No tengo claro que todos tengamos un concepto común de vitalista; tal vez para algunos sea el individuo que no para de tener iniciativas, que siempre tiene ideas en la cabeza; posiblemente algunos llamen así a los que aguantan de juerga hasta el alba sin mostrar signo alguno de agotamiento de cualquier tipo, o aquellos a quienes se califica de hiperactivos... No me refiero a ninguno de esos, sino hablo de aquellas personas que son felices invitando, agasajando, compartiendo sus cosas con sus amigos. Todavía queda -¡gracias a Dios!- gente que disfruta haciendo disfrutar, personas que ponen la amistad por encima de egoísmos personales y batallitas propias y son felices organizando cualquier movida capaz de juntar a los amigos y hacerles la vida agradable.
Yo conozco muy bien a alguno de éstos, todo un personaje: te invita a su casa y parece que el favor se lo haces tú, envidio su entusiasmo, su capacidad de querer, su disposición a trabajar lo que haga falta para satisfacer los gustos culinarios y "espirituosos" de sus invitados, quienes no suelen ser ni dos ni tres, porque estos vitalistas suelen organizarlas por todo lo alto y en olor de multitud. El vitalista disfruta siendo hospitalario, está encantado de la satisfacción ajena: para él es un gozo compartir lo que tiene, conseguir que disfrutes con lo que él disfruta y lograr que descubras los sanos placeres que el anteriormente ha descubierto.
Evidentemente hay maneras de ser, pero no puedo evitar encontrar virtud en esa hospitalidad; ya no cabe hablar sólo de la generosidad de quien da lo que tiene, de quien no se reserva exclusivas ni monopolios, sino que ha llegado a la magnanimidad, esa virtud que se aleja del cálculo, de la roñosería mísera y rancia. El vitalista suele tener buena proporción de magnanimidad, no mide ni el tiempo que dedica ni los presentes que ofrece ni la energía que gasta y suele conseguir bese objetivo tan sano y elogiable de hacerlo pasar muy bien a sus amigos.
En filosofía, el vitalismo es "la teoría que coloca la vida (o los valores vitales) por encima de cualquier otra realidad o valor, suponiendo lo demás subordinado a los intereses de la vida"., creo que está claro que no estoy intentando filosofar, simplemente trato de agradecer a quienes -y tienen nombres y apellidos- han sabido ofrecer a sus amigos momentos inolvidables disfrutando, sobre todo, de la compañía.
Yo conozco muy bien a alguno de éstos, todo un personaje: te invita a su casa y parece que el favor se lo haces tú, envidio su entusiasmo, su capacidad de querer, su disposición a trabajar lo que haga falta para satisfacer los gustos culinarios y "espirituosos" de sus invitados, quienes no suelen ser ni dos ni tres, porque estos vitalistas suelen organizarlas por todo lo alto y en olor de multitud. El vitalista disfruta siendo hospitalario, está encantado de la satisfacción ajena: para él es un gozo compartir lo que tiene, conseguir que disfrutes con lo que él disfruta y lograr que descubras los sanos placeres que el anteriormente ha descubierto.
Evidentemente hay maneras de ser, pero no puedo evitar encontrar virtud en esa hospitalidad; ya no cabe hablar sólo de la generosidad de quien da lo que tiene, de quien no se reserva exclusivas ni monopolios, sino que ha llegado a la magnanimidad, esa virtud que se aleja del cálculo, de la roñosería mísera y rancia. El vitalista suele tener buena proporción de magnanimidad, no mide ni el tiempo que dedica ni los presentes que ofrece ni la energía que gasta y suele conseguir bese objetivo tan sano y elogiable de hacerlo pasar muy bien a sus amigos.
En filosofía, el vitalismo es "la teoría que coloca la vida (o los valores vitales) por encima de cualquier otra realidad o valor, suponiendo lo demás subordinado a los intereses de la vida"., creo que está claro que no estoy intentando filosofar, simplemente trato de agradecer a quienes -y tienen nombres y apellidos- han sabido ofrecer a sus amigos momentos inolvidables disfrutando, sobre todo, de la compañía.
4 comentarios:
Vitalista. Me gusta el adjetivo, Modestino. Y el enfoque que le has dado.
Sólo un apunte. Para conseguirlo es necesario derribar el muro del perfeccionismo, saber acoger sin complejos ni competitividad (esto es más típico en las mujeres), entender que la gente está a gusto cuando recibes siendo tú mismo y con lo que tienes, sin disfraces...con tu forma de ser y vivir...
A los catalanes nos queda mucho por aprender de aragoneses, asturianos, madrileños, andaluces... Tendemos al coto cerrado. Por supuesto que hay muchas y honrosas excepciones.
Me ha gustado muchos este post, jurisconsulto. Gracias.
Yo creo que en Cataluña también hay vitalistas, ... en todas partes. Hoy precisamente tengo cena en casa de un genuino vitalista.
"te invita a su casa y parece que el favor se lo haces tú"...me encanta ese enfoque Modestino.
¡disfruta del comensal!...¡y de la cena!
De los comensales, Tomae, disfrutaré de todos ellos.
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