20 de enero de 2012

Todo un clásico


¿Quién no ha visto alguna vez un lapicero como el de la foto?, esos lápices bicolores con doble punta que iban desgastándose conforme uno subrayaba casi compulsivamente libros, apuntes y cuadernos. Imagino que será una de esas "especies" en vías de extinción, pero ha formado parte de la filosofía estudiantil y opositora de generaciones y generaciones. De la misma manera que uno aprendió en el colegio rodeado de lapiceros, gomas de borrar, plumieres y sacapuntas, la llegada a la Universidad venía frecuentemente acompañada de la adquisición de uno de estos instrumentos que parecían casi tan necesarios como libros y programas.

Recuerdo haber escuchado en varias ocasiones, a veces hasta en tono acusatorio, que tales lápices eran vicio ordinario de los estudiantes de Derecho, y aunque supongo que su uso se extendería a otras disciplinas, he de reconocer que de esos tuve unos cuantos. La larga pervivencia de este medio de escritura da muestra de su utilidad, aunque puestos a rememorar tengo la impresión de que a veces lo usaba con bastante poco raciocinio y lógica. Teóricamente el azul servía para subrayar lo que debía estudiarse, mientras el rojo suponía de entrada un plus de importancia: si lo azul era necesario, lo rojo resultaba imprescindible; pero a la hora de la verdad uno corría el peligro de dejarse llevar por la primera impresión y acabar dejando el libro en cuestión en una situación de emborronamiento caótico.

El lápiz iba perdiendo tamaño conforme avanzaba el curso o la época, generalmente más por la zona azul y por esa situación de escasez económica que suele acompañar a los estudiantes lo normal era apurar al máximo la cosa, de manera que se terminaba disponiendo de una maderilla ridícula y mínima. Esos lápices bicolores fueron, en suma, compañeros de fatigas de aquella época de nuestra vida que nos parecía durísima y que ahora añoramos con nostalgia.

Desconozco si aún siguen funcionando por ahí estos objetos, aunque con la aparición de los rotuladores fluorescentes e instrumentos similares, más bien parece que los lapiceros azules y rojos se han debido convertir en objeto en desuso, en pieza de museo. Pero siempre que los veamos, nuevecitos e impecables o gastados por el uso y mordidos por los nervios, sentiremos la llamada de los recuerdos y el huequecito inevitable de la nostalgia.


10 comentarios:

paterfamilias dijo...

¡Esto sí que es un clásico y no el partido del otro día! ;-)

Pues yo he visto alguno por casa, aunque no tienen esa utilidad, más que nada porque ninguna de mis hijos está estudiando oposiciones.

Susana dijo...

Yo recuerdo haberlos visto en casa de mis padres. Creo que todavía los venden. Un beso.

Driver dijo...

Doy fe de la existencia de dichos lapiceros, fáciles de encontrar en la ferreterías especializadas en herramienta para la construcción.
Suelen ser usados por el personal de obra, principalmente encargados y oficiales, con la finalidad de marcar niveles de alturas, anchuras de muros, tamaños de huecos y números de móviles, usando la sana pared de yeso como página en blanco donde apuntar las claves de un futuro inmediato, que en breves días se transforman en realidad constructiva.
Suelen ir acompañados de un rudo sacapuntas de acero, o en su defecto la insustituíble navaja de Albacete, tan útil para sacarles punta, como para cortar la panceta del almuerzo.
Durante años he visto escribir con ellos en las paredes de las obras a algunos de los mejores escritores de este país, que con apenas el Graduado Escolar colgado de su currículum, han trazado las soluciones constructivas de un mundo de ideas frescas, donde el sentido común ha salido a flote de forma gloriosa.
En rojo o en azul, depende, pero sin más ideología que la del albañil cañí y honrado.
Trazando las líneas de la vida de un futuro edificio.

Modestino dijo...

¿Ves, Driver?, ya sabía yo que estos lapiceros no podían ser exclusivos de leguleyos. Ahora que lo dices ya me suena haber visto trazos escritos con ellos en alguna pared de obra.

Brunetti dijo...

¿Cómo no va estar de moda ese lápiz, Modestino?

¿No ves que lleva los colores azul y grana, es decir, azulgrana? Los mismos que luce el Barça, el mejor equipo del globo (mal que me pese).

También podría añadir que son los colores de la S.D. Huesca, pero.... En fin, no es lo mismo.

Yo también era (o sigo siendo) de los que les encantaba colorear los apuntes y los libros hasta dejarlos hechos un cromo, por aquello de que ayudaba a la memoria visual, propia de los estudiantes mediocres.

Buen fin de semana.

Maireen dijo...

Los siguen vendiendo. Por lo menos yo los vi el otro día en la papelería en la que me confirmaron que no podría encontrar etiquetas adhesivas redondas blancas. Sin embargo, parece que esto debe tener más venta que dichas etiquetas.

Modestino dijo...

Las etiquetas adhesivas son otro invento que da para mucho.

tomae dijo...

No sé si hubiera sabido utilizar ese uso de lo necesario versus imprescindible; puede que por el "ejercicio" de subrayar con el color adecuado se cumpliera el objetivo de saberse la lección ... y siguiendo con esa técnica ¿qué color se gastaba antes?

Modestino dijo...

Sí que sabrías: uno acaba acostumbrandose a todo.

Modestino dijo...

No había caído en lo de los colores blaugrana, que no sólo son del Barcelona y Huesca, también del Eibar, el Oliver de Zaragoza y el Levante, entre otros.
Me parece que tú de estudiante mediocre no debiste tener nada.