12 de junio de 2009

Adolfo Suárez



Ahora que, víctima de una cruel enfermedad degenerativa, se encuentra más en el otro mundo que en éste, cuando la vida le ha tratado mal y espera sin darse cuenta que llegue su final, puede ser fácil y hasta cómodo realizar alabanzas de Adolfo Suárez. Pero yo, sinceramente, he de reconocer que le admiro, que siempre lo he hecho. Supongo que será verdad lo de su ambición, el que no se paró en barras para maniobrar lo necesario para salirse con la suya, que pasó del Movimiento a la social-democracia sin sonrojarse, ... pero ha encontrado un lugar principal en la Historia reciente de España y pienso que se lo merece.

Suárez en política era un advenedizo, había llegado hasta allí a base de codazos, de hacer de meritorio y de dorarle la píldora, imagino, a más de uno. En un momento crucial de nuestra historia como lo fue la transición, cuando muerto Franco lo más granado del anterior régimen aspiraba, cada cual a su manera, a liderar los nuevos tiempos, Suárez tuvo que luchar contra todo y contra todos. No debe de ser fácil tener como rival a un personaje como Fraga, quien ahora aparece sensato y achacoso, pero que en su día andaba por la vida ejerciendo de número uno, alardeando de tener el Estado en su cabeza y dando por supuesto que era un auténtico elegido, o José María de Areilza, el Conde de Motrico, quien a pesar de que en los 40 debía de ser más falangista que nadie apareció en 1975 como apadrinado del mismísimo Rey y personaje de esos que está por encima del bien y del mal. Ni uno ni otro, ni los tecnócratas con mentalidad de ingeniero, con el mismo complejo de indispensables que los anteriores, ni los prohombres del nacional-catolicismo, como Silva Muñoz que todo lo decidía en consenso con cardenales y obispos, le perdonaron nunca que fuera él y no ellos quien diseñara el nuevo edificio del país.

Suárez tuvo que escuchar repetidamente los desprecios de quienes pensaban que en política solamente caben los expedientes académicos más brillantes, de quienes exigían primeros y segundos apellidos o acreditar servicios heroicos a la patria o certificados de buena moral cristiana. No debió ser fácil caminar y decidir, independientemente del acierto -que cada cual piense lo que quiera- entre ruidos de sables, indignaciones de los del pensamiento único, desprecio de los que Mafalda llama "egresados" y desconfianza de quienes estaban en el otro lado de la calle.

Porque a estas alturas de los tiempos da la impresión de que se ningunea a quienes hicieron posible la democracia, o que se considera que a ésta la trajeron los que estaban en la clandestinidad; pero me parece que en ésta no había tanta gente como se nos hace ahora pensar, nadie se acuerda de que la Ley de Reforma política supuso el ejemplar suicidio de las Cortes franquistas y que para restituir las libertades, con legalización del PCE y convocatoria de elecciones generales incluidas, Suárez y su equipo de "penenes" tuvieron que sortear obstáculos y aguantar toda la presión, poderosa entonces, de "espadones", nostálgicos y pesos pesados de la política de la época.

Así, despreciado por quienes se creían los mejores, ante la indiferencia de Europa y de una oposición acomodada en la crítica, Suárez consiguió lo que se propuso. Habrá quien piense que ésto era mejorable, pero me parece que hay que agradecerle lo que hizo ... y lo que evitó.

Y una vez instalado el régimen democrático Suárez siguió siendo víctima de acoso y derribo, esta vez por una oposición socialista ansiosa e impaciente por tocar poder, aguantando la inevitable comparación con Felipe González, un líder joven, brillante, con carisma y sin la tacha de pasado poco democrático del de Cebreros, que en aquellos tiempos de ingenuidad e inexperiencia democrática aparecía ante todos como una especie de verdadero liberador. Aunque mucho más doloroso tuvo que ser el ataque de sus propios correligionarios, quienes convirtieron a la artificial UCD en un polvorín del que tuvo que acabar huyendo Adolfo Suárez, en compañía de cuatro fieles como Agustín Rodíguez Sahagún, Chus Viana y Rafael Calvo Ortega, tras la conspiración permanente de los democristianos, liberales y social-demócratas que se habían aposentado en el poder a la sombra de la popularidad del entonces Presidente del Gobierno.

Tras años convulsos, de dudas sobre su gestión, declive político y pérdida de prestigio, su honrosa dimisión, su heroico comportamiento en el golpe de Estado del 23 de febrero y su capacidad de resurrección con el CDS le dieron a Adolfo Suárez el reconocimiento y el prestigio que entiendo se merece. Su trayectoria política queda ahí para el juicio de la historia, pero su grandeza personal, arraigada y probada en el crisol del sufrimiento familiar y personal, está ya acreditada para todos.


9 comentarios:

María dijo...

La etapa de la transición me pilló siendo niña y no tengo recuerdos (políticos) de ella. Pero sí tengo un sentimiento de admiración hacia este hombre. Da pena ver cómo alguien que luchó y logró todo aquello no es capaz de recordarlo.

En el Congreso al que asistí la semana pasada un laboratorio regalaba un librito que se llama "Grandes dementes de la Historia", con prólogo de Maragall, que habla de como su título indica, de figuras políticas, del arte y de las ciencias que sufrieron demencia. Está muy, muy interesante.

Un saludo

María dijo...

Ale!! Me he comido todas las comas... perdona... Espero que se entienda

Modestino dijo...

Se entiende bien Rocío, no padezcas.

El prólogo de Maragall tiene su nota emotiva, pues al parecer el ex-presidente de la Generalitat padece Alzheimer, aunque creo que en una etapa primera.

Rosaura dijo...

Incontestable tu post sobre Suarez, te aseguro que podría ser un perfecto artículo en uno de los mejores periódicos del país.

Me ha gustado mucho la reseña que haces de su trayectoria y qué razón tienes en lo que dices al final, su actitud en el Congreso cuando el golpe de Estado fue impresionante, al igual que la de Gutierrez Mellado, eso quedará para el recuerdo y demuestra la tremenda fuerza moral que debía tener.

sunsi dijo...

Brillante, completo, con alma... Muy bueno, Modestino. Yo sí recuerdo cómo se le criticó ... por la derecha y por la izquierda...se le trató como si no tuviera cerebro suficiente. Cómo se llevaron todos las manos a la cabeza con la legalización del PC... imprescindible, creo, para que las elecciones fueran verdaderamente democráticas.

Y luego llegó el cáncer de su mujer, de su hija... No sé si ha sido el dolor el que lo ha postrado definitivamente. Es muy posible.

También recuerdo sus apariciones en televisión, cuando ya lideraba el CDS. Se le notaba en el rostro ese abandono de los suyos. Y en la voz.

Has hecho justicia. Enhorabuena.

Un saludo y gracias.

Modestino dijo...

Efectivamente, a Suárez hay que hacerle justicia. Seguro que cometió errores, pero aportó cualidades que hoy se echan demenos en la clase política.

Máster en nubes dijo...

jo, de acuerdo, está de periódico... si no fuera porque es mejor que lo que se lee en los periódicos ;-)
un abrazo y buen fin de semana

Lumroc dijo...

Suárez es una estupenta página de la historia más positiva de España.

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Felicidades por el ascenso del Zaragoza.

Modestino dijo...

Gracias: ayer tuve día activo y feliz, desde luego.