20 de diciembre de 2010

Cuando el rostro se ilumina

Hay una persona con la que coincido de vez en cuando por motivos laborales que asegura que se me iluminan los ojillos en determinadas ocasiones; no es la primera vez que escucho comentarios relativos al brillo o a la falta de brillo de los ojos, y debe de ser cierto que las personas tendemos a poner de manifiesto exteriormente nuestros sentimientos y reacciones interiores. Dicen que el rostro es el espejo del alma, y no parece temerario plantearse que los ojos son, precisamente, la parte más expresiva de la cara humana. Así tanto lo que nos alegra como lo que nos entristece queda lógicamente revelado en nuestra mirada; es por ésto por lo que, en el fondo, a uno le gusta que le digan que le brillan los ojos, porque es algo que, en definitiva, nos hace más humanos y bien sabe Dios que una de las cosas que más me preocupa es que el paso de los años -el polvo del camino, como diría alguno- me deshumanice. De cualquier manera, yo también tengo mi particular experiencia de cómo un rostro se ilumina en determinadas circunstancias, o dicho de otra manera de cómo la misma cara que ves con mucha frecuencia puede pasar por circunstancias muy concretas de reflejar casi nada a reflejarlo casi todo.

Casi todas las mañanas me cruzo con una joven oscense que se dirige a su trabajo; es una persona amable y simpática y, como la conozco, pues soy cliente del lugar donde ejerce su profesión, siempre me saluda muy educadamente; habitualmente se le suele intuir cierta cara de sueño: es todavía hora temprana y a muchos nos cuesta entrar en actividad y despejarnos, algo que suele agravar en épocas de invierno ese frío casi polar de algunos días que tiende a afectar de manera muy especial a nuestra faz. Pero he observado que hay ocasiones en las que dicha joven se muestra especialmente alegre, con una sonrisa de oreja a oreja y ese brillo ocular al que hacía referencia, y tales ocasiones coinciden siempre con el hecho de que nos cruzamos cuando anda hablando por el móvil; es evidente que no es mi presencia la que la ilumina, ni la de las personas con las que se ha tropezado antes, los pajaritos de la zona o la simpatía de los niños que se dirigen al colegio, sino que su entusiasmo lo recibe de quien está al otro lado del auricular. Evidentemente ignoro con quien habla, incluso si siempre lo hace con la misma persona, aunque estoy muy seguro de que no anda de conversación ni con un empelado de "Movistar", ni con el vendedor de una enciclopedia ni con la enfermera de su dentista, y dudo mucho que me equivoque si afirmo que al aparato está su novio y que detrás de la luz de sus ojos está ese algo a lo que llamamos amor. Por eso, cuando recibo esa sonrisa tan bonita que pone en tales ocasiones, siento una doble satisfacción, la de ser mirado con cierto afecto y, sobre todo, la de saber que me cruzo con un momento de felicidad que me parece profundo e ilusionante, algo que no deja de ser una forma de compartirlo.


11 comentarios:

opinadora dijo...

Estimado Modestino, no se si se admiten peticiones del “lector”, pero ¿porque no le dedicas un post, un día, al gran Luis Miguel? Para mi el mas romántico de todos.
Gracias, de todas formas.

Modestino dijo...

Luis Miguel ... si ayer me acusaron de pastelón, imaginate con Luis Miguel ... ¿"por debajo de la mesa"? ...

ana dijo...

Cruzarse con un momento de felicidad... para saber mirarlo, se necesita un don especial.

Enhorabuena!!!!

Normalmente llevamos tal ritmo de vida, que nos pasan desapercibidos. Y es una pena, porque pienso que ese momento, es muy contagioso. Y no nos dejamos contagiar.

Un abrazo, Modestino.

Anónimo dijo...

Bueno,a nadie la amarga un "dulce"

Modestino dijo...

Si, Ana, a lo mejor sería bueno que fueramos por la vida a la caza de momentos contagiosos ... porque la felicidad debería ser contagiosa, y a veces pàrece como si no lo fuera.

veronicia dijo...

Yo soy de las que piensan que el rostro es el espejo del alma; consciente de que el mio es como un libro abierto no me planteo jugar al póker ;)

Quienes vivimos embargados por emociones tal vez pasamos del brillo en los ojos de la alegría a que se salte una inoportuna lágrima de tristeza. Es el peaje de la sensibilidad y Ana tiene razón en que hay que tener esa sensibilidad para leer en los demás emociones como el amor.

Feliciades Modestino, una entrada preciosa:)))

Modestino dijo...

Tal vez lo tuyo, Veronicia, sea el mus. :):):)

Anonymus dijo...

Perdone que le parezca que pertenecemos a un Mundo deshumanizado, quizá le suene que nuestra voz suena automática, metálica incluso robótica; es Política de la empresa:no modularla con afectividad... Aveces, pocas veces, se nos permite ser más cordiales, mas "atentos" pero siempre en función del interlocutor ... él o ella siempre lleva las riendas. Estos días me salto las reglas y suelo felicitar la Navidad, de forma espontánea.

No crea todo lo que oye...

Modestino dijo...

Todo mi respeto para los operadores y operadoras de movistar, orange, yo igo, vodafone, ... sólo trataba de poner de relieve la emoción de una persona, no quise ser peyorativo ni con ustedes, ni con los vendedores de enciclopedias ni con las enfermeras ... y es que no es lo mismo hablar con alguien que está trabajando que con tu novio -o similar-.
Ah, y Feliz Navidad¡.

Mª Dolores dijo...

Es verdad, los ojos son "la vida" de una cara. Transmiten la sonrisa, dulzura cariño... La mirada inocente de un niño o la tierna de una abuela... Me quedo con lo bonito de una mirada. Buena entrada.
Feliz Navidad

enfermerareportera... dijo...

Perdona, de operador nada... monada.

Tú eres un TELEFONISTO. Y punto. Que no es lo mismo que un teléfono listo... no, no, no, nonononó.

Cosa distinta es la enfermera, por supuesto... que son más listas que el hambre.

Bueno, ya está.