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29 de noviembre de 2016

Metáfora del olmo


Hoy alguien comentaba que el viejo olmo seco al que cantó Antonio Machado aún se conserva en Soria. Efectivamente, en internet acabas encontrandolo todo, y allí se recogen fotografías como ésta donde se contemplan los restos del árbol inmortalizado por el poeta y que ahora reposan en la plaza existente junto a la parroquia de Nuestra Señora del Espino de la capital castellana. Alguna noticia nos habla de deterioro, de desidia y dejadez de las autoridades. Una pena, aunque a pesar de todo el olmo aún sigue en pié, aún soporta el paso del tiempo y las torpezas de los hombres.

Con el paso de los años, con la llegada de las inevitables "goteras", todos podemos caer en la tentación de comenzar a sentirnos como el olmo viejo, a vernos "carcomidos y polvorientos", a añorar los ruiseñores de los álamos del "camino y la ribera", a vernos invadidos de seres ajenos, ... Será entonces el momento de recordar y evocar la belleza que entresacó un poeta español de la decadencia, del derrumbe del árbol,  que en su día también fue joven y vigoroso. Y a la vez, de comprobar, como el propio Machado concluye, que siempre podrá "verdecer" una rama, sera posible regresar a la luz y a la vida y confiar en el milagro de la primavera.

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.


  ¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.


  No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.


  Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.


  Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas, 
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

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