Hay una imagen que produce en mí diversas sensaciones, la de los niños caminando por la acera cada mañana acompañados de sus padres camino del colegio: mochilas arrastradas, ojos somnolientos, miradas entre ilusionadas y expectantes; en mi interior asoma la nostalgia, el recuerdo de esos años ya tan lejanos pero que, curiosamente, permanecen vivos y recientes en el corazón, cuando caminaba de la mano de mi madre hasta el Colegio de "La Enseñanza" de la calle Bilbao, viven en mi retina la panadería de la calle Canfranc, el semáforo de la Puerta del Carmen y las caras de mis compañeros al paso de las hojas que caen en octubre, el cierzo del invierno, y los primeros calores de mayo. Y con la nostalgia también llegan, íntimamente unidas, la ternura y la añoranza de quienes se quedaron en el camino. Ver a los niños más pequeños acudir a dar sus primeros pasos escolares es una imagen que endulza los sinsabores de cada día, que en los tiempos que corren ya no suelen ser pocos. Junto a la actitud más o menos cansina y tensa de los adultos, en ellos se combinan las miradas ilusionadas, la ingenuidad propia de la infancia y ese vivir al día, sin miedos ni expectativas de futuro que tal vez deberíamos imitar los mayores.
Pero hay veces en las que ante esta imagen tierna y evocadora, deberíamos pararnos un momento a pensar, poner en marcha nuestra capacidad, a veces anquilosada, de reflexión y pensar si estos pequeños hombres y mujeres que son auténticas promesas de inquietudes y grandezas, se merecen lo que les estamos dejando ... ¿qué mundo se van a encontrar?, ¿qué perspectivas de futuro tienen ante sí?, ¿nos encontramos en condiciones de asegurarles que podrán hacer realidad sus ilusiones y esperanzas?. La imagen que hoy es entrañable, puede quedar empañada si pensamos en el futuro; unos niños que normalmente viven en un mundo que tiende a la idealización y que excluye preocupaciones futuras, se enfrentan a un mundo con perspectivas inciertas y hasta oscuras. Posiblemente sea hora de recapacitar y que la imagen dulce de ahora nos mueva al compromiso para conseguir que no se estropee, que no cambien las risas en muecas.
7 comentarios:
Si no les gusta el mundo que heredan que lo cambien eso será cosa suya.
Tienes razón Modestino, pero...¿qué mundo nos hemos encontrado nosotros?
Si, que cambien las cosas ellos, ... pero podriamos adelantarles algo de tarea ...
Pues me temo que lo encontramos mejor de como se lo llevamos.
Buenas.
¿Cómo podrán reivindicar con este pensamiento? Pensarán que lo hagan otros o la siguiente generación. Creo que es una justificación absurda y sin sentido.
Es importante lo que les enseñamos, y a veces parece que los padres se desentienden y la enseñanza, en mi opinión, es bastante mejorable.
Tanta tele, tanta pantalla de móvil, ....
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