Aunque cada niño es un mundo, la curiosidad respecto a los animales suele ser característica bastante común en la infancia; yo recuerdo que de pequeño coleccionaba cromos de todo tipo de animales, y acababa teniendo conocimiento de una buen número de especies que iban más allá de leones, tigres y ballenas, cuya existencia casi puede darse por supuesta desde los primeros meses de vida. Una de las aves que más me llamaba la atención era el avestruz, esos "bichos" enormes que vivían en desiertos y sabanas africanos, eran tremendamente grandes y veloces y no sabían volar. Los avestruces pertenecían al "gremio" de las aves corredoras y con el tiempo aprendí que también existían otras, como el casuario, otro enorme "mostrenco" con una llamativa cresta y que vive en Australia y Nueva Guinea, el emú, muy parecido al avestruz y vecino del casuario y el kiwi, una corredora bastante más pequeña, de aspecto más bien ridículo, propia de Nueva Zelanda y que comparte nombre con esa fruta que de tiempos a esta parte se ha convertido en habitual a la hora del postre en nuestro país. Y cuando pensaba que estaba al corriente de todas y cada una de las especies de aves "estrutioniforme de la familia Struthionidae", en la clase de ciencias naturales de 1º de bachillerato descubrí que también había una corredora denominada ñandú, que vivía en exclusiva en las llanuras de Sudamérica, tenía tres dedos afiladísimos en sus patas y unas dimensiones y fuerza enormes.
Otro de los recuerdos del ñandú se deriva del hilarante y con frecuencia surrealista humor de los añorados Tip y Coll, que durante una temporada les dio por hacer comparaciones absurdas y enfrentaban cualquier concepto con "una madre sin Hijos", "un jardín sin flores", "el ñandú", "la oropéndola", "el azabache", ... vete a saber que pretendían decir con estas comparaciones, seguramente nada. La verdad es que puestos a hablar de animales, siempre es más atractiva la peligrosidad de un tigre o un tiburón, la raza del toro de lidia, la fidelidad del perro y el gato, la gracia de un loro o una ardilla o el poder de un elefante, y uno, por mucho conocimiento que pueda tener de nombres y aspectos externos, sigue viviendo sin necesitar para nada ñandúes, casuarios o garzas reales.
Pero el otro día encontré un artículo en la red donde definía al ñandú como un animal peligroso, y para realizar semejante afirmación quien lo había escrito se basaba en que el animal tenía un cerebro muy pequeño y una fuerza descomunal derivada de su velocidad, su tamaño y esas garras afiladas que posee en las patas. La falta de inteligencia del ñandú hace que sea fácil que reaccione de manera violenta y agresiva y sea capaz de hacer muchísimo daño por responder desproporcionadamente ante estímulos leves. De ahí la pregunta que da título al post, pues cuando leo las reacciones de algunos en la red, en foros, redes sociales o comentarios a noticias, cuando escucho lo que se comenta en autobuses públicos, bares o lugares de encuentro o cuando veo actitudes de ciudadanos -y ciudadanas- por la calle cada día que pasa me pregunto con mayor reiteración si no nos estaremos convirtiendo en aves corredoras, en personajes incapaces de reaccionar ante la contrariedad, la mala suerte o la decepción de manera serena y respetuosa, si no estamos colaborando en el surgimiento de una sociedad de ñandúes, de personas de cerebro corto, patas largas y modos bruscos.
10 comentarios:
Mi respuesta a tú preguta es un triste SI. Lo bueno son todas las cosas bellas que a pesar de lo que nos rodea podemos disfrutar como la melodia que se llama "El Ñandú pasa" de Quilapayún y que te invito a que la escuches, porque seguro que te va a entusiasmar.
Te agradezco el dat: en cuanto pueda la escucho. Y sí, vamos a ser positivos, no solamente porque hay gente magnífica, sino porque a los que no nos lo parecen seguro que también les podemos ver lo bueno.
Parece ser que en los banquillos de las salas de justicia se sientan muchas de estas aves.
Se les acusa de comer fuera de horas, del comedero común de los ñandús. De meter el pico en el grano reservado para la manada.
Y claro, luego resulta que llega la hora de la comida comunitaria, y no hay grano para todos.
El resto de la manada de ñandús se enfadan, y desconfían de cuantos ñandús han picoteado sin orden ni concierto.
Cunde el mal ejemplo, y todos los ñandús son tachados de "roba granos".
Y los ñandús trabajadores y disciplinados se lían a picotazos con los "roba granos".
Como consecuencia de estos hechos, el corral de ñandús se convierte en una pelea de gallos emplumados, donde los "ñandús juristas" se tienen que meter a poner orden en un gallinero de aves locas, donde todas se están robando los huevos unas a las otras.
¡pobres ñandús!
Anda revuelta ňandulandia ...
Yo conocí un zoo donde los ñandús andaban sueltos y tenían la costumbre de picotear las mesas de la comida. No creo que sea tanto un problema de falta de cerebro sino de mala educación de algunos. Un beso.
Me ha parecido interesante así que lo copio literalmente...
"Según Robb Willer, profesor en Psicología y Sociología que dirigió dicho estudio, existe el llamado cotilleo prosocial y se produce cuando vemos que alguien actúa de forma deshonesta, se aprovecha o explota a una persona. Hablar de ello con otra gente nos permite superar la frustración que nos produce dicha actitud y ayuda a mantener el orden social.
Cotillear libera endorfinas y aporta una sensación de bienestar.(...) Hablar de la vida de otras personas hace que, durante ese rato, nos olvidemos de la nuestra propia y no pensemos en los problemas que tenemos, las preocupaciones o nuestros malos comportamientos. Cada vez que participamos en un cotilleo lanzamos una pequeña cortina de humo que actúa como terapia antiestrés y cómo bálsamo para nuestros propios males."
Muy interesante, veronicia. En cuanto a la educación, Susana, mucho habría que hablar: hay que enseñar urbanidada raudales.
...coneixeu el nyandú català?
Hay ejemplares muy "pintorescos" ... Un ňandu con barretina puede ser agotador y muy peligroso.
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