Hace unos días quedé con un conocido en Zaragoza para regresar con él a Huesca: ya se sabe que soy "peatón" y no es infrecuente que ande pidiendo este tipo de favores; lo que no sabía era que el hombre antes de partir rumbo al Altoaragón había quedado con unos amigos para echar una partida de guiñote en un bar cercano. Para quien no sea entendido de las especialidades aragonesas en juegos de naipes, hay que explicar que el "guiñote" viene a ser como el tute, si bien las "cuarenta" y las "veinte" se cantan con el Rey y la Sota, y puedo asegurar que se trata de una práctica muy extendida por mi tierra que provoca pasiones en los bares más típicos y tópicos de las cuatro esquinas de la Comunidad Aragonesa; existen la modalidad "individual" y la modalidad "parejas".
Tras tantos años en tierras tan serias y poco dadas al azar como las catalanas, ando muy perdido de las formas y circunstancias de las partidas de cartas, y más en concreto de las que están protagonizadas por la variedad citada. Por eso me hizo especial gracia contemplar las incidencias del envite en cuestión, por mucho que mi atención la compartiera con el partido que en San Mamés disputaban el Athletic y el Racing de Santander y era transmitido desde la tele del citado bar, un establecimiento de la calle Arzobispo Apaolaza de Zaragoza que reunía todos los requisitos que un buen observador exigiría a una partida de guiñote: público ruidoso, ambiente castizo y, ¿por qué no decirlo?, cierta "cutrez".
Por supuesto, la partida tiene que ir acompañada de unos buenos tragos: tres de los participantes tomaron cerveza -a morro, por supuesto- y solamente uno un vaso de Somontano que no se si es demasiado lujo para tal evento; también lucía en la mesa un platito de cacahuetes, de los que hay que pelar, algo que me parece más propio si de "tradiciones" hablamos. El escenario reunía todas las condiciones: la mesa y las sillas, de Formica, el suelo, lleno de cáscaras -no de langostinos precisamente-, los comentarios del personal, sabrosos y el sonido ambiente inflamado por esa costumbre tan aragonesa de hablar a todo trapo; encima de la mesa se colocó un mantel verde que estaba claramente trabajado por el "humo de cien batallas".
La partida se jugó -no podía ser de otra manera- con baraja española, facilitada por la casa y también notoriamente "revenida", y los jugadores se hicieron con papel y bolígrafo para ir apuntando los resultados que iban obteniendo en las sucesivas rondas. En este tipo de juegos suele ser muy enriquecedor el vocabulario y las expresiones de los rivales; para estas ocasiones hasta los más tímidos se sacan de la manga una especial soltura para la picardía, la sorna y el recochineo. Fui recordando los distintos envites del juego, que solamente practiqué en ingenuas partidas infantiles, resurgiendo conceptos como el de "triunfo", "cantar las 20 y las 40", "pintar bastos", "tener buena mano" o "soltarse un farol". El encargado de ello fue anotando resultados, con palotes y números muy característicos, y al final ganó una de las dos parejas, aunque no me pregunten la razón que aún me queda por descubrir cómo se reparten ganancias. Por cierto, el bar facilitó un puñado de viejas monedas de 100 pesetas para animar el cotarro, dinero tan inútil como efímero, pues al acabar el juego regresó a la barra. Y terminado el evento regresamos a Huesca, que uno no se suele acostar nunca sin conocer algo nuevo ... o cuando menos rememorarlo.
16 comentarios:
¡El guiñote!
No he jugado en mi vida, pero parte del verano de 2009 lo pasamos en Lastanosa, un pueblecito de Los Monegros, junto con un matrimonio amigo oriundo él de esas latitudes. Allí, entre otras cosas, se jugaba al guiñote y, tal y como lo describes, la pasión con que se jugaba resultaba sorprendente para el forastero.
Madre mía Lastanosa¡¡¡, conozco muy buena gente de ese pueblo. Pero hay que tener moral para veranear en Los Monegros: si me preguntaran cuál es el pueblo más feo que conozco creo que diría que Sariñena.
Fuimos a parar allí por este amigo nuestro. Si no, como tú dices, no sé cómo se explica que acabáramos allí.
Hay que reconocer que ese pueblo tiene una piscina excelente, nueva, grande y limpia, que hacía más llevadero el calor y las delicias de los niños.
Lo peor, el ataque los mosquitos (enooormes) que cada día, puntuales, llegaban a eso de las 20,30 h. Por la noche, al aire libre, tertulias con cerveza y frutos secos (sobre todo cacahuetes con su cáscara).
Las gentes de allí, encantadoras.
No sé si es "el más", pero coincido contigo en que feo, lo es.
la última línea del comentario anterior iba referida, claro está, a Sariñena.
Es que no hay color: los cacahuetes buenos son los que hay que pelar ... habrá que abrir un post al respecto.
Soy incapaz de jugar a ningún juego de cartas...pero el resto de mi familia son expertos jugadores de guiñote...acumulan un montón de trofeos, en las dos modalidades, porque juegan en todos los torneos de verano...y mi padre, cuando estamos en el pueblo, todos los días a hacer la partidica al bar después de comer. Se juegan el café.
¡Ah! Los pueblos de los Monegros...hay que conocerlos, y terminas amándolos...mi madre es de Lanaja, al ladico de Sariñena, y oye...que ni tan malo. Es un tesoro de riqueza humana, te lo aseguro.
Buen fin de semana.
¡Lanaja! Estuve una vez comiendo en casa de los suegros de un amigo. Volvíamos de Madrid y paramos allí a comer.
Lo recuerdo como un vergel (sonará exagerado, pero es el recuerdo que tengo) entre tanto desierto.
Lanaja ... y Lalueza, Candasnos, Sodeto, Grañén, ... Los Monegros dan para mucho.
Yo no me aclaro con los juegos de cartas. Pero la sangre aragonesa corre y cómo corre ...en mi familia. Los pequeñajos podrían haber estado en el bareto y fijo que no perderían comba.
Relato costumbrista de sacarse el sombrero. Estás muy inspirado últimamente, Modestino.
Un saludo cordial, jurisconsulto.
A mi no me gusta juzgar a las cartas en general ,ni guiñote, en particular. La estampa que describes -(foto incluida)-, me recuerda a la España de los botejara . Aun si fuera el póquer seria otra cosa. Tenia un amiga que su madre iba a jugar al bridge, a un hotel de postín .Me parecía lo mas esnob que he podido oír nunca. Además las amigas que eran ya mayorcitas, atendían a nombres como: cachita, nene, chon chon,pituca y similares.
Nada que ver con lo que describes en tu post. No se con cual de los dos extremos me quedo. Casi que con el pueblo de Sariñena (que por otras razones, que no viene al caso, conozco desde hace tiempo).
La estampa es pintoresca, pero esa España existe y no intuyo que esté abocada anla desaparición.
Claro que existe esa España.Como existen tantas cosas ,ni que desaparezca,ni tenga que hacerlo .Faltaria mas .Solo que no es la España que mas me gusta .
No estoy muy convencido de que con el poker las cosas serían muy distintas de lo que son con el guiñote, como viene a decir Opinadora, pero sí que veo una diferencia fundamental: en el guiñote (por lo menos en el de dos jugadores, que es el que yo he practicado durante decenios) si no te llegan buenas cartas no tienes nada que hacer; lo de los faroles hay que dejarlo para el poker (o para el mus, según se mire).
Eso sí, y voy a tener que ser yo quien lo reconozca, no me imagino a Paul Newman y a Robert Shaw en "El golpe", o a Steve McQueen y a Edward G. Robinson en "El rey del juego", dándole al guiñote en cuenta de al poker.
Jugando al guiñote es más fácil imaginar a Antonio Garisa, Paco Martínez Soria o Erasmo Pascual.
Tal vez sea poco chic jugar al guiñote... pero !y lo bien que se lo pasan!
Conste que ya no me acuerdo mucho pero en su día lo aprendí!
Un abrazo
Si el guiñote,el cinquillo,el tute,etc.Tiene que tener su encanto,pero me suena un poco cutre ,que le vamos hacer.
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