perfecta, con muchas zonas verdes y con un excelente comercio.

Además, y tú podrás dar buena fe de ello, se come muy bien.

Tommy dijo...

Y además ahora mismo tiene una buena conexión por vía férrea de alta velocidad. Lo que no conseguimos en Teruel, qué envidia.

Modestino dijo...

Sí, la conexión vía tren es espectacular: salí de Huesca a las 8.15 y cuatro horas después estaba en la capital manchega.

Y sí, Brunetti, comí bien.

Modestino dijo...

Por cierto, preferiría que el personal se abstuviera del spam ... con todo cariño lo digo.