24 de junio de 2013

El recuerdo de unos ojos verdes



El verano de 1999 fue especial para mí; no entraré en revelaciones personales, pero llegó en tiempos en los que andaba con los afectos alterados, la tensión soliviantada y sintiendo esas sensaciones de andar incomprendido que, sin duda, pueden tener su buena parte de subjetivas, pero suelen venir acompañadas de cierto sufrimiento, sobre todo cuando hay quien anda empeñado en convertirte en culpable exclusivo de tus crisis. Ese año pasé mis vacaciones en la provincia de Girona, elección que terminó siendo un acierto y convirtiéndose en un buen descanso, pues allí descubrí -en algún caso redescubrí- lugares bellísimos -L'Escala, Cadaqués, Besalú, Ampuria Brava, Rosas, Bañolas, ...- a la vez que tropecé con una persona que supo entenderme y ejercer, en cierta manera, las funciones de paño de lágrimas.

Me hallaba uno de esos días de con un par de amigos en Castelló d’Empúries, un lugar delicioso ubicado en el Alto Ampurdán, una comarca que tiene una villa marina denominada Ampuria Brava; recuerdo que era poco antes de comer y estábamos perfectamente acomodados en la terraza de un bar tomando un aperitivo. Al lado nuestro ejercitaba idéntica tarea un joven matrimonio a quien acompañaba una niña de unos 2 años y de raza india -"india" de la India, aclaro-, quien se movía de un lado para otro con una vitalidad envidiable y las energías propias de la edad; la pequeña no era precisamente tímida y corría de mesa en mesa sin ninguna inhibición. La criatura poseía una belleza llamativa y, por encima de todo, destacaban en ella unos ojos verdes verdaderamente espectaculares, capaces de hipnotizar al más templado y que dotaban a su expresión, permanentemente risueña, de una fuerza y un encanto singulares. Le hice unas gracias y unas carantoñas, la niña regresó con sus padres; terminado el refrigerio cada cual siguió su camino;. Como es lógico a esta auténtica maravilla de la naturaleza no la he vuelto a ver más, al menos con conciencia de ello e imagino que hoy en día será ya una joven seguramente próxima a entrar en la Universidad.

Al cabo de catorce años de este encuentro casual, fugaz e intrascendente, queda en mi interior el recuerdo de esos cautivadores ojos verdes; vete a saber la razón, a lo mejor porque en esa época andaba con la sensibilidad en carne viva, quedé impresionado con esa belleza, oriental y misteriosa, a la que daba fuerza sin ninguna duda la simpatía, inocencia y vitalidad de la pequeña protagonista de la historia. ¿Qué habrá sido de esos ojos verdes?, a lo mejor pertenecen a una de esas jóvenes estudiantes privilegiadas que ganan premios, a una deportista con futuro, a una mujer con dotes de artista o a una belleza exótica que aspira a triunfar en las pasarelas, ... o tal vez los vaivenes de la vida no le han sido tan favorables y la moza acapara suspensos y problemas, o algún tipo de enfermedad ha aminorado sus fuerzas y sus encantos, o su carácter es difícil y conflictivo, ... imagino que nunca lo sabré, pero en su día aquellos ojos verdes protagonizaron uno de esos momentos que hay que saber "capturar", guardar en el corazón y, por superficiales y simples que puedan parecer, agradecer a Dios su existencia, porque no dejan de ser breves instantes que suman al tesoro de la felicidad de cada uno.

8 comentarios:

Susana dijo...

Es extraño cómo un instante puede quedar grabado en la memoria. un beso.

Modestino dijo...

Mi memoria, imagino que como muchas otras, tiende a ser selectiva, y hay quien dice que se queda con lo superfluo, ... vete a saber.

Anónimo dijo...

En el verano del 99 más o menos por éstos días recuerdo haber comido en el Lillas Pastia con mi madre, ese día me había examinado de procesal y recuerdo que pedí caracoles y pensé que recordaría esa comida como el día que celebraba que había suspendido procesal comiendo caracoles... Recuerdo la mesa, la luz, a mi madre feliz y como dejó de importarme lo que pasara con procesal
Ahora que lo recuerdo pienso que debería invitar a mi madre a comer allí otra vez cuanto antes

Modestino dijo...

Haras muy bien, aunque no toméis caracoles.

sunsi dijo...

Esta entrada me ha recordado todas las veces en las que me he sentido como si me arrastrara. Siempre es alguien ajeno a mí, sencillo... sin complicaciones añadidas, lo que me devuelve la fe en mí misma y en la humanidad. Como esos ojos verdes... Precioso post, Modestino.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Perdona Modestino pero solo leyendo el titulo me ha venido de inmedaito la cancion de Doña Concha Piquer."ojos verdes ,verdes,verdes.....

Modestino dijo...

Sí, la fe en uno mismo, en la humanidad ... y en Dios, que sin duda es el origen de esos ojos verdes ... Salud, Sunsi¡¡¡¡

Modestino dijo...

"Esos ojos verdes, no los quiero ver llorar ...."