El Barrio de Torrero es uno de los más populares de Zaragoza; de allí ha salido gente importante, como José Luis Violeta y Rubén Gracia "Cani", dos de los mejores futbolistas que han dado Aragón y el Real Zaragoza, así como un buen amigo mío, que no se si es tan buen futbolista -aunque no hace mal eso de dar patadas al balón- pero por lo menos igual de buena persona. El nombre del barrio sirvió durante muchos años para denominar tres lugares bien significativos de Zaragoza: el Cementerio, la Cárcel y el Campo de fútbol. La cárcel fue famosa, entre otras cosas, por ser el lugar donde cumplió condena Jordi Pujol, por lo visto no por robar gallinas -que todo podría ser- sino por repartir propaganda contra el régimen a la salida del Liceo, mientras que en el Campo de Torrero jugó sus partidos el Real Zaragoza hasta la inauguración del Estadio Municipal de La Romareda en 1958. De los tres. hoy solamente queda en pie el Cementerio, el único lugar que queda claro que es imprescindible.
Ayer estuve de visita en el cementerio; hacía mucho que no seguía la tradición de visitar a los familiares difuntos el 1 de noviembre -un buen lector de este blog me dirá que eso hay que hacerlo el 2, que es el día de difuntos e imagino que tendrá razón- y pensé que era una buena ocasión de reemprender buenas costumbres. Y a pesar de que era un día de ajetreo en el lugar, al hacer mi visita poco después de las 3 de la tarde puedo afirmar que vino enseguida a mi memoria la rima de Becquer: "¡Dios mío, que solos se quedan los muertos!", y es que por mucho que una vez al año a los vivos nos de por visitarles, entre el frío ambiental y el propio del lugar, la soledad de tanto largo pasillo y la conciencia de que al otro lado de cada lápida yacen los restos de quienes en vida rieron, lloraron, quisieron, lucharon, ganaron y perdieron igual que cada uno de nosotros, un paseo por el cementerio forzosamente te tiene que llevar a pensar.
Y nos viene bien este reencuentro con nuestros difuntos, adornar sus tumbas con flores y rezar delante de ellas, pues es de bien nacidos ser agradecidos, y uno en el fondo siente que les hacemos compañía y que, de alguna forma, ellos también nos la hacen a nosotros, y porque lo que contemplamos nos lleva necesariamente a pensar que un día, más o menos lejano, seremos nosotros quienes ocupemos una de esas tumbas que no dejan de ofrecer un aspecto de desolación, pero que, con la ayuda de Dios, podrán llegar a ocultar, más allá de aires tristes y tenebrosos, la realidad de la gloria.
6 comentarios:
Querido Modestino; mi abuela siempre nos decia que no gastaramos dinero en flores que nos acordaramos de ella.
Yo me acuerdo mucho de mis seres queridos pero no me gusta nada ir al cementerio el día de Todos los Santos, ni ir hoy, prefiero pasar cualquier otro día.
Un abrazo.
Cabría hacer aquí una sutil distincion entre costumbre y tradición; visitar el cementerio por Todos los Santos tiene mucho de tradición, con toda su parte de cierto folclore, aunque no deja de ser bueno hacer caso a los que se fueron.
Ir de vez en cuando a ver la tumba de nuestros familiares es una piadosa costumbre.
También es cierto que no es absurdo hacer coincidir ambos conceptos.
Gracias por la referencia que haces a alguien que los dos conocemos, seguro que te lo agradecerá cuando lo lea.
Tienes razón en esa referencia a las tres cosas que hacen conocido a Torrero, aunque, quitando lo del futbol, las otras dos no es que sean muy alegres, no obstante tengo que decir que, el hecho de que en dicho barrio naciera esa persona que ambos conocemos, supone un valor añadido al mismo aunque nadie más lo sepa.
Respecto a lo que dices del cementerio tengo que decir que no me gusta ir porque me pone triste pero creo que como dices sí es conveniente ir a veces porque es una forma de recordar a esas personas a las que has querido tanto y ya no están y aunque es cierto que sí sueles pensar en ellas, el subir de vez en cuando te hace sentir que has hecho lo correcto,y que a ellos les hubiera gustado.
Así que yo he hecho mal porque este año como estaba un poco desanimada por algún problema familiar no he subido y creo que debería hacerlo.
Por cierto la amiga de otro post era yo pero me he hecho un lío con el nombre, como hace tanto que no me meto...
A la hora de hablar de Torrero, también cabría mencionar el Cine Torrero, la Iglesia de San Antonio de Padua, el Cuartel de San fernando, donde tantos zaragozanos acudimos a coger el petate antes de incorporarnos a filas, el Stadium Venecia, ... si es que cada parte de Zaragoza da para mucho.
Gracias Modestino por ese recuerdo a mi barrio, Torrero. Yo nací en un piso pequeñito de la Avenida de América y toda mi infancia transcurrió entre el Stadium Venecia y el colegio San Antonio en la calle Monterregado. Hay gente que se reía de mi diciendo que vivía en el barrio de los presos y de los muertos y yo , tonto de mí me enfadaba.
No quiero ponerme pesado ni melancólico pero recuerdo una vez un motín de los presos que se subieron al tejado de la carcel. Era una época en que las rejas de las celdas se veían desde la calle y los reclusos hablaban a gritos a través de ellas con sus familiares en la calle.
Ahora es un barrio más moderno, no es para echar cohetes pero le tengo cariño, mi madre sigue viviendo allí desde que tenía tres años y la recuerdo cuando yo era muy chiquitín y para bajar al centro decía "hoy bajaremos a Zaragoza".
Concepto interesante ese de "bajar a Zaragoza", y no olvides que una forma de hacerlo era en el viejo tranvía de dos vagones con anuncios de "Elena", "Netol", "Cerebrino Mandri", ...
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