28 de diciembre de 2009

Otra vez en alerta máxima



El incidente ocurrido en un avión de la Compañía Northwest Airlines que hacía el trayecto Amsterdam-Detroit el pasado viernes ha vuelto a poner sobre el tapete la alarma terrorista que despertó con una fuerza nunca vista aquel 11 de septiembre de 2001. En esta ocasión la cosa no ha pasado a mayores, pues al parecer los pasajeros fueron capaces de reducir al joven nigeriano Abdul Mudallad, que pretendía hacer estallar el aparato y afirmó actuar en nombre de la organización terrorista Al-Qaeda. De acuerdo con un boletín de los funcionarios antiterroristas, obtenido por la cadena estadounidense CNN, el agresor usó una mezcla de polvo y líquido inflamable, pero cuando intentó hacer detonar el artefacto éste falló e hirió a Mudallad y al menos a otros dos pasajeros, según informó Delta. El atacante fue reducido de inmediato y al aterrizar la aeronave fue llevado a sitio seguro para ser interrogado y atendido de sus lesiones.

Hace unos años casi todos los occidentales teníamos una sensación de seguridad indudable, ni nos planteábamos que pudieran sucedernos dramas del calibre de lo ocurrido en las Torres Gemelas o en los trenes de cercanías de Atocha; posiblemente era una sensación artificial, pero, teniendo cada cual teníamos nuestra cruz particular -léase en España el terrorismo de ETA-, las grandes catástrofes terroristas quedaban para la ficción. Hace ya tiempo que lo que veíamos en las películas de Bruce Willis o Harrison Ford ha adquirido carta de naturaleza en la vida real y ahora cuando viajamos en tren o en avión, cuando recorremos unos grandes almacenes o cuando paseamos por las calles no estaría de más que tuviéramos presente que algo de eso nos puede ocurrir a nosotros. Se ha perdido esa seguridad, esa conciencia de tenerlo todo controlado, esa visión del mundo libre como algo que nos garantiza la paz y la tranquilidad.

Muchas veces pienso en el tercer mundo, en esa realidad de la muerte y el dolor que los africanos, los orientales, algunos pueblos de América central y del sur viven como algo cercano; terremotos, monzones, tsunamis, inundaciones, epidemias, ... son para muchos ciudadanos del mundo casi el pan nuestro de cada día. Incluso en ocasiones sospecho que nos conviene algo de zozobra, perder esa injustificada certeza de que nunca pasa nada, vivir conscientes de que existe el hoy pero ignoramos si también el mañana. Es como si lo quisiéramos tener todo atado, como si cerráramos los ojos ante la realidad de la vida, que por mucho que lo aparquemos incluye lo que no nos gusta.

No se en qué medida hay que dar importancia a este último incidente, si estamos ante el asomo de una nueva ofensiva, ante el inicio de otra forma de terrorismo realizada por medio de kamikazes individuales, o es un hecho aislado de un joven novato, chapucero y fanatizado, pero lo ocurrido en el avión que iba a aterrizar en Detroit demuestra, cuando menos, que cualquiera te la puede montar, pues por mucho que se hayan extremado las medidas en los últimos tiempos, un negrito atrevido ha estado a punto de organizar una buena sin que nadie se haya dado cuenta: no olvidemos que al tipo le frenaron los pasajeros, pero había conseguido pasar todas las barreras del aeropuerto holandés.

No está mal que las alarmas suenen de nuevo, que seamos conscientes de que no cabe confiarse, algo que suele ocurrir conforme transcurren los años y los hechos que en su día nos asustaron van adquiriendo condición de mal recuerdo, de suceso lejano. Seguiremos aguantando las medidas de seguridad, algo que a veces es molesto y agotador, volveremos a tener que sujetarnos los pantalones en cada terminal de aeropuerto para que no se nos vean los gayumbos y a convivir con detectores, cacheos y seguratas, pero, al menos yo, tengo la sensación de que el peligro está al acecho y que nos quedan muchas cosas duras por ver.

Y mientras tanto tal vez nos convenga volver a pensar en la fugacidad de la vida, en que estamos de paso y que un mundo tan complicado como éste no puede ser ni el mejor ni el definitivo.


6 comentarios:

ana dijo...

"Se ha perdido esa seguridad, esa conciencia de tenerlo todo controlado, esa visión del mundo libre como algo que nos garantiza la paz y la tranquilidad."

Yo personalmente creo que estábamos y estamos mal instalados. No deberíamos plantarnos en la seguridad, es un error, la vida es incertidumbre. Por eso quizá al perder esa seguridad, veamos mejor la esencia que somos como seres humanos.

Es cierto que para poder vivir plenamente con cierto sosiego, con cierta tranquilidad, querríamos tenerlo todo atado... bien controlado. Pero es un imposible. Conseguir cierta tranquilidad a base de querer vivir en lo seguro es una locura. No podemos, la vida es inmensa precisamente por la incertidumbre que la sostiene. Y en el día a día, personalmente, nos toca enfrentamos a situaciones inesperadas, algunas de un dolor muy hondo. Tiempo creador, decía María Zambrano que es nuestra vida. Tiempo en el que a base de incertidumbres yo llego a ser de verdad.

Quizá, en vez de querer comprar seguridad, eberíamos vivir en la CONFIANZA. La confianza se sostiene mejor el sosiego. Independientemente de las catástrofes que nos podamos encontrar a lo largo de nuestra vida, de la parte de la Historia que nos toque asumir, está la parte de nuestro tiempo personal, nuestra hisotira personal, con incertidumbres. Y en el día a día... nunca se sabe cuándo nos va a tocar irnos. Mejor será vivir aceptando que hemos de tener la maleta siempre preparada, y vivir con confianza. Confiar en...

Creo que la seguridad en la que vivimos como idiotizados sólo es un espejismo... que nos priva de lo mejor que podemos sacar de nosotros mismos... ese querer tener las cosas atadas es un imposible y por ello, es una trampa creer que habitamos en ella.

He visto demasiadas catástrofes, demasiadas afrentas existenciales... y son casi siempre silenciosas. Sin ruido, sin casi presentirlo, un día te encuentras en el abismo. Visto lo visto, yo personalmente necesito de la confianza. La seguridad no me sirve, para mí que es algo mentirosa. Tiene cierta esencia de mentira.

Dejemos nuestra mirada vagar por la inteligencia de la Vida. Con confianza. Sin dar nada por seguro. Quizá sea más sensato, más afín a quiénes somos realmente... y nos haga mucho más agradecidos en el día a día. Por todas las cosas que la Vida nos regala porque sí. Sin más.

ana dijo...

Qué largo me ha salido el comentario!!! Perdón, si me he enrollado.

La culpa, culpita... de tu entrada. Que exprimió mis neuronas.

La culpa... ya sabes... siempre la tienen los otros... jajajajaj


Que tengas un dia 28... tranquilito, que ya se sabe... inocente, inocente.

Feliz día a todos.

Modestino dijo...

No te discúlpes por tan magnífico discurso; has reflejado con mejores palabras que las mías lo que yo he pretendido, dicho queda.
Yo agradezco todos los comentarios, también los largos, y si como el tuyo son enriquecedores, entonces hasta agradezco la extensión.

sunsi dijo...

Un final rotundo, Modestino. La fugacidad de la vida...que estamos de paso.Te das cuenta si te paras y te colocas en el lugar que ocupas en el mundo. Me ha gustado mucho tu enfoque. Porque es lo que hay. Y esa perpectiva nos proporciona la seguridad de lo que depende de nosotros y de lo que no.

Un saludo desde Tarraco.

Modestino dijo...

Además esa fugacidad es más notoria conforme pasan los años. Cada decena es más rápida.

veronicia dijo...

Una clienta peruana me dijo "nadie se ha comprado la vida" cuando me lo dijo sonreí...
Siento la mas profunda admiración por El cuarto avión, vuelo 93 de United Airlines, que el 11 de septiembre de 2001 no alcanzó ningún objetivo ya que los pasajeros y tripulantes intentaron recuperar el control estrellándose en un campo abierto, en Shanksville, Pensilvania.
Pensar que existe la seguridad absoluta es confiarse; no vivir la vida por miedo tampoco es mi opción.
Gracias.