20 de agosto de 2011

Rosalía y la nostalgia



Se dice que en Galicia nacieron y vivieron cuatro grandes mujeres: María Pita, Emilia Pardo Bazán, Concepción Arenal y Rosalía de Castro; la figura de esta última siempre me ha llamado la atención, porque cuando en los libros de literatura uno la estudiaba siempre se remarcaba su condición de persona triste, nostálgica, introvertida. Tal vez a esta condición contribuyó de manera notable su condición de hija natural, algo que por aquellas épocas resultaba casi imperdonable: nos cuentan las fuentes que su madre era una hidalga soltera de escasos recursos económicos, María Teresa de la Cruz Castro y Abadía y su padre un sacerdote, José Martínez Viojo, algo, esto último, que incluso ocultaban alguno de sus biógrafos. La infancia de Rosalía fue triste, sin el cariño de los padres, pues se crió con una tía paterna.

Es de imaginar que estas condiciones forjaron en ella un carácter difícil, dado a la depresión y al pesimismo, y posiblemente, también una sensibilidad especial sin la que no hubiera llegado a traer a la luz unos poemas tan bellos, pues muchas veces es a base de golpes y tristezas como acaban surgiendo la creatividad, la belleza. A Rosalía se le considera, junto a otro sentimental eminente como Gustavo Adolfo Becquer, la gran precursora de la poesía española moderna, que ya es decir.

Rosalía no vivió siempre en Madrid, pues se trasladó en varias ocasiones a Madrid, donde al parecer conoció al prohombre de la intelectualidad compostelana Manuel Murguía, con quien se casó. En ocasiones nos creamos prejuicios respecto a las personas, y podemos encasillar a una mujer como Rosalía de Castro como una especie de ser encerrado en el terruño, que no ha conocido nada más que las tierras gallegas, cuando fue una mujer que estuvo presente en los ambientes culturales y sociales de su época mucho más allá de los límites de su tierra.

Lo que pasa es que Rosalía, con su nostalgia derivada de una infancia solitaria y triste y una salud enormemente perjudicada, estaba esencialmente imbuida de su condición de gallega, tenía por ello un amor arraigado a su tierra, que veía -no podía ser de otra forma- como un lugar hermoso, con unos paisajes privilegiados, una costa salvaje y hermosa y unas gentes buenas y trabajadoras, a la vez que consideraba que estos atributos y estas virtudes no se valoraban adecuadamente, y Galicia vivía dentro de España empobrecida, aislada y maltratada, no comprendiendo cuando viajaba por la península la desproporción de trato existente con respecto a su terruño.

Son muy bellas las poesías contenidas en sus célebres "Cantares gallegos", libro que supone la reivindicación romántica de las culturas tradicionales y de sus manifestaciones populares y que no se puede entender sin sabe la afición y el conocimiento de Rosalía respecto de la música gallega; su segundo y último libro de poemas en gallego fue "Follas novas", calificada como la obra más rica y profunda de la autora y que se caracteriza por su trasfondo de una notable intención social, manifestada en la denuncia de la marginación del sexo femenino, de los niños huérfanos y de los campesinos, especialmente de aquellos que se habían visto en la obligación de emigrar ante las pésimas expectativas económicas del país. La poesía en gallego de Rosalía de Castro puede suponer un plus de dificultad para el lector que desconoce el idioma, pero vale la pena poner los medios para saltar el obstáculo, porque rápidamente se es capaz de superarlo y son de una belleza sublime.

Un año antes de fallecer Rosalía escribió su gran poemario en castellano, "En las orillas del Sar", un libro intimista, riguroso, subjetivo, formalmente arriesgado; se trata de una de las mejores obras románticas en castellano, de un romanticismo que, como el de Bécquer, abandona toda pompa aparatosa para concentrarse en el subjetivismo más puro y la expresión más auténtica del yo del poeta. Rebosa desarraigo y desolada visión del mundo, casi un anuncio de la problemática de la poesía del siglo XX; Unamuno y Machado son, en muchos aspectos, herederos de la poetisa gallega. Si a la calidad y estética excepcional de los versos añades la contemplación de los paisajes, de las estampas a las que se refiere Rosalía, la lectura de este libro de poemas puede llegar hasta convertirse en una experiencia celestial.

Con Rosalía de Castro uno junta la morriña hacia esa tierra gallega que, una vez conocida, queda grabada en el corazón y la satisfacción de comprobar que en cuanto se profundiza en los grandes de la literatura española de cualquier siglo, se encuentra joyas que descubrir o redescubrir.


5 comentarios:

veronicia dijo...

Dificil fue seguir éste consejo mi admirada Rosalía para ser feliz en tu época, entre otras cosas por eso fuiste despreciada por tantos pero la historia ha hecho justicia.

"La mujer debe presentarse en él (mundo) con las virtudes y costumbres de tal, si anhela ser sinceramente apreciada. En la soledad de su retrete adorne su mano con la pluma del pincel, en la sociedad con el abanico y las flores. En su gabinete vierta raudales de elocuencia sobre unas hojas que la inmortalizarán tal vez, en la sociedad olvide que su nombre está impreso al frente de aquellas obras»

(Si yo pudiera haría una película con tu vida y de actriz principal elegiría a la actriz más guapa de españa o del mundo resarciéndote así por ese retrato tan poco agraciado con que te inmortalizan.)

Modestino dijo...

Hay qué reconocer que Rosalía no está muy favorecida, pero quise ponerla por haberla visto en directo en el Parque de La Alameda de Santiago de Compostela.

veronicia dijo...

No me refería a ti Modestino... buscando fotos en google aparece la que salia en el billete de 500 pesetas, por favor el modernismo con sus musas perfectas y ella un alma delicada tan maltratada en sus retratos... desearía compensarla y que al parecer tan bella por fuera como lo fué por dentro en una especie de marketing perverso fuera leía y apreciada por el único reconocimiento intemporal que se nos permite a las mujeres, ser bellas.

veronicia dijo...

Si Alberto Ammann puede hacer de Lope de Vega... que Eva Mendes haga de Rosalía de Castro

Modestino dijo...

Yo para Rosalía de Castro elegiría a Laia Marull. Y un billete de 500 pesetas de entonces nunca puede tener mala pinta, mujer.