El domingo asistí a un concierto que la Film Symphony Orchestra ofreció en el Palacio de Congresos de Huesca; se trataba de un homenaje al compositor de bandas sonoras John Williams, el hombre que como bien dice mi buen amigo Tommy ha perdido más Oscars de la historia, pues "solamente" ha conseguido 5 tras 47 nominaciones. La referida orquesta está dando una gira por toda España, alternando dos programas diferentes en los que interpretan diferentes bandas de Williams, todas ellas relativas a películas de éxito mundial. Así, disfrutamos de los temas principales de films tan relevantes como "El patriota", "Las cenizas de Ángela", "Nacido el 4 de julio" o "Superman", además de piezas inolvidables de "La guerra de las galaxias", "Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal", "Harry Potter y la piedra filosofal", "la lista de Schlinder", ... incluso regresó a mi memoria una película de John Wayne titulada "Los cowboys" que supuso todo un hito en mi adolescencia.
La orquesta, compuesta de setenta músicos, realizó unas interpretaciones magistrales que trasmitían pasión, nostalgia y todo tipo de emociones. El público, que solamente cubría la mitad del aforo, estuvo entregado y las ovaciones fueron importantes tras cada interpretación y absolutamente cerradas y explosivas al final del concierto, obligando al jovencísimo director -se llama Constantino Martínez-Orts y nació en 1977- a realizar un par de "bises", e incluso pienso que habría quien se hubiera quedado toda la noche escuchando otras composiciones de Williams -"Memorias de una geisha", "JFK", "ET", "Un horizonte muy lejano", ...-.
Yo soy un personaje completamente lego en la música, y habiendo nacido en una familia con personas de buen oído y gusto musical, pertenezco un pequeño sector de la misma que acredita ser bastante negado ante el tema. Pese a ello, disfruté distinguiendo cada instrumento -violines, bajos, contrabajos, violonchelos, arpa, tubas, ...-, observando las distintas maneras de enfrentarse cada uno de los músicos a la interpretación y descubriendo esos detalles que sorprenden a un profano, como la indiscutible jerarquía del primer violinista, el saludo que el director de orquesta le dirige con cierta frecuencia dándole la mano, las miradas que en ocasiones intercambian los componentes del grupo, los movimientos apasionados del director o la perfecta armonía que caracterizó la actuación.
Eso sí, al margen del trabajo casi perfecto de la orquesta, me llamó poderosamente la atención una joven espectadora que tomó asiento, junto a un jovenzano que parecía ser su novio -o asimilado-, en la segunda fila; se notaba que la moza disfrutó todos y cada uno de los instantes de las cerca de dos horas y media que duró el concierto, aplaudiendo con un entusiasmo que rozaba la plena devoción, frecuentemente de pie. Al terminar la última pieza anunciada su fervor se desbordó, rompiéndose las manos aplaudiendo a la vez que miraba semi extasiada a los componentes de la orquesta. A la vez que aplaudía animaba al resto del público a hacerlo con más insistencia, con la intención de que regalaran alguna nueva interpretación, anunciando a diestro y siniestro que esa misma mañana había asistido a la actuación que la referida orquesta había desarrollado en el Auditorio de Zaragoza.
Y no resalto la capacidad de ilusionarse y disfrutar de esa chica tan dinámica para reflejar tono alguno de crítica o recochineo, sino para mostrar mi admiración por ese espíritu joven, dispuesto a invertir tiempo, kilómetros y dinero para gozar de algo que le gusta. Porque en ocasiones uno nota el paso de los años, y se rebela al descubrir que en algún momento pierde la gracia de sentir felicidad por momentos como éste, incluso siente la tentación de mirar el reloj para ver cuando termina todo y uno puede marcharse a dormir o hasta se impacienta ante el entusiasmo ajeno, algo que no debería ser así, ridiez!!!!.
13 comentarios:
Ridiez¡¡
Qué expresión tan maña.
¡Cómo me has recordado a los abuelos de mi pueblo!
Que tengas un buen día.
¡BSO! ¡y de John Williams! Con lo que me gustan a mi (ya habrás visto que en los últimos meses, en mi blog, pongo cada día una BSO y John Williams ya ha salido en más de una ocasión)
Eso sí, sé guardar las formas y por mucho que me guste, dudo que actuara como esa jovencita.
¿Ridiez? ...
Ridiez, pardiez, caspita, ... son expresiones populares.
La jovencita tenía su gracia, no obstante.
Qué envidia me das. Yo como soy de natural desconfiada, pienso que tenía algún pariente en la orquesta.:) Un beso.
Yo sabía que hay, y no pocos, frikis de "Star wars" (que, por cierto, dicen que no se pueden ni ver con los de "Star trek"), pero lo que desconocía es que también los había de la música de "Star wars", según quedó de manifiesto con la chica de la segunda fila. Bueno, el entusiasmo no era para menos. Por poco que guste la música de cine, o la clásica en general, merece la pena acudir a este concierto. Que la fuerza nos acompañe.
Creo Susana que era hija del segundo violín ... ;) ... es broma, pero te puedo asegurar que al final hizo gestos de complicidad con uno de la orquesta.
¿Tu crees que a la moza solamente le entusiasmaba "Star wars" ... yo creo que todo.
Algunas de las BS que citas soy capaz de reconocerlas... pero no tengo ninguna capacidad musical.
Tararean la música de una película y soy incapaz de reconocerla... y eso que viendo películas habitualmente saco el programa Shazam para que las reconozca.
A mi me gusta aplaudir, aplaudo con todo el cuerpo, con las manos con el corazón y con la mirada y si me sentara junto a una joven así seguramente me dejaría llevar por su entusiasmo.
Muchas veces el fervor del público lo alimentan unos pocos, pero eso no es en sí mismo malo.
Tal vez la chica de la segunda fila estaba enamorada del chico de la tuba, y cada "tubazo" que pegaba el mozo, ella lo interpretaba como un mamporazo de su corazón enamorado; y ante tal estrépito de sonidos limpios y atronadores, ante tal avalancha de sentimientos y emociones, la tensión emocional acumulada le exigía una descarga de afectividad para no verse ahogada en un Océno de aguas enamoradizas, tan densas e impracticables para el común de los humanos, que viose impulsada a estallar en jubilosa algarabía.
O simplemente era una mujer feliz que estaba en el mismísimo cielo.
Rozando la perfección extrema en compañía de una orquesta; donde ella pudo escuchar por fin el sonido más limpio que imaginar pudiera.
Yo creo que estaba enamorada de la música.
Partiendo de tu hipótesis, habría que cambiar el texto.
Tal vez la chica de la segunda fila estaba enamorada de la música en estado puro, y cada pasaje que interpretaba la orquesta, ella lo percibía como un estadillo de placer intelectivo; y ante tal estrépito de sonidos limpios y atronadores, ante tal avalancha de sentimientos y emociones, la tensión emocional acumulada le exigía una descarga de afectividad para no verse ahogada en un Océno de aguas musicales, tan densas e impracticables para el común de los humanos, que viose impulsada a estallar en jubilosa algarabía.
Me gustan estas chicas que no les importa demostrar lo que les apasiona. A algunos les da vergüenza ajena... Peor para ellos, "ridiez";-)))
Es cierto que tener vergüenza ajena es bastante común a mucha gente.
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