17 de julio de 2017

En la muerte de un gran secundario


Ayer falleció Martin Landau. Había nacido en Brooklyn -toda una premonición- hace 89 años y desde hacía días se encontraba internado en el Ronald Reagan UVLA Medical Center de Los Ángeles, víctima de una enfermedad que se agravó inesperadamente en las últimas horas. Landau fue, indudablemente, un gran actor, con una mirada dura y cortante con la que cerró brillantes actuaciones en papeles de personaje complicado, aunque también se le recuerdan trabajos más entrañables.

La primera vez que tuve conocimiento de la existencia de este autor fue cuando interpretaba al agente Rollin Hand, un genio del disfraz, en la versión televisiva de "Misión Imposible" que protagonizaba Peter Graves y en la que también trabajaban Bárbara Bain, una rubia que leyendo los obituarios de la prensa de hoy me he enterado que era entonces su esposa, de la que se divorciaría en 1993, Greg Morris, como un experto en tecnología y Peter Lupus, como el necesario complemento de fuerza física. Siempre quedará en la retina de quienes aprendíamos de la vida a marchas forzadas durante esos magníficos años 60  aquéllo de que  "esta cinta se autodestruirá en breves segundos". Martin Landau era, sin duda, el actor de más calidad del amplio reparto de una serie que compitió con éxito con las grandes creaciones televisivas de su época: "El Santo"; "Los intocables", "El fugitivo", "Los vengadores", "Mannix", "Ironside", "Audacia es el juego", ...

Pero la referida serie no fue el primer gran trabajo del actor fallecido. Martin Landau formó parte en 1959 del magnífico reparto de "Con la muerte en los talones", para casi todos uno de los mejores trabajos de Alfred Hitchcock. En dicha película encarna al joven y siniestro Leonard, ayudante del pérfido Philipp Vandamm -James Mason-, el jefe del grupo de espías que confunde al pobre Cary Grant con un agente del gobierno -un inexistente Mr. Kaplan- cuando no es más que Roger O. Thornhill, un tan simple como apuesto publicista a quien obligan a ser héroe contra su voluntad, aunque ello le sirva para conocer a una bellísima Eva Marie Saint. Inolvidable la escena de Landau obligando a Grant a tragarse un vaso palmero de bourbon o la mítica persecución final en el Monte Rushmore.

Martin Landau, sin ninguna duda, era un actor merecedor del Oscar, aunque le costó tres nominaciones conseguirlo. La primera de ellas, siempre como actor secundario, fue por "Tucker, un hombre y su sueño" (1988), el film en el que Francis Ford Cóppola relata la vida de Preston Tucker, el ingeniero que revolucionó el mundo del automóvil y en el que desempeña el papel de Abe Karatz, el magnífico vendedor que colabora con el protagonista. Ese año el premio se lo llevó Kevin Kline por su trabajo en "Un pez llamado Wanda". En 1989 volvió a aspirar a la estatuilla por su trabajo en "Delitos y faltas", un trabajo dirigido por el mismísimo Woody Allen e interpretando a un oftalmólogo acosado por su amante. En esta ocasión quien se llevó el gato al agua fue Denzel Washington por "Tiempos de gloria". 

En 1994 llegó la hora de la verdad: a la tercera fue la vencida. El éxito se cimentó en "Ed Wood", película dirigida por Tim Burton y en la que relataba la fuerte relación entre el mítico director de cine de terror que da nombre al film, que interpretaba Johnny Depp y el actor Béla Lugosi, magníficamente representado por Landau. Esta vez el Oscar se lo llevó con todo merecimiento Martin Landau, y eso que sus cuatro rivales eran de nivel y habían sido elegidos por su trabajo en películas de gran éxito: Samuel L. Jackson ("Pulp fiction"), Chaz Palminteri ("Balas sobre Broadway"), Paul Scofield ("Quiz show") y Gary Sinise ("Forrest Gump"). De la filmografía del actor norteamericano todavía recuerdo un modesto papel en "Cleopatra" (1963) y su trabajo como protagonista en "The Majestic" (2001), una entrañable película de principios de este siglo. Sin olvidar una intervención de "asesino" invitado en uno de los episodios de "Colombo" en el que desempeñaba el papel de dos hermanos gemelos.

Descanse en paz.

1 comentario:

Tommy dijo...

El primer papel que me vendrá a la memoria cuando le recuerde será el del oftalmólogo Judah Rosenthal de "Delitos y faltas", una de las obras máximas de Woody Allen.
Por cierto, en la versión española Landau era magníficamente doblado por el actor Fernando Guillén (para los lectores más jóvenes de este blog, el padre de los hermanos Guillén-Cuervo).