Había terminado la temporada 1974-75 y el Real Zaragoza había logrado por primera vez en su historia el subcampeonato de Liga; el equipo se había hecho fuerte en La Romareda, donde habían ido cayendo todos los grandes: Real Madrid, Barça, Atlético, de Madrid, Valencia, Real Sociedad, ... incluso habían sido capaces de endosarle un increíble 6-1 al Madrid de Miljanic, Breitner, Netzer, Santillana, ..., indiscutible campeón de Liga. La directiva que entonces presidía José Angel Zalba vio necesario reforzar el equipo, y entre otras peticiones el gallego Luis Cid "Carriega" había pedido un defensa central con capacidad de liderazgo, pues los dueños del centro del área aragonés, Violeta y Manolo González, habían superado con creces los 30 años. Los tiros se dirigieron a Portugal, donde estaba causando sensación Carlos Alinho, un espigado defensa libre que había nacido en la entonces colonia portuguesa de Cabo Verde y vestía los colores del Sporting de Lisboa; la prensa aragonesa daba por hecho el fichaje, pero a última hora se cruzó el Atlético de Madrid, que se hizo con el jugador, aunque esté no llegaría a formalizar el contrato al no pasar el reconocimiento médico. Pero cuando observaban a Alinho, los técnicos del club se fijaron en su compañero de zona, Victorino Bastos, un hombre de menos altura física, pero de una complexión atlética y una notable contundencia a la hora de defender. El fichaje de Bastos por el Zaragoza fue inmediato y se convirtió en la adquisición estrella del verano zaragocista junto al extremo izquierdo asturiano Juanjo, comprado al Burgos. Los otros fichajes fueron modestos: el regreso del viejo Pichichi Enrique Porta, ya en su declive, un ariete paraguayo llamado Jorge Insfran que era tan alto como torpe y el volante uruguayo Cambón, que apenas completó cinco encuentros con la elástica blanquilla.
A Bastos le costó integrarse en Zaragoza y en un equipo que tras los gloriosos años de los "Zaraguayos" entró esa temporada en barrena; Planas había sufrido una grave lesión de rodilla en la pretemporada que le inhabilitó para el fútbol, Arrua, auténtico buque insignia del equipo, hubo de operarse y los nuevos fichajes no dieron resultado, así el Zaragoza navegó todo el año en zonas pantanosas y solamente le salvó del descenso una victoria ante el Granada en el último partido. El jugador portugués, un futbolista entregado y sobrio, no fue titular hasta el cuarto encuentro, cuando el Zaragoza viajó a Alicante para enfrentarse al Hércules. El equipo alicantino había ascendido el año anterior e iniciaba la época más gloriosa de su historia, pues permaneció ocho temporadas seguidas en la élite; había construido una gran plantilla en la que destacaban dos argentinos de primer nivel: el central Giuliano y el volante Saccardi, junto a ellos lucían el meta Deusto, que había pasado de eterno suplente de Iríbar a portero de primera fila, el capitán Rivera, el interior Baena, un jugador completísimo, el "Tigre" Barrios, un cazagoles venido del Barça y los prometedores Juan Carlos y Carcelén que acabarían fichando por Valencia y Madrid. Ese año el Hércules terminaría el campeonato en sexta posición.
El partido, celebrado el 28 de septiembre de 1975, le fue mal al Real Zaragoza desde el principio y los alicantinos impusieron su mejor preparación física y un orden táctico impuesto por quien fue el auténtico artífice de sus éxitos, el gallego Arsenio Iglesias, que precisamente dos años después ficharía por el Zaragoza y le devolvería a la 1ª división. Con 1-0 en el marcador y ya iniciada la 2ª parte el argentino Saccardi marcó un gol con la mano que el colegiado catalán Crespo Aurré, nacido en la tarraconí localidad de Amposta, dio por válido. Como era de esperar se armó la marimorena y los jugadores aragoneses rodearon al trencilla con la habitualidad vehemencia e impulsividad de estos casos. El propio "Cacho" Saccardi, ya fallecido, se dirigió a Bastos y entre susurros le dijo: "No sé como no le das una patada al árbitro, todo el mundo ha visto que he metido el gol con la mano". El portugués le tomó la palabra al pie de la letra y dirigiéndose al de negro le propinó una patada en el trasero; Crespo Aurré entre incrédulo y sorprendido, mostró la cartulina roja a Bastos. Como era de esperar, éste fue suspendido por el Comité de competición con diez partidos, que al fallecer mes y medio después Franco quedaron reducidos a seis al aprovechar la Federación la subida al trono del Rey Juan Carlos para dar una amnistía general. Yo no recordaba haber visto nunca una agresión al árbitro y me sentí avergonzado de que la primera vez tuviera como protagonista a un jugador de mi equipo, un hombre que era mucho mejor persona de lo que demostraba su primera intervención relevante en el fútbol español.
Bastos jugó tres temporadas en el Zaragoza, llegando a jugar un total de 51 partidos oficiales. Su trayectoria fue discreta y no cumplió las expectativas creadas, aunque siempre fue un buen profesional y una buena persona. Al finalizar la temporada 1977-78 el jugador regresó a Portugal, donde mantuvo un buen nivel hasta su retirada. En el año 2006 falleció a la edad de 55 años víctima de una larga y cruel enfermedad.
4 comentarios:
Jo!, 10 partidos. A Pepe por la agresión (salvaje) a Casquero le cayeron 11, ¿no?
Sí, pero Casquero no era árbitro ...
Jajajaja cierto
Eso sí, si la agresión hubiese sido de Casquero a Pepe ... imagínate la.presión de todos los medios madrileños...
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