23 de mayo de 2012

Mirar a un perro

Cumplimentaba el pasado domingo el camino que va de mi casa a la iglesia de Santiago de Huesca para asistir a la Misa de 8.30; al llegar a la esquina de la Avenida Ramón y Cajal con la Calle de las Ciencias observé como una joven, de manifiestos rasgos indios, torcía dicha esquina y, llevando atado a la correa un pequeño chucho de color negro, enfilaba la segunda de las vías citadas hacia su casa ubicada en la Avenida de la Paz, junto a la Farmacia "Altemir". Se trataba de persona conocida para mí, pues solemos coincidir en la Misa citada y siempre me ha llamado la atención la sencilla y serena piedad de la moza, y ese andar por la vida con cara sonriente y aspecto de funcionar con la conciencia tranquila. El otro día hablaba de la empatía, y no cabe duda que por mi parte se ha producido tal sensación, pese a que nunca he hablado con ella, ignoro cómo se llama y donde trabaja y ni siquiera podría asegurar su país de origen, aunque si tuviera que apostar aseguraría que es ecuatoriana. Efectivamente, cuando ya comenzaba la ceremonia eucarística observé que llegaba apresurada, imagino que tras haber dejado el can a buen recaudo, y una vez más sentí ese gozo interior que te producen las almas sencillas cuando las ves actuar con naturalidad y fervor.

Pero no quiero hablar hoy de la piedad de esta persona, sino de un episodio bien concreto que presencié cuando ella llegaba al portal de su casa e introducía la llave en la cerradura; fue uno de esos momentos que uno agradece poder "capturar" al tiempo de producirse, porque ofrecen, en su simpleza, una oportunidad de disfrutar de algo bonito, y porque una vez ocurridos, como decía Muriel Barbery en "La elegancia del erizo" tal como suceden, mueren y si no logras "capturarlos" ya no hay segunda oportunidad. Cuando la chica cogía las llaves, dirigió su mirada hacia el perro, que fiel y sumiso a su dueña, esperaba el momento de abrirse la puerta, una mirada que vino acompañada de un gesto que incluía una ligera sonrisa, que yo no se si calificar de complicidad, cariño o comprensión, .. vete a saber, pero que a mí me pareció entrañable, porque lo interpreté -evidentemente puede haber subjetividad, pero pondría la mano en el fuego- como una manifestación de conexión perfecta, una mirada que llevaba implícito amor, generosidad, ternura hacia un ser, por supuesto que irracional, pero que tiene, sin duda, sentimientos. En ese momento, junto a una sensación agradable, sentí un cierto ramalazo de envidia, pues deseé ser el destinatario de ese gesto, de esa mirada.

Nunca he sido una persona con facilidad de relación con los perros, me falta absoluta soltura para tratarlos y me parece que ellos se dan cuenta; tampoco quiero ir más allá en mis consideraciones, y soy de los que piensan que nunca un perro podrá ocupar el lugar de una persona, pero sin duda, y muchos pueden confirmarlo, estos animales tienen capacidad de establecer una relación próxima a la "humana". Y en esa mirada cómplice, en ese gesto casi maternal, lo que quedó reflejado fue, posiblemente, bastante más que una relación de amo a perro, la misma confirmación de que en este mundo complejo y en crisis siguen cabiendo la bondad y la ternura.



13 comentarios:

Driver dijo...

El perro, uno de los mejores amigos del hombre, basa su empática fidelidad y compañía en la extrema y evidente necesidad de comunicarse sin palabras.
El humano debe aprender un lenguaje nuevo con el can, basado en gestos, posturas, silbos y amagos corporales.
Y al aprender un nuevo lenguaje no escrito, el humano gana felicidad, din duda.

Modestino dijo...

Un saludo,, Driver: a veces he escuchado que es el hombre el que es el mejor amigo del perro ... ;).

Susana dijo...

La comunicación con un animal va mucho más allá de las palabras. Mi gato me considera su madre adoptiva y yo lo trato como un niño y eso se nota. Un beso.

Modestino dijo...

El de los gatos es todo un mundo misterioso del que se podría hablar mucho, ... imagino.

Brunetti dijo...

A los perros sólo les falta hablar.

Pero si hablaran, seguro que los humanos los poníamos de inmediato a trabajar.

Por eso es mejor para ellos que se queden como están.

Modestino dijo...

:):):) .... los perros son más inteligentes, porque están menos resabiados.

Marga dijo...

Mira si te sonaré imbécil. Tuve un cachorro (Rufo), el único de mi vida. Se enfermó de una enfermedad neurológica (nos dijeron que suele pasar cuando cruzan hermanos para tner crias y vendérselas a incautos como yo). Rufo no sabía que era perro, él siempre pensó que era mi hijo. Solo conmigo quería estar incluso en sus momentos de crisis, me reconocía y se calmaba. Tenía una mirada que solo he vuelto a ver unos años después.
Y a veces creo en la reencarnación. Y a veces creo que esa mirada y ese apego no puede ser sino ese espíritu que ha regresado para estar conmigo y ser lo que fue cuando era un perrito.
En fin, cosas mías, pero entiendo perfectamente ese amor.

Modestino dijo...

Una historia entrañable. Y Rufo es un buen nombre para un perro. Ya sabes ese chiste que he oído contar a unas cuantas mujeres: "¿en qué se parece un hombre a un perro?, ... en que los dos te miran y 'parece' que te entienden".

tomae dijo...

...ya puestos, para acercarse al can, más que mirarlo ¿no deberíamos olfatearlo?

Modestino dijo...

No dejaríamos de ejercitar eso de ponernos en su lugar ...

tomae dijo...

...a eso le llamo yo "empatía canina" Modestino!!!

dolega dijo...

Mi relación con los perros ha sido siempre muy especial.
Nuestra perra, que murió hace dos años,una pastora catalana más bonita que nada, a esa solo le faltaba hablar.
Comprobamos que entendía más de 100 palabras. Era increible.
La hechamos mucho de menos, vivió 17 años y era parte de nuestra familia. Está enterrada en el jardín.
Un saludo

Modestino dijo...

Es llamativo eso de que entienda las palabras. Lo malo de tener un perro es que se te muere ...