Manuel Benítez "El Cordobés" fue uno de los fenómenos sociales más llamativos de la larga época del franquismo; la historia del torero salido del arroyo que pasa del hambre y la miseria a ser conocido por toda España y viajar en Mercedes no deja de ser tópica y significativa. A lo dicho cabe añadir la revolución que supuso su forma de torear en un mundo como el taurino en el que siempre han imperado los rigores del clasicismo y la ortodoxia más absoluta. "El Cordobés" instauró un modelo distinto, el llamado tremendismo, en el que se saltaba a la torera -y nunca mejor dicho- todos los cánones instaurados hasta la fecha: recibir el toro de rodillas, su famoso "salto de la rana", la temeridad extrema y todo tipo de excentricidades crearon entre los aficionados una irreconciliable y permanente polémica entre partidarios y enemigos del torero de Palma del Río. Siempre recordaré que una tarde me dediqué a darle la paliza a mi padre, un taurino en toda la regla, preguntándole sobre los distintos toreros de la época, y cuando lo hice sobre Manuel Benítez me respondió con un rotundo "es un gamberro". Algo tendrá el agua cuando la bendicen, y no se le puede negar al andaluz su importancia en la historia reciente del toreo español, pero parece que no era un personaje que respondiera a las exigencias de los aficionados que podemos llamar "de culto". En un tiempo donde brillaban el temple y la clase de diestros como Antonio Ordóñez, "Antoñete" o Paco Camino, era sin duda "El Córdobes" una nota que sonaba de manera bien distinta.
El éxito de "El Córdobes" dio lugar muy pronto a que a éste le salieran emuladores; muchos jóvenes aspirantes a toreros vieron el cielo abierto y se lanzaron al "tremendismo" pensando que era la mejor forma de llegar a lo más alto y ganar dinero. Quizá fueron mal aconsejados y creyeron que podrían suplir su falta de técnica con la temeridad, pero una vez más quedó demostrado que las imitaciones suelen salir mal y, por lo que se vio, solamente había lugar en la gloria para un revolucionario del toro. De entre quienes intentaron triunfar de esta manera recuerdo muy especialmente a Manuel Alvarez "El Bala", un sevillano que llegó a tener cierto predicamento como novillero y cuyo apodo ya da a entender cómo se las gastaba. "El Bala" no tenía demasiados conocimientos de cómo se debe torear, pero si una valor a toda prueba y una audacia desmesurada; así el hombre se habituó a sacar una silla al ruedo desde la que citaba al toro y ponía banderillas. La cosa no podía acabar bien y en 1967, al año de haber tomado la alternativa en la plaza francesa de Arlés, toreando en San Sebastián de lo Reyes el toro "Gallito" le seccionó la arteria y la vena femoral provocando la amputación de una pierna. Manuel Alvarez fallecería en Sevilla en 1983 a los 47 años de edad.
A principios de la década de los setenta hizo furor entre los toreros noveles Julián García, un diestro que habiendo nacido en Albacete vivía en Valencia; García encabezó el escalafón de novilleros de su tiempo junto a Dámaso González, también albaceteño y que con el tiempo cuajaría como una de las grandes figuras de la época. Julián García tenía también un amplio repertorio de "heterodoxias", entre las que destacaba lo que se denominó el pase del reclinatorio, pues el hombre tenía la humorada de sacar uno de éstos al ruedo y torear arrodillado al mismo. Julián García tomó la alternativa en Castellón en 1970 y si bien en los primeros años como matador siguió ocupando posiciones cabeceras en el escalafón, al final la gente se cansó de tanto "espectáculo" y pasó a ocupar un lugar irrelevante entre los toreros de su tiempo, toreando muy pocas corridas al año y desapareciendo de los carteles de las principales ferias.
Mediados los años sesenta adquirió una fama inusitada Blas Romero "El Platanito", un novillero que había nacido en Castuera (Badajoz) y cuya vida era toda una cadena de tópicos propios de una película de toreros: educado en un orfanato, había saltado de espontáneo y vivía en la miseria. "El Platanito", que de torear no tenía ni idea, se hizo célebre en toda España tras intervenir en una serie de novilladas organizadas por Domingo Dominguín y los hermanos Lozano en la madrileña plaza de Vista Alegre, éstas se celebraban por la noche y fueron retransmitidas en directo a toda España. Blas Romero llevó los excesos al máximo y hacía de todo menos torear: subirse encima del toro, besarlo, ponerse de rodillas y de espaldas, ... Durante unos pocos años el chaval, de quien se aprovecharon unos cuantos, se hartó de torear por toda España, al reclamo de la fama y el morbo; yo recuerdo haber acudido con mi padre a una novillada nocturna en Zaragoza y ver como fracasaba el tipo vestido de azul marino y oro y luciendo un plátano dorado bordado en la espalda. La gente se hartó pronto de "El Platanito", que acabó en la miseria y en la actualidad vende lotería por las calles de Madrid.
Angel Alcaraz "Angelete" también era albaceteño, habiendo nacido en 1937; cuando contaba 30 años y seguía trampeando en el escalafón de los novilleros un toro le ocasionó una herida mortal en la Plaza de toros de Torre Pacheco. "Angelete", que fue un diestro sin relevancia alguna y del que casi nadie se acuerda, también formó parte de la nómina de los tremendistas, llegando a torear sentado en una silla e incluso con una venda en los ojos como el "summum" de la osadía y la irresponsabilidad. "Angelete" también trabajaba como bailaor de flamenco con el sorprendente apodo de "El Pajero". Seguro que ha habido unos cuantos "echaos palante" más a lo largo de la historia del toreo -ahora recuerdo a un novillero a quien vi en Zaragoza siendo muy pequeño que tenía el humor de denominarse "El Tiburón de Málaga"-, incluso a algunos mitos como el grandísimo Juan Belmonte le llegaron a acusar de "Tremendista", cuando lo que hizo es dar el paso al torero más clásico y auténtico, pero esto es ya otra historia.
El éxito de "El Córdobes" dio lugar muy pronto a que a éste le salieran emuladores; muchos jóvenes aspirantes a toreros vieron el cielo abierto y se lanzaron al "tremendismo" pensando que era la mejor forma de llegar a lo más alto y ganar dinero. Quizá fueron mal aconsejados y creyeron que podrían suplir su falta de técnica con la temeridad, pero una vez más quedó demostrado que las imitaciones suelen salir mal y, por lo que se vio, solamente había lugar en la gloria para un revolucionario del toro. De entre quienes intentaron triunfar de esta manera recuerdo muy especialmente a Manuel Alvarez "El Bala", un sevillano que llegó a tener cierto predicamento como novillero y cuyo apodo ya da a entender cómo se las gastaba. "El Bala" no tenía demasiados conocimientos de cómo se debe torear, pero si una valor a toda prueba y una audacia desmesurada; así el hombre se habituó a sacar una silla al ruedo desde la que citaba al toro y ponía banderillas. La cosa no podía acabar bien y en 1967, al año de haber tomado la alternativa en la plaza francesa de Arlés, toreando en San Sebastián de lo Reyes el toro "Gallito" le seccionó la arteria y la vena femoral provocando la amputación de una pierna. Manuel Alvarez fallecería en Sevilla en 1983 a los 47 años de edad.
A principios de la década de los setenta hizo furor entre los toreros noveles Julián García, un diestro que habiendo nacido en Albacete vivía en Valencia; García encabezó el escalafón de novilleros de su tiempo junto a Dámaso González, también albaceteño y que con el tiempo cuajaría como una de las grandes figuras de la época. Julián García tenía también un amplio repertorio de "heterodoxias", entre las que destacaba lo que se denominó el pase del reclinatorio, pues el hombre tenía la humorada de sacar uno de éstos al ruedo y torear arrodillado al mismo. Julián García tomó la alternativa en Castellón en 1970 y si bien en los primeros años como matador siguió ocupando posiciones cabeceras en el escalafón, al final la gente se cansó de tanto "espectáculo" y pasó a ocupar un lugar irrelevante entre los toreros de su tiempo, toreando muy pocas corridas al año y desapareciendo de los carteles de las principales ferias.
Mediados los años sesenta adquirió una fama inusitada Blas Romero "El Platanito", un novillero que había nacido en Castuera (Badajoz) y cuya vida era toda una cadena de tópicos propios de una película de toreros: educado en un orfanato, había saltado de espontáneo y vivía en la miseria. "El Platanito", que de torear no tenía ni idea, se hizo célebre en toda España tras intervenir en una serie de novilladas organizadas por Domingo Dominguín y los hermanos Lozano en la madrileña plaza de Vista Alegre, éstas se celebraban por la noche y fueron retransmitidas en directo a toda España. Blas Romero llevó los excesos al máximo y hacía de todo menos torear: subirse encima del toro, besarlo, ponerse de rodillas y de espaldas, ... Durante unos pocos años el chaval, de quien se aprovecharon unos cuantos, se hartó de torear por toda España, al reclamo de la fama y el morbo; yo recuerdo haber acudido con mi padre a una novillada nocturna en Zaragoza y ver como fracasaba el tipo vestido de azul marino y oro y luciendo un plátano dorado bordado en la espalda. La gente se hartó pronto de "El Platanito", que acabó en la miseria y en la actualidad vende lotería por las calles de Madrid.
Angel Alcaraz "Angelete" también era albaceteño, habiendo nacido en 1937; cuando contaba 30 años y seguía trampeando en el escalafón de los novilleros un toro le ocasionó una herida mortal en la Plaza de toros de Torre Pacheco. "Angelete", que fue un diestro sin relevancia alguna y del que casi nadie se acuerda, también formó parte de la nómina de los tremendistas, llegando a torear sentado en una silla e incluso con una venda en los ojos como el "summum" de la osadía y la irresponsabilidad. "Angelete" también trabajaba como bailaor de flamenco con el sorprendente apodo de "El Pajero". Seguro que ha habido unos cuantos "echaos palante" más a lo largo de la historia del toreo -ahora recuerdo a un novillero a quien vi en Zaragoza siendo muy pequeño que tenía el humor de denominarse "El Tiburón de Málaga"-, incluso a algunos mitos como el grandísimo Juan Belmonte le llegaron a acusar de "Tremendista", cuando lo que hizo es dar el paso al torero más clásico y auténtico, pero esto es ya otra historia.
6 comentarios:
Cuando he leído que creyeron suplir su falta de técnica con la temeridad he recordado un frase "más cornadas da el hambre"... por lo visto la pronunció un torero que de algún modo también huía del arroyo a cualquier precio.
Por la entrada comprendo que el valor no lo suple todo en el toreo; como en la vida también hace falta técnica.
Esa frase se la dijo Manuel García Cuesta, "El Espartero", a un periodista que le inquiría sobre su desprecio a la muerte en el año 1894, año en que, al fin, la encontró de una mala cornada que le asestó un Miura llamado Perdigón.
A Manuel Benítez la frase que también se le atribuye es aquella de "tó é política". De todos modos, mira que eran serios los diestros de la época del Cordobés. El Viti, Camino, Bienvenida... Hasta tenían cara de tíos serios. Bueno, también eran otros tiempos. Bahamontes tampoco parecía muy divertido. Ni Zarra, ni Mariano Haro...
Cuando la hermana del Cordobés, antes de una de sus primeras novilladas, se le quejaba de que no tenían para comer, Manuel benitez le aseguró: Eesta noche tendrás de cenar ... o llevarás luto por mí", la frase dio lugar a un libro y este a una película.
Iba a intervenir contando esa anécdota de "... O llevarás luto por mí", frase que me parece fantástica, pero te has adelantado ("me la has pisado").
No obstante, me gustaría indicar que, en la versión que yo conocía, lo que le prometía a su hermana no era que al fin iba a poder cenar esa noche, sino algo menos prosaico: que le iba a comprar un "Mercedes". "Después de la corrida de esta tarde, o te pongo un Mercedes delante de tu puerta, o llevarás luto por mí".
Conociendo al personaje y sabiendo que los "Mercedes" siempre han constituido un auténtico mito entre los toreros, me inclino por esta segunda versión.
Aunque vete a saber; a lo mejor, ni siquiera llegó a pronunciar ninguna frase y es todo una invención, como sucede con tantas historias que se cuentan y que damos por ciertas.
Un abrazo,
Es posible que fuera lo del Mercedes, pues he hablado un poco de oídas ... y también es posible que la frase fuera una idea imaginativa.
Y hablando de coches de toreros, acabo de recordar haber visto, después de una novillada, el coche del malogrado Julio Robles aparcado junto al Coso zaragozano de La Misericordia, era un Mercedes enorme, vetusto ya para la época -1970/71- y con un botijo enganchado al capó ... puro costumbrismo.
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