21 de febrero de 2014

El miedo a no estar a la altura



En un libro que ando leyendo, de esos en los que el protagonista te cuenta lo que ocurre en primera persona, hay un momento en el que el hombre se acusa de sufrir el defecto de tener miedo a no estar a la altura. He de confesar que, como en unos cuantos sucedidos más que el autor relata, me he visto reflejado en el problema. No se si la raíz de todo hay que encontrarla en la timidez, la inseguridad o esos retazos de vanidad que todos llevamos dentro, ... imagino que habrá de todo un poco, aunque es posible que con mayor injerencia que los motivos citados, ese miedo a no estar a la altura pueda tener su causa en el temor a decepcionar, en esa preocupación sobre lo que esperan los demás de nosotros que se puede convertir en obstáculo para el buen desarrollo de lo que hacemos, en condicionante de nuestros deseos, de nuestras aspiraciones, ... en sierra implacable que nos corta las alas, es decir, que frena y limita nuestra libertad.

Y no estoy hablando de ese afán de quedar bien que en mayor o menor medida nos influye a casi todos y que suele tender a disminuir con el paso de los años, conforme va extinguiéndose el sentido del ridículo y vamos aprendiendo a reírnos de nosotros mismos; pienso más bien en las consecuencias de que por encima nuestro, familiar, profesional, institucionalmente, puedan existir quienes hayan asumido su función con cierto exceso, no hayan sabido controlar una personalidad fuerte, una mentalidad "profesoral" o una forma de ser posesiva y nos hayamos acabado creyendo que en nuestras metas no tenemos ni la iniciativa ni la libertad de elección. Para estar a la altura sólo es precisa la disposición y el esfuerzo, el resto lo componen nuestra propia forma de ser, hacer, actuar, ... la que nos ha dado Dios, cuyo juicio es el único que nos debe importar, e intuyo que es persona que sabe valorar la altura de cada cual, que no necesita exhibiciones, que nos conoce muy bien y por eso comprende y perdona.

Es posible que en ocasiones nos hayan reprochado el haber decepcionado en algo a alguien, tal vez no deberíamos darle excesiva importancia porque quizá la razón última de lo que decepciona al decepcionado no se encuentra en nuestra mayor o menor altura sino una inadecuada valoración de las cosas, en una indisimulada capacidad de proyectar su visión de la vida en los demás o en una sencilla sobredosis de egolatría.

5 comentarios:

Susana dijo...

La pregunta es: a la altura de qué o de quién. Cada cual tiene sus propias metas. Un beso.

Modestino dijo...

Para mí el problema se produce cuando la meta te la ponen desde fuera ... evidentemente, hay casos en los que no cabe otra, pero todos conocemos ejemplos como el del chaval que tiene que ser médico, militar o juez, porque desde hace generaciones siempre ha habido un médico, militar o juez en la familia ... o una vez militar, tiene que ser general .... porque en cada generación de Cicuendez ha habido un general ...

Y podríamos seguir poniendo ejemplos. Y no hablemos de las comparaciones ...

Brunetti dijo...

Los jugadores del Real Zaragoh!za, ¿también tienen miedo de no estar a la altura? ¿Es eso lo que les sucede?

¡Ah, vale! Ahora lo entiendo todo.

Salud,

Alberto dijo...

Los jugadores del Real Zaragoza y todos los que están en esa antigua entidad histórica, ahora un lupanar barato, no están a ninguna altura.

Modestino dijo...

Todo suena a defunción ... mejor no hablar.