4 de julio de 2011

La ostentación



Cuando yo era pequeño el jaguar era un felino americano de aspecto parecido al leopardo; cuando cursaba 3º de primaria hizo furor entre los chavales de la época una colección de cromos de coches: allí descubrí que el Jaguar era también un modelo de automóvil británico y una de las muestras más preciadas de la colección junto al Ford Mustang, el Alfa Romeo o el Porsche. Pero no recuerdo haber visto uno de estos vehículos al natural hasta finales de 1977 cuando solía haber aparcado uno en las inmediaciones de las calles Platón, Copérnico y Descartes de Barcelona, un modelo de color azul eléctrico, bastante antiguo, pero que conservaba intacta su elegancia, con un salpicadero de madera y una aire distinguido indiscutible. Con el tiempo, lógicamente, he visto unos cuantos ejemplares más, la mayoría de las veces con ese aspecto impresionante e imperial que suelen presentar y siempre dando la sensación de encontrarte ante toda una exhibición de poderío y lujo.

Recuerdo que en una ocasión alguien me comentó que la razón por la que se suelen ver bastantes más Jaguar en Madrid que en Barcelona hay que encontrarla en que los catalanes son poco dados a la ostentación; no tengo datos estadísticos para ver si tal teoría está justificada, aunque mi experiencia confirma la poca afición a exhibir lujos de los naturales de Cataluña. Lo cierto es que, con todos los respetos a la libertad de cada cual y al derecho de todo ciudadano a administrar su caudal como le venga en gana, el funcionar con un Jaguar por la vida me parece que tiene bastante de ostentación. Evidentemente el asunto del Jaguar no es más que simple ejemplo, un mero argumento para asegurar que existe un mundo de ostentación, de esclavitud del lujo, de inversión notoria del orden de prelación, de necesidades artificiales e innecesarias, ... al igual que tener un Porsche, un deportivo biplaza, coches que no se hallan al alcance de cualquiera -de casi nadie, diría yo- y cuya posesión no deja de dar una imagen de exhibición, de tener los fines vitales puestos en lujos y esplendores, de dueños que no pueden vivir sin demostrar su poderío.

Recuerdo una vez la imagen de tres señoras maduras circulando por la calle Buil de Zaragoza, una que va del Paseo Independencia a Constitución -donde está el Hotel "Don Yo"-, caminaban en paralelo por la acera provistas cada una de ellas de opulentos abrigos de visón: aparte de cerrar el paso a todo bicho viviente, la imagen exhibía exceso, algo que en los tiempos que corren casi puede plantearse como una provocación. Y lo digo con todo el respeto: al gusto, al bolsillo y a la libertad de cada cual, pero cuando veo a una mujer con un abrigo de visón -recuerdo haber oído en mi infancia que los llamaban "machitos"- me suena a demasiado, a vestimenta recargada que excede de la elegancia y llega al exceso y al rococó, como si quien lo lleva tuviese la necesidad de abarcar encuentros, conversaciones y situaciones, como si solamente hubiese sitio para el abrigo.

Yo creo en la elegancia, en el buen gusto, algo que en muchas ocasiones puede suponer cierta inversión; pero me parece que hay una frontera, unos márgenes que acaban siendo el frontispicio entre la elegancia y la calidad y la simple ostentación. ·Es posible que pueda ser muy subjetivo, hasta caprichoso, considerar que conducir un Jaguar suponga ostentación y hacerlo con un Mercedes no; evidentemente no caben reglas fijas ni definiciones inmutables, pero creo indiscutible que existe un mundillo donde rige la ostentación, en el que se han impuesto una especie de pulsos para acreditar quien llega a más, algo que a la larga supone maneras de ser, de actuar que alejan del resto de los mortales, reducen la altura de las metas de cada uno y rebajan a la persona a la frivolidad, la superficialidad y puede que hasta la estupidez.


7 comentarios:

susana dijo...

Estoy de acuerdo. A mí me parece mal gastar tanto dinero en cosas innecesarias. Un coche basta con que te lleve, y un abrigo basta con que te libre del frío. Lo demás son ganas de ponerse por encima de los demás. Te invito a visitar mi blog. Un saludo.

sunsi dijo...

Bastantes veces he oído que llevar un buen coche es la carta de presentación de que tu empresa/despacho etc... va viento en popa. Si va viento en popa es porque eres un buen profesional... y eso atrae clientes. Otras tantas que debes "apuntarte" a un club social "chic" para relacionarte...
En cuanto a los abrigos... si viviéramos en Siberia... Pero creo que , por ejemplo, en Tarragona es una tontería.

La verdad, Modestino, es que la apariencia es una forma de vivir que abarca todo los ámbitos... Creo además que tiene forma de espiral. Y me pregunto qué pasa cuando hay un parón y te quedas solo contigo mismo. Si la conducta siempre es hacia afuera... menudo vacío.

Muchas gracias, jurisconsulto. Muy buena reflexión que creo que nos sirve a todos.

Modestino dijo...

Bienvenida a esta casa, Susana, mañana me voy de vacaciones y no se si voy a tener tiempo de visitar tu blog, pero si no ahora, a la vuelta lo haré.

Sunsi, te recomiendo el artículo de Juan manuel de Prada en el último "Semanal".

Driver dijo...

En esto de los coches he sido un hombre con mucha suerte.
Con 18 años tuve la suerte de visitar el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, donde se exhibía una extensa colección de planos, maquetas y modelos a escala real de productos industriales.
El destino me deparó que la casa Ferarri expusiera planos, piezas y varios vehículos, todo ello visto desde el punto de vista de la más pura creatividad industrial.
Y yo tuve la suerte de poder mirar todo aquello con la inocencia de mis 18, sin prejuicios, recreándome solamente en los valores del diseño, las curvas, las proporciones, la composición volumétrica, la ergonomía.
Y desde entonces miro y conduzco con la misma mirada inocente de mis 18.
Ahorrándome los arrebaros de ira, las comparaciones y todos los prejuicios que suelen acompañar las ostentaciones humanas.
...
Ahora tengo 50 años, y lucho por conservar la mirada inocente frente al espectáculo de algunas creaciones industriales de alto standing.

Porque amo disfrutar con el deleite de su contemplación.

Donde lo único ostentoso es tu asombro frente a la capacidad humana de diseñar belleza.

Aunque sea un carro espartano, un Ferrari Testarosa, o un palafito enmedio del Pacífico sur.
...
Feliz descanso Modestino.
Espero sinceramente que te cruces con un Ferrari, y puedas mirarlo con los ojos de un niño.

Modestino dijo...

Me ha encantado tu explicación: es así, se trata de conservar la mirada de cuando eras niño.

veronicia dijo...

Demasiada vanidad, y estar pensando más en como me ven que en como soy.
Soy la misma si conduzco un ford que un ferrary; pero me verán diferente y lo se.
Si eso para mi fuera importante lo que tendría podría ser un problema de autoestima, de vanidad, o de necesidad de ser admirada.
Realmente a mi me importa demasiado que me vean como soy sin adornos y si empezara a poner pieles ferrarys joyas me volvería invisible dejaría de ser yo.(Además de todos los recursos que gastaría en conseguirlos en lugar de dedicarlos a otras cosas...)
Muy para pensar la entrada...

Modestino dijo...

Hay quien necesita forzosamente conducir un Ferrari, sino piensa que no es él, o ella ... me temo.