Ayer fue jornada de discursos; hay días en los que te toca sesión continua de actos de todo tipo en los que algunas personas están obligadas a pronunciar unas palabras, algo que en ocasiones es grato y entretenido y en otras se convierte en un autentico tostón, una especie de competición a ver quien se extiende mas, quien juega a ese curioso arte de aparentar llegar al final y no hacerlo nunca -hay que echarse a temblar si alguien anuncia que va a ser breve-, quien, en definitiva, resulta mas cansino.
Mis circunstancias profesionales me han convertido en protagonista frecuente de discursos, lo que no deja de preocuparme, pues uno teme incurrir en los errores que suele contemplar. Lógicamente las circunstancias suelen variar en una u otra ocasión, pues a veces has de ser emotivo, otras reivindicativo, algunas técnico, otras institucional y casi siempre ameno. Y no deja de ser un arte saber el papel que uno debe de desempeñar en cada ocasión.
En este mundo de las palabras en actos oficiales, inauguraciones, aperturas, clausuras y demás zarandajas se ha creado una especie de protocolo de lo políticamente correcto que podría dar lugar -si no lo ha hecho ya- a formidables parodias de "Les Luthiers", "Goma Espuma" o "Martes y Trece"; se ha impuesto, por ejemplo, el comenzar las arengas con un Buenos días (tardes/noches) a "todas y a todos", una especie de clausula de estilo que yo aun me resisto a incluir, con el peligro de que algún que otro fanático/a me encorra un día a boinazos. Esa exigencia de corrección social exige medir bien las palabras, estudiar lo que uno va a decir, no vaya a ser que se meta en terreno resbaladizo. De esta manera, te puedes jugar los garbanzos si en Cataluña hablas de provincias y no de comarcas, si pones demasiado el acento en la crisis económica -para los de la oposición, viceversa- o si pretendiendo hacer una broma amable tu comentario le parece a alguien machista, homófobo, xenófobo o agresivo con algún santón laico.
Lo anteriormente dicho puede tener como consecuencia negativa la perdida de frescura y creatividad. Siempre he admirado a quienes son capaces de improvisar, a los que miran al frente, sin papeles ni falsillas, y saben decir lo que conviene con soltura y seguridad. Eso si, cuando uno ya comienza a llevar horas de vuelo en eso de escuchar discursos y sermones, acaba descubriendo que todos tienen -tenemos- nuestros trucos y comodines y acaba escuchando al mismo personaje anécdotas, metáforas y ejemplos ya reiterados, incluso copiados de discursos de otros. Cuentan una anécdota de Camilo José Cela, a quien durante sus vacaciones veraniegas en Padrón invitaron a dar una conferencia; una vez comenzado el curso, ya en Madrid, tuv que pronunciar otra en la capital, aprovechando el Premio Nobel español para repetir la ya dicha en tierras gallegas; al final de la misma se acerco una señora que también había acudido a la primera y le manifestó: "me ha gustado mucho, Don Camilo, pero estuvo mas brillante el día del debut".
Pronunciar discursos tiene sus riesgos; en primer lugar corres el peligro de incurrir en errores gramaticales; la televisión y la poca lectura de los clásicos han llevado a la generalización de incorrecciones del lenguaje: el uso del "ello", la tendencia a términos tan peligrosos como "de que" "lo que es ", "lo que viene siendo", ...; tan corrosivas o mas son las coletillas: recuerdo una persona, con cargo importante en plaza, que decía continuamente "efectivamente" o un prestigioso catedrático de Derecho Procesal a quien en una conferencia conté mas de cien "en definitiva". Pero hay otro tipo de riesgos: los que afectan al interior del orador: la vanidad, la hipocresía, la falsa superioridad, ... Si uno tiene que hablar, lo hace como parte del juego, como "gaje del oficio", pero mas vale que ni considere que sus palabras son el centro del acontecimiento, ni vista sus palabras de tal manera que ni piense lo que ha dicho ni haya dicho lo que piensa ni tenga excesiva preocupación porque su speech haya gustado mas o menos alpersonal.
Hablar de discursos puede dar aun mas juego, pero no tengo tiempo para seguir elucubrando; podríamos plantearnos el grado de interés y seguimiento de aquellos, la capacidad de influencia en quienes los escuchan o la credibilidad de los mismos, es decir, en que medida el ciudadano que lo ha seguido asume su contenido y se fía de quien lo ha pronunciado. A mi me admira, por ejemplo, el fervor con que aplauden y vitorean a los lideres políticos los asistentes a los mítines electorales: ¿de verdad se creen a pies juntillas lo que les dicen?, ¿que es lo que ovacionan? ... ¿Las palabras?, ¿los contenidos? ... ¿o tal vez la disminución del temor a que pierdan los suyos?.
Dice un refrán español que cada uno somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras: habrá que asumirlo.
Fotos: otraezcuela.blogspot.com; www.cei.cl;www.elblogsalmon.com; www.twainquotes.com
5 comentarios:
No me había pasado todavía por tu casa.Lo hago esperando salidas nocturnas que todavía no han regresado. De eso te has librado, Modestino. Porque me estoy muriendo de sueño.
Puñeteros... Un 1-0 casi al final del partido. Pobre Nàstic.
Bueno, que tu post va de discursos y llevas más razón que un santo.
Si no tienes experiencia... esas charlas aburren hasta decir basta. Y entonces te dedicas a contar las muletillas.
El buen discurso es un arte. Siempre mejor breve para dejar buen sabor de boca y con ganas de más. Con esa anécdota que te sirve de hilo o esa metáfora que lo ilustra. Y cuidando mucho la técnica de los principios y finales.
Es un arte porque si eres previsible... el público desconecta desde el primer minuto. Y si eres un buen orador... se crea un clima, un silencio expectante que se puede cortar.
Por supuesto, todo lo que digo es a base de escuchar muchos. Jamás me ha tocado en plan oficial,gracias a Dios... aunque sí he ayudado a elaborar unos cuantos. Y me sirvió mucho aquel libro de Vallejo-Nájera "Cómo hablar en público".
Un saludo ... de domingo ya.
Luego haré la crónica. Creo que al final merecímos ganar y total, a vosotros os da igual. Sí, marcamos al final, pero ya lo habíamos hecho antes y el árbitro no concedió dos goles que en ni opinión eran legales. El Nastíc un buen equipo.
Sabias que entraría en este ¿verdad?, un buen discurso es algo que no olvidas, la verdad es que hay algunos que conservo grabados para siempre en mi memoria.
La duda que tengo es si el buen orador nace o se nace, yo creo que si no tienes unas dotes innatas no hay nada que hacer, aunque un buen remedio es conocer muy bien la materia.
Por cierto, aunque no entiendo absolutamente nada de fútbol, vi una balón dentro de la portería y no fue gol, aunque esto debería ir en el comentario al otro post.
No tengo muy claro eso de las condiciones innatas; creo que para hablar bien es buena la experiencia, el habituarse a hablar en público y perder el miedo a ésto.
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