
Aguirre llegó a un Zaragoza en situación crítica: se llevaban disputadas once jornadas de liga y el equipo se encontraba en el pozo clasificatorio con 7 miserables puntos y una única victoria en el casillero. Lo que más sorprendió, al menos a quien ésto escribe, de su llegada fue la afirmación de que no necesitaba fichajes y se bastaba con lo que tenía para salir del atolladero. Los comienzos no fueron fáciles y el equipo siguió teniendo jornadas tan nefastas como un 0-3 en La Romareda frente al Villarreal y un humillante 4-0 en campo del Español en un encuentro en que el Zaragoza, simplemente, no jugó. Pero pronto se notó un cambio de actitud en los jugadores, un evidente compromiso y, hay que reconocerlo, cierta dosis de suerte que sacó al equipo de las posiciones de descenso al empezar la primera vuelta.
Los soponcios, a pesar de todo, no desaparecieron, y así el Hércules nos remontaba un partido en los últimos 10 minutos y un Atlético de Madrid que había perdido cuatro partidos seguidos se llevaba los tres puntos del campo municipal; pero lo que ha sido evidente es que, con las limitaciones cualitativas de la plantilla, Aguirre ha formado un auténtico equipo en el que cada cual sabe lo que tiene que hacer y frente al que no es sencillo jugar, como quedó confirmado hace dos semanas en el Camp Nou, cuando el todopoderoso Barça solamente fue capaz de vencerle 1-0. El "Vasco" ha recuperado a jugadores que parecían muertos como Contini y Paredes, ha encontrado el puesto adecuado a Leo Ponzio, ha hecho crecer a jugadores como Gabi, Bertolo, Jarosik y Braulio, a la vez que ha repescado a gente que parecía no ofrecer nada, caso del italiano Lanzaro o el holandés Boutahar.
También el año pasado José Aurelio Gay fue capaz de resucitar a un muerto, pero a él -no lo olvidemos- le trajeron siete fichajes, con nombres tan sonoros como Suazo, Colunga, Roberto o Contini, mientras que el mexicano ha tenido que conformarse con lo que hay y un par de remiendos de última hora. A todo ello cabe añadir una prudencia y discrección notorias, un saber estar, un trabajo sin faroles, castañuelas ni altavoces. Marcelino me parece un buen entrenador, pero también demasiado aficionado a soltar la boca -no siempre con oportunidad-, con filias y fobias y una visión caprichosa y monolítica del fútbol, mientras que a Gay le ví como un buen tipo al que le perdió una notoria ingenuidad y cierta falta de experiencia.Creo, con toda sinceridad, que Javier Aguirre supera a ambos, y, en lo que yo recuerdo, a cualquier entrenador que ha tenido el Real Zaragoza desde la época de Leo Beenhakker.
No se lo que va a pasar al final de la Liga; hay dos cuestiones que están, desde mi punto de vista en el alero: la primera la salvación del equipo, algo en lo que tengo confianza precisamente por la presencia del mister mexicano y la segunda la continuidad de éste en el equipo, cosa de la que sinceramente dudo, porque no me fío nada, absolutamente nada, de la gestión de quien rige el club .... aunque tenga que admitir que fichar al "Vasco" fue un total acierto.