5 de diciembre de 2014

Perder el oremus


El pasado domingo, cuando seguía por la "SEXTA" el partido que enfrentaba al Real Zaragoza con la Ponferradina, uno de los comentaristas se hizo eco de la decisión del Albacete Balompié de dar de baja como socio al ciudadano que había sido identificado días antes por manifestar en redes sociales su alegría por la muerte violenta de una policía nacional durante un atraco a un banco de Vigo. Por lo visto el personaje había felicitado al atracador que efectuó el disparo mortal por su buen tino, y todo ello al parecer porque andaba enfadado con un policía local manchego que le había puesto una multa. Mi aplauso al equipo de fútbol albaceteño por el sentido común y la valentía de tomar una decisión que me parece sabia: cuantos menos indeseables haya en lista, mejor.

No se si el comentario referido se debió a un mal momento o es que al hombre le faltan herbores, educación y conciencia, pero el hecho pone de nuevo en mi cabeza algo que me produce tanto desazón como encono: el estilo y  las formas con que, frecuentemente amparados en el anonimato, algunos se despachan en redes sociales, foros y comentarios a noticias digitales. Independientemente de que pueda haber motivos para el enfado -no niego que con frecuencia y por desgracia los hay- hay veces -no pocas- en que el tono utilizado se caracteriza por el permanente recurso al exabrupto, el uso continuo del insulto personal, la total ausencia de rigor y mínimos conocimientos en relación al tema del que se habla y la reiteración de amenazas, desprecios y humillaciones.

Felicitar a quien ha matado a una persona que cumplía su trabajo sirviendo a la sociedad y defendiéndonos con riesgo cierto -¡y tan cierto!- de su vida denota algo más que la sinrazón de un instante, hace ver que en algunos se ha perdido el norte y el equilibrio. Leyendo algunas reacciones  tengo la sensación de que hay quien se ha atribuido una especie superioridad moral de tal envergadura que se cree con derecho a juzgar a todo el mundo, con libertad para machacar de la forma más basta a quien considere oportuno y con autoridad para decir las mayores barbaridades, tal vez pensando que es oráculo infalible, aunque verdaderamente no pase de energúmeno cibernético.

2 comentarios:

Susana dijo...

Es lo que tiene la masa y el anonimato, que exacerba los bajos instintos. Por desgracia, muchos les aplauden. Un beso.

Modestino dijo...

Es cierto que bajo el anonimato hay quien es capaz de las mayores barbaridades.