21 de septiembre de 2016

Cuando España organizó el Festival de Eurovisión


En 1968 sucedieron unos cuantos acontecimientos importantes. En abril y mayo fueron asesinados Martin Luther King y Robert Kénnedy,  de Vietnam llegaban diariamente noticias que hablaban de ataques, emboscadas y muertos, el Apolo 8 se convertía en la primera nave espacial de la historia humana en entrara en órbita lunar, mientras en Francia se vivia el "Mayo francés" y en Checoslovaquia la "Primavera de Praga". En las Olimpiadas de Grenoble el francés Jean Claude Killy obtenía las tres medallas de oro de las pruebas reina, mientras en las de verano, celebradas en Méjico, Bob Beamon realizaba un salto estratosférico en longitud a la vez que Fósbury imponía un nuevo estilo en altura. Sin duda, todas esas noticias tuvieron repercusión en España, pero posiblemente no tanta como el éxito de Massiel en el Festival de Eurovisión, cuando se impuso contra todo pronóstico en el "Albert Hall" de Londres a la canción favorita, el célebre "Congratulations" de Cliff Richards. La cantante madrileña alcanzó la cima con su inmortal "La,la,la" que habían compuesto Ramón Arcusa y Manolo de la Calva y se había negado a interpretar Joan Manuel Serrat al no dejarle hacerlo en catalán. En aquellos tiempos, además del éxito musical, suponía mucho imponerse a los británicos en su misma casa.

El indiscutible y celebradísimo triunfo supuso que España, en plena época del desarrollo, pero aún a remolque de los principales países europeos y con un régimen en el que se resentían -y mucho- las libertades, se viera en la obligación de organizar el certamen del año siguiente. Recuerdo que al ciudadano medio era algo que le llenaba de orgullo y satisfacción, aunque sospecho que se trataba de todo un compromiso, un auténtico "papelón", para quienes ostentaban en aquellos años cargos de responsabilidad. De la historia, grande y pequeña de los preparativos, en el año que transcurrió entre festival y festival, no tengo muchos datos, aunque imagino que en archivos, bibliotecas y webs diversas podrán encontrarse historias para todos los gustos, incluso alguna para no dormir.

En el pequeño archivo de mi memoria se almacenan algunos recuerdos. Por ejemplo el que la dirección de la organización de dicho festival, al menos en lo que se refiere a su aspecto artístico, fue encargada a Artur Kaps, uno de esos austriacos que se afincaron en España e hicieron las delicias de niños y mayores, destacando en diversos programas de TVE, como la "Tarde de fiesta" dirigida por Juan Viñas que hizo las delicias de los de mi generación. ¿Quién no recuerda el humor -más o menos picante, según horarios y destinatarios, de Franz Johan y Gustavo Re, o las marionetas que manejaba con arte inigualable una señora simpatiquísima llamada Hertha Frankel, con su perrita Marilyn, las ratas Casilda y Violeta o el circunspecto Don Pepito, "un señor muy erudito"?. Artur Kaps venía a ser la cabeza pensante que se movía entre bastidores, además de un director y realizador habitual en televisión. Kaps era un auténtico genio, aunque siempre le gustaba estar en segundo plano, moverse entre bastidores, tanto que solamente recuerdo haberle visto la cara en una entrevista con José Luís Uribarri.

Para dar carta de naturaleza al Festival hubo que elegir una ciudad y un escenario, aunque sin duda pocos dudaron que el acontecimiento se celebraría en Madrid  y, entre tantos lugares posibles, se tuvo el acierto de escoger el Teatro Real, sin duda lo más ilustre, elegante y adecuado que había por entonces en la capital para un evento de estas características. Lógicamente, el certamen necesitaba quien lo presentara; quienes ya llevábamos a cuestas el seguimiento de unos cuantos festivales, sabíamos que semejante función siempre la desempeñaba una mujer, y no parecía que en la nómina de presentadoras de la época andáramos escasos de buenas profesionales: Marisol González, Isabel Bauzá, Adela Cantalapiedra, Clara Isabel Francia, Marisa Medina, ... Al final la elegida resultó Laura Valenzuela, una simpatiquísima rubia nacida en Sevilla y recriada en Madrid, que tras ser una de las pioneras de los primeros tiempos de la televisión en España, cuando los estudios se ubicaban en el Paseo de la Habana, hizo sus pinitos en el cine, donde además de las "españoladas" de entonces llegó a actuar con Alain Delon (El tulipán negro, 1964) o Sofía Loren (Madame Sans-Gene, 1961). Laura Valenzuela había regresado a la tele el año anterior y su soltura y conocimiento de idiomas sumaron para ser  la elegida para tan importante papel.

Quedaba por escoger el intérprete que representaría a España. La elegida, intuyo que en aquella época la elección era bastante "digital", fue la cantante valenciana Salomé, por entonces una de las más valoradas del panorama musical español. Para escoger la canción que debía interpretar en su día se organizó un pequeño festival donde diversos intérpretes entonces menos conocidos -Ana Kiro, Ivana, Daniel Velázquez, ...- cantaron los temas escogidos, resultando ganadora la canción "Vivo cantando", compuesta por María José de Ceratto y Aniano Alcalde, y a la que realizó los oportunos arreglos un músico que nunca faltaba por entonces: Augusto Algueró. "Vivo cantando" era interpretada por Salomé con tanta fuerza como acento catalán-valenciano. Uno no deja de sentir nostalgia cuando escuha eso de "¡Cuants noches vagando por mil caminos sin fin ..." o el momento movido del tema: "desde que llegaste ya no vivo llorando, vivo cantando, vivo soñando ..." tras lo que Salomé hacía un "deportivo" movimiento de cintura. La verdad es que entre los seguidores españoles del Festival no había excesivo optimismo, pues se consideraba que el tema no encajaba demasiado en el estilo de Salomé, además de que nunca hasta entonces un país había repetido triunfo. El tiempo llevaría la contraria a estos temores y, aunque fuera compartido, Salomé se llevó el galardón.

El sábado 29 de marzo, víspera de Domingo de Ramos, llegó la hora de la verdad. No sería capaz de realizar valoración alguna sobre el acierto mayor o menor de la organización, tan sólo recuerdo que en los ambientes reducidos en que me movía dominaba el orgullo y el optimismo sobre el papel protagonista de la Televisión de España en el evento. Los cantantes que representaban a los distintos países fueron pasando y en mi casa, como en tantas otras, hacíamos nuestras apuestas, además de intentar cumplir  la costumbre adquirida de zamparse un caramelo por actuación. Recuerdo que uno de los grandes favoritos era un adolescente de 14 años que representaba a Mónaco, su nombre era Jean Jacques y la canción se titulaba "Maman, maman", en lo que parecía un intento, que resultó infructuoso, de conmover a los jurados. Italia siempre presentaba un intérprete de calidad, y en esta ocasión no fue menos y acudió la gran Iva Zannichi, con el tema "Due grosse lacrime bianche", que obtuvo muy pocos votos. También viene a mi memoria la pegadiza canción alemana, "Primaballerina", cuya cantante Siw Malmkvist resultó ser sueca y cuyo nombre aparecía posteriormente en alguna novela de Hening Mankell citándola como una popular actriz cómica. También hiiceron buen papel el luxemburgués Romuald, con "Catherine", la suiza Paola del Médico con "Bonjour, bonjour", la irlandesa Muriel Day con "The wages of love" y el belga Louis Neefs con "Jennifer Jennings".

El concurso tuvo su "bomba" final, pues tras una reñida votación cuatro intérpretes, todas mujeres, quedaron empatadas en cabeza. Como queda dicho, una de ellas fue la española Salomé, que mantuvo hasta el final las posibilidades de ganar en exclusiva, junto a ella se situó una de las favoritas, la inglesa Lulu, quien vestida con una minifalda más bien cursilona cantó un tema pegadizo y superficial titulado "Boom bang-a-bang". La gran sorpresa de la noche fue la holandesa Lenny Kurr, una mujer con personalidad y altura física que interpretó con sobriedad y buen gusto, acompañada de una guitarra española, una bonita balada titulada "De troubadour", un tema que en los últimos momentos de la votación parecía se iba a llevar el gato al agua. La cuarta ganadora fue Francia, país habitual entre los mejores clasificados del certamen, con una interpretación llena de elegancia y dulzura de Frida Boccara, una cantante nacida en Casablanca, judía y de origen italiano; el tema se titulaba "Un jour, un enfant" ... "Un día, un niño", y es que si nos fijamos, las canciones que a lo largo de esas primeras décadas del festival cantaban los intérpretes de habla francesa siempre hablaban de niños, árboles, parques, pájaros, ... Recuerdo como si fuera hoy la incertidumbre de Laura Valenzuela, quien preguntó al presidente del festival qué solución dar al cuátruple empate, a lo que éste respondió, sin dudarlo, que procedía declarar vencedores a los cuatro.

El fin de fiesta fue apoteósico. Como ha sido siempre habitual en el Festival, la  ganadora del año anterior se ocupaba de entregar el premio al nuevo vencedor; le correspondía por lo tanto a Massiel el trabajo, en esta ocasión múltiple, de darle la estatuilla a sus cuatro compañeras de profesión. En el telediario del día anterior ya se había hablado que la intérprete del "La,la,la" había adquirido para tal acontecimiento un abrigo de chinchillas, y como en este país somos así enseguida saltó a la prensa su valor: un millón de las pesetas de entonces. Cuando Massiel salió con las estatuillas, toda Europa vio a una mujer joven envuelta en un "manteo" absolutamente excesivo e inapropiado: las chinchillas de Massiel pasaron a formar parte de las leyendas públicas de la época. Independientemente del abrigo escogido, los españoles nos fuimos a la cama con la satisfacción de haber repetido éxito, algo que no había ocurrido nunca, y de haber organizado un certamen tan importante.



1 comentario:

gloria dijo...

Que bien va, recordar tus diez años., creo que fue la época mas feliz de mi vida. Una cronologia amena, perfecta y que recoge , cada uno de los hechos que viví de manera especial. Gracias