Una de los lugares que más me impresionó en mi última estancia por tierras gallegas fue Muxía, un municipio situado en lo más extremo de la costa, en la Comarca de Finisterre, allá donde los antiguos pensaban que se acababa el mundo, y no me extraña, pues allí uno siente una sensación muy especial, un ambiente nada artificial, unos aires entre salvajes y naturales que te hacen sentirte a la vez muy a gusto y francamente impresionado.
Yo estoy acostumbrado al Mediterráneo, con todo su encanto y con la paz que transmite, pero en Muxía vi un mar diferente y mucho más impresionante: con un azul intenso, una extensión que sobrecoge y un sonido distinto, especial. Allí, bajo la sombra y el amparo del Santuario de Nuestra Señora de la Barca, uno se pasaría horas contemplando el horizonte, llenándose de esa paz que despide un mar poderoso, azul, imponente ... ante esa estampa no cabe sino bajar la cabeza ante el poder de Dios creador y agradecerle infinitamente el habernos regalado estampas y ambientes tan bellos. Contemplando el mar, comprobando cómo se extiende hacia el infinito, cómo se impone a cualquier capacidad humana, el hombre se sobrecoge y se ve forzado a sentirse muy pequeño ante la grandeza del poder divino plasmada en un inmenso océano de un azul intenso.
Muxía fue arrasada en el Siglo XII en dos ocasiones, primero por los normandos y posteriormente por los musulmanes; en el XIX volvió a sufrir la invasión de la tropa extranjera, en esta ocasión la formada por los franceses a las órdenes de Napoleón, pero siempre se levantó y se rehizo y, posiblemente por eso, ha conseguido ofrecernos una estampa de solidez y añejo poderío. El citado Santuario de Santa María de la Barca era final de etapa de los peregrinos que, después de visitar al apóstol, se dirigían a estas tierras del Finis Terrae para rendirse al pie de la Virgen y contemplar unas curiosas piedras llenas de leyenda; se trata de un edificio de culto construido para cristianizar una lugar donde se realizaban cultos paganos por los antiguos celtas. El templo actual de estilo barroco fue construido a principios del XVIII gracias al donativo de los Condes de Maceda, cuyas cenizas se encuentran en unos sepulcros dentro del santuario. Su planta es de cruz latina. En su interior, destaca el retablo barroco obra del escultor Miguel de Romay. En él aparecen representados los doce apóstoles rodeando al camarín donde se encuentra la Virgen de la Barca, que goza de una gran devoción.
Fue un magnífico colofón a mis vacaciones gallegas, a lo que cabe añadir un baño en la Playa de Lourido, cercana a Muxía y un excelente pulpo flambeado en un restaurante del puerto ... pero de ésto habrá que hablar otro día.
3 comentarios:
Finisterra es una palabra perfecta! El Atlántico es una pasión, pulpos y un larguísimo etc incluídos... :))
Los pulpos también, sí señor¡¡¡
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