2 de junio de 2015

Aligerando mochilas


Hace muchos años tuve un jefe, un personaje peculiar, culto, inteligente y más bien desmitificador, que decía que cuando traspasabas la barrera de los 50 comenzaban los años de la "madurez fecunda"; vete a saber qué entendía el hombre por semejante concepto, y desde que perspectiva hablaba de madurez ... y de fecundidad, además de que cuando uno andaba en los comienzos de la treintena, el planteamiento de cumplir medio siglo le parecía muy lejano.

El tiempo pasa muy deprisa: cada década lo hace más rápido; cumplidos  los 56, prefiriendo no plantearme si he llegado a madurar y  hasta donde llega la fecundidad de lo realizado, las cosas ya no se ven como a los 20, los 30, ... ni siquiera como a esos míticos 40; ahora se trata de aprovechar la experiencia, perder ingenuidad y, a pesar de todo,  intentar no caer en el escepticismo. Siempre es tiempo de aprender y, por supuesto, siempre quedan cosas por hacer.

Lo que ocurre es que ahora tengo la impresión de aprender más de los propios errores que de enseñanzas ajenas,  situación no me parece mala del todo. A lo mejor la madurez está en eso, en la conciencia de los propios errores, de las propias limitaciones, en saber que ni tienes la verdad absoluta, ni tus soluciones son las únicas, puede que ni las mejores y que has llegado hasta donde has llegado con la mochila de tus desaciertos, no se si a pesar de ellos o con su influencia. No pretendo caer en el conformismo, entre otras cosas para que ni se altere ni se escandalice algún "purista", pero ando menos desazonado cuando acepto y asumo que tengo defectos y cometo errores, algunos de éstos casi con el carácter de crónicos, cuando sin renunciar -¡para nada!- a esforzarme por mejorar, pierdo la preocupación por perfecciones y minucias. Y como la conciencia de los límites facilita la capacidad de pedir perdón, algo que no siempre es fácil: buena costumbre ejercer el "lo siento". Así acabas dando gracias a Dios por ser como eres, con el límite, eso sí, de que aquí andamos para hacer el bien al resto y aceptarte y quererte no puede convertirse en obstáculo para ello.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi experiencia es que quizá ya vas de vuelta de la vida, no porque sepas más sino porque te queda menos tiempo y empiezas a separar lo que es importante .

Modestino dijo...

Sí, me queda menos tiempo ... y sí, intento separar lo importante, y a lo mejor el tiempo te enseña que lo esencial no es tan amplio ... incluso hasta cambias alguna "esencialidad".

Anónimo dijo...

No me importa tanto el cuanto me queda de vida, sino como voy a vivir el hoy.
Y estoy totalmente de acuerdo; de lo que mas se aprende es de los propios errores, tal vez el problema venga de que hay tipos de personalidad que se creen tan perfectos que carecen de la capacidad para reconocer un error, para un "lo siento" y para poder aprender de ellos.

Modestino dijo...

De esos me temo que corren bastantes por ahí.