17 de octubre de 2017

Mi homenaje a Vitorino


El pasado 3 de octubre falleció en la localidad extremeña de Portezuelo (Cáceres) el célebre ganadero Vitorino Martín. Había sufrido poco tiempo antes un accidente vascular y su vitalidad no fue suficiente para superar la crisis. Había nacido hace 88 años en el pueblo madrileño de Galapagar, de donde le viene su famoso apelativo de "el cateto de Galapagar", sobrenombre que intuyo tiene más de castizo y cariñoso que de despectivo.

El mundo del toro del último cuarto del siglo pasado y del tiempo que llevamos del actual no se puede entender sin la influencia de la ganadería de este hombre de aspecto rudo, pero de inteligencia y constancia notables. Al ganadero fallecido le costó llegar a la cima, y hasta el indulto del toro "Belador", lidiado por Ortega Cano en la Corrida de la Prensa celebrada en la Plaza de Las Ventas el 19 de julio de 1982 sus toros eran considerados unos animales peligrosos a los que pocos querían enfrentarse. El citado indulto le dio prestigio y, a pesar de la bravura de los cornúpetas muchos toreros se peleaban por formar parte de las ternas en las que se lidiaban los famosos "vitorinos".

La ganadería de Vitorino Martín coincidió con un resurgir de la fiesta taurina, que había perdido fuerza a partir de la retirada de diestros míticos como "El Cordobés", Diego Puerta o Santiago Martín "El Viti". El momento cumbre de esta ganadería lo constituyó la llamada "corrida del siglo", un festejo  celebrado en Madrid el 1 de junio de 1982 durante la Feria de San Isidro y en el que Vitorino presentó seis toros espectaculares con los que triunfaron por todo lo alto tres toreros de valor: Francisco Ruiz Miguel, nacido en San Fernando (Cádiz) y que llegó a la cima a base de pelear con morlacos que nadie quería lidiar, Luis Francisco Esplá, un alicantino con dotes de intelectual y amante de revivir viejos usos taurinos y José Luis Palomar, un modesto soriano que alcanzaría ese día la fama. Los tres diestros salieron a hombros en compañía del propio ganadero.

Con este festejo creció aún más la leyenda de Vitorino, un hombre del toro de pies a cabeza, constante hasta la tozudez, perfeccionista, exigente y castizo. Descanse en paz.


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