26 de diciembre de 2014

El mensaje de ayer


Como suelo hacer cada día de Navidad, ayer a las 12.00 horas puse la tele para escuchar en directo el mensaje del Santo Padre y recibir desde mi casa su bendición "urbe et orbe". Fue el de ayer un mensaje duro, casi estremecedor; el Papa Francisco habló con fuerza y claridad de los dramas que en la actualidad se están produciendo en países como Irak, Siria, Nigeria y Pakistán , utilizó términos durísimos y en su gesto me preció ver un claro rictus de seriedad, casi de tristeza. Sentí una mezcla de pena y preocupación por el gesto del pontífice.

Las personas tendemos a tropezar mil veces en la misma piedra, y en mi interior noto que una vez más he sido en exceso tibio a la hora de identificarme con dramas como los vividos en Oriente próximo, en Pakistán, en tantos lugares de África ... las guerras, el hambre, la injusticia, la desigualdad, ... no son situaciones a las que nos hayamos de acostumbrar ni de resignar. Y, por supuesto, tampoco cuando esas situaciones  se están produciendo bastante más cerca de nosotros. El Papa Francisco va una vez más por delante, y ayer sentí la necesidad de no dejarle solo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo ayer tambien le vi especialmente serio

tomae dijo...

No lo vi Modestino, pero el tema es serio y preocupante..¡qué hacemos!¿? Parece que tengamos que enviar a los US Marines para una nueva cruzada¿? No sé...he leído tu artículo y me ha dado por entrar en la tienda que regenta un "moro" que conozco e ir a saludarle, y nos hemos dado la mano y felicitado las fiestas; no sé igual tendríamos que acercarnos unos a otros sin la "frontera" de la Religión.


Feliz 2ª Navidad ¡¡¡

quique dijo...

Este papa no puede ser ajeno a nadie...su discurso es absolutamente necesario. Da igual si crees o no...

Anónimo dijo...

Sentí lo mismo que tú: vergüenza de no tener presentes a mis hermanos perseguidos y masacrados, de no acordarme de los niños a los que no se permite nacer, y de tantas otras cosas, pero, a la vez, una gran alegría, porque tenemos un profeta que nos lo recuerda.
María